Aclaración: A pesar de lo que pueda haber dicho la Prensa sensacionalista, nuestro reclamo no es “contra Chile” sino, específicamente contra los malos funcionarios de una mala administración, quienes quebraron no sólo múltiples puntos de la Declaración De Derechos Humanos, sino hasta las mismas Leyes y Constitución del Estado Chileno.

sábado, 16 de mayo de 2015

140 • Hasta Que Respeten Nuestros Derechos

... continúa

     Mientras tanto, en los calabozos de Policía de Investigaciones, Ricardo, luego de ser ignorado durante varias horas, fue visitado por una procesión de personas que intentaban, por distintos medios, de convencerlo para que depusieran la huelga de hambre.

     Primero vino un investigador solo, pero Ricardo lo rechazó e insistió en que quería hablar con la sub-comisario Correa en persona o no hablaría con nadie y se reafirmó en su decisión de hacer huelga de hambre.

     Al poco rato aparecían dos efectivos muy mal encarados, los cuales lo amenazaron con que ellos tenían sistemas para obligarlo a comer, pero Ricardo, sonriéndoles serenamente, les recordó que practicaba Y’oga y que si intentaban forzarlo podría relajar el cuello y dejarse desnucar y a ellos les tocaría explicar su cadáver o si preferían alimentarlo a través de suero, se encargaría de quebrar la aguja y eso sería aún más difícil de explicar a las autoridades peruanas y que en el caso de que simplemente se limitaran a ignorarlo y no hacer nada, entonces llevaría la huelga de hambre hasta las últimas consecuencias.

     Mucho más tarde en la mañana, vino la sub-comisario Correa —a la que habían tenido que traer desde la brigada— a intentar, ella también, que desista de su huelga de hambre.

     Mire sub-comisario —le dijo tranquilamente Ricardo— aquí se están violando todas nuestras garantías y no se están haciendo valer nuestros derechos, yo sigo sin mi llamada, sigo sin mi abogado y sigo sin ver a mi Cónsul. Si la cosa va a ser así, olvídese que coma, esto es huelga de hambre. Tiene veinticuatro horas para ponerme en contacto con mi Cónsul o tomaré las medidas que sean necesarias.

     ¡Y él no está solo! Todos, peruanos y chilenos, mantendremos esa medida hasta que se respeten nuestros derechos —afirmó Karim.

     Sin hacer ningún otro comentario, la mujer se marchó sumamente molesta.


continuará ...

lunes, 20 de abril de 2015

139 • Intentando Conseguir su «colaboración»

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     A las once de la mañana vino un investigador por Carlos y lo llevó a la oficina de la sub-comisario Cristina Rojo en la brigada de investigaciones, donde su mamá se encontraba desde hacía buen rato, intentando justificarlo ante la desagradable mujer.


     La sub-comisario pidió que le trajeran un café con un sándwich y con una sonrisa en los labios, se los brindó a Carlos —a quien no le habían ofrecido nada de comer en todos estos días— pero él, a pesar de sentir muchísima hambre, los rechazó y le explicó que estaba en ayuno junto con todo el grupo y que no depondrían su actitud hasta que la sub-comisario Cecilia Correa hablara en persona con Ricardo.

     Carlos, si bien no había logrado enterarse de los motivos por los cuales se había iniciado aquella medida, sí había decidido solidarizarse con la causa hasta las últimas consecuencias si era necesario, ya que estaba seguro que era por alguna razón por demás justificada.

     La sub-comisario Rojo, demostrando preocupación, llamó prestamente a la sub-comisario Correa quien se comprometió a ocuparse inmediatamente del asunto.

     Luego, la sub-comisario Rojo se disculpó aduciendo que tenía una reunión importante y que volvería después para interrogarlo y sin decir más, partió rápidamente dejando a Carlos y a su madre en su oficina, al cuidado de dos detectives.

     Carlos aprovechó de intentar tranquilizar a su mamá explicándole que se habían cometido muchas irregularidades con ellos, hasta el punto que él aún no conocía las causas de su detención, ni los cargos de los cuales se le acusaba o, peor aún, si acaso se le acusaba de algo.

     No quiso entrar mucho en los detalles de los malos tratos que él mismo había recibido para no asustarla más de lo que ya estaba e intentó convencerla de que no tenía nada de qué preocuparse ya que no eran culpables de nada, pero la señora, que estaba con los nervios bastante alterados y muy influenciada por los detectives, sin querer escuchar sus argumentos, no dejaba de atacar a Ricardo por considerarlo el culpable de las desgracias de su hijo.

     Después de un rato, doña Eli, que no hallaba qué hacer por Carlos, fue a comprarle algunas cosas de comer y se las dejó, con la promesa de que contrataría inmediatamente un abogado.

     Mientras Carlos permanecía en aquellas oficinas esperando, los detectives que lo acompañaban intentaron convencerlo para que declarase, tal como habían hecho desde el principio, pero ahora ya sin golpes, sólo intentaban mostrarse amistosos. Le insistían mucho para que hablara en contra de sus amigos para poder así «salvarse» y le ofrecían una y otra vez algo de comer.

     Más de dos horas después, volvió la sub-comisario Rojo y le ofreció un nuevo café y pan, pero como Carlos no estaba seguro de que se hubiesen solucionado los problemas y que el resto realmente hubiese suspendido el ayuno como le afirmaba la mujer, los rechazó nuevamente.

     Mucho rato estuvo la sub-comisario entrando y saliendo de la habitación, mostrándose muy amable con Carlos y tratando ella también una y otra vez de convencerlo para que «colaborara» con ellos, pero Carlos, si bien contestaba amablemente a sus preguntas y le explicaba —tal como había hecho con sus torturadores el primer día— todos los detalles de la vida en comunidad en la casa de Los Maquis, negaba tajantemente cualquier acusación que en tono simpático o casual hacía la maliciosa mujer.

continuará ...

sábado, 28 de marzo de 2015

138 • «celda de lujo»

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     Mara, que había quedado sola en la enfermería desde las diez de la mañana en que vinieron a llevarse a la gorda, fue trasladada poco después a la «celda de lujo» del pabellón de las mujeres, donde la dejaron nuevamente sola.

     Esta celda, que era algo más cómoda que las demás —dentro de lo que cabía en aquel lugar— era probablemente por la que su familia había pagado y, que según le habían dicho los investigadores, no se la habían podido asignar —a pesar de haber cobrado por ella— porque estaba ocupada... Otra más de sus mentiras.

     Lo primero que hizo fue aprovechar la minúscula ducha para quitarse algo de la inmundicia de aquél lugar pero, a pesar de que le hubiera gustado, prefirió no entretenerse más de lo necesario y volver a vestirse como un rayo antes que los guardias pudieran interrumpir su pequeño respiro.

     Cuando ya estuvo más tranquila —y más limpia— aprovechó de mirar por la angosta mirilla y notó que Karim estaba en el calabozo de enfrente. ¡Se puso sumamente feliz! Sin perder tiempo, Mara empezó a hacer gestos de saludo para intentar atraer su atención, pero el guardia captó sus movimientos y rápidamente dio fin a la comunicación pegando un papel con cinta adhesiva en la minúscula ventanilla de su celda.

continuará ...