Aclaración: A pesar de lo que pueda haber dicho la Prensa sensacionalista, nuestro reclamo no es “contra Chile” sino, específicamente contra los malos funcionarios de una mala administración, quienes quebraron no sólo múltiples puntos de la Declaración De Derechos Humanos, sino hasta las mismas Leyes y Constitución del Estado Chileno.

martes, 29 de octubre de 2013

017 • El desfile de los condenados

continúa ...

 
     Después de que filmaron todo, los periodistas se coordinaron durante unos quince minutos con los policías. Luego, uno de los investigadores dirigiéndose a las mujeres, les dijo:
 
     Bien, nos vamos, levántense. ¡Vamos, vamos, muévanse rapidito!
 
     Las mujeres calmadamente cogieron la ropa de abrigo que habían separado para llevar, pero bruscamente les ordenaron volverla a dejar sobre las camas y ante la preocupación e insistencia de ellas, les dijeron que después la llevarían, pero se negaron a explicarles cuándo sería ese después.
 
     El prefecto Sotomayor fue al baño y a modo de explicación le dijo a Ricardo que para que la prensa no le hiciera problemas posteriores, ni hubiera escándalo si todo este asunto se aclaraba, le iban a tapar la cara.
 
     Ustedes sabrán su procedimiento, igual yo estoy esposado de manera que no tengo mucha elección en el asunto.
 
     El ofrecimiento no se hizo extensivo a Carlos, pero realmente… ¿de qué servía? Si bien no iban a sacar a Ricardo a rostro descubierto, fotografías de todos ellos eran mostradas a los medios de prensa y los nombres completos de cada uno eran divulgados sin reparo por los mismos detectives.
 
     Recogieron un trozo de tela negra que había tirado en alguna parte del desorden y lo enrollaron en la cara de Ricardo como una especie de San Benito, que evidentemente no lo dejaba ver nada.
 

     Rápidamente diseñaron la escena. Montones de periodistas se distribuyeron afuera de la casa con cámaras fotográficas, filmadoras y hasta reflectores apuntando a la puerta trasera mientras adentro, hombres y mujeres eran ordenados en fila en el hall de distribución, con Ricardo a la cabeza.

    Carlos estaba desconcertado y no podía entender por qué iban a ser sacados por el extremo opuesto de la casa, por una puerta que daba al interior del terreno y no por el frontis donde tenían los autos estacionados. Supuso que tal vez los llevaban para hacer un reconocimiento del área o algo parecido, aunque toda la situación no dejaba de parecerle extraña.

     En realidad era evidente que no los estaban llevando a ningún lado, los estaban obligando a salir para que la prensa pudiera filmar y fotografiar el espectáculo como si ya se estuviesen marchando. Era un show preparado para los periodistas, los cuales probablemente no habían querido esperar hasta que de verdad fueran llevados a Santiago y los detectives se habían asegurado que no llevaran nada en las manos para que no tuvieran forma de taparse el rostro.
 
     Mara se dio cuenta de todo desde mucho antes de que los hicieran salir y volvió a taparse la cara usando sus manos a falta de otra cosa, dejando los dedos ligeramente entreabiertos para poder ver por donde caminaba y ver qué era lo que ocurría a su alrededor. Gaby la imitó y pasó la voz a las otras para que hicieran lo mismo.
 
     Fanny cogió a la pasada una chompa roja de Ricardo y se la puso a Carlos sobre la cabeza y ella misma se cubrió la cara levantando el cuello de su chompa.
 
     Los hicieron salir, pero tal como suponían, en vez de dirigirlos hacia la calle los condujeron unos doscientos metros hacia adentro en el terreno. Caminaban de a dos escoltados por uno o dos investigadores que simulaban guiarlos o cuidarlos para que no tropezaran, pero que al menor descuido, los empujaban, los tironeaban e intentaban de varios modos que descubrieran el rostro.
 
     Ricardo encabezaba la comitiva con el diligente sub-prefecto Bravo —que no perdía ocasión de mantenerse en primer plano en las tomas— haciéndole de lazarillo y, siguiéndolos muy de cerca, caminaba la sub-comisario Correa conduciendo a Carlos.
 
     Había cantidades de periodistas por todos lados filmando y fotografiando el desfile por el terreno y todo lo que podían a su paso, intentando por todos los medios conseguir una imagen reveladora.
 
     ¡El típico show de la Policía de Investigaciones cuando está en la escena del crimen y le va mostrando al público los supuestos criminales!
 
     Mercedes fue la primera en darse cuenta de cómo llevaban a Ricardo. En ese momento, todo su deseo de justicia, la indignación y el enfado que había estado sintiendo hacia las personas que de esta manera los difamaban, se transformó en una tristeza inconsolable… alguien como él, digno de admiración y respeto, arrastrado por los investigadores como si fuera un delincuente de los peores que va a su ejecución… No pudo contener por más tiempo las lágrimas, sentía que todo su valor se desvanecía.
 
     Gaby vio a Mercedes llorar y recién, levantando un poco la mirada, pudo darse cuenta del motivo. Sintió que su cuerpo temblaba de pies a cabeza y que sus mejillas estaban ardiendo, imaginaba que debían hallarse sumamente rojas por la rabia que sentía. De buena gana se hubiera abrazado a Mercedes para compartir su indignación, pero ella no quería llorar, no quería darles ese gusto, quería mantenerse firme.
 
     A Elsa le dolía el corazón de ver cómo trataban a Ricardo. ¡Todo lo que esta gente hace es una injusticia, una canallada!, pensaba ella. No tenían el menor respeto ni consideración hacia las personas.
 
     También la impresión de Mara fue grande al notar el espectáculo. Ricardo esposado y con la cara cubierta como el peor de los delincuentes. Sentía una mezcla de rabia e indignación.
 
     Lola, impactada, no podía pensar y en su cabeza únicamente daba vueltas una pregunta ¡¡¿Qué le van a hacer?!! ¡¡¿Qué le van a hacer?!! Era como un reo al que llevaban a ahorcar o a la guillotina. Hizo un esfuerzo para sobreponerse e intentó serenar a Mercedes, pero le resultó imposible. A ella misma le resultaba difícil mantener el control, realmente se produce una gran indignación al saber que se está cometiendo una injusticia y darse cuenta de que uno es totalmente incapaz de hacer algo para detenerla. Era una gran mezcla de dolor e impotencia que la envolvía.
 
     En un momento en que Carlos pasó al costado de su esposa, aprovechó de preguntarle cómo se encontraba. Fanny, aunque se veía bastante entera, aún continuaba muy nerviosa y no atinó a responder, estaba demasiado afectada y dolida al ver cómo eran llevados él y Ricardo y a lo único que acertó fue a preguntarle por qué eran tratados así.
 
     Por ser hombres —le respondió.
 
     Carlos llevaba su rosario en la mano y Fanny, por temor a que se lo quitaran, se lo tomó y se lo guardó en el bolsillo del pantalón y recién se lo devolvió más tarde, poco antes de que partieran a Santiago. En realidad a Carlos no le habían quitado el rosario, se lo habían revisado varias veces, pero le permitieron mantenerlo consigo mientras permanecieron en Los Maquis.
 
     Toda la escena era espectacularmente grotesca. Los periodistas, como aves de carroña en busca de podredumbre que tirarle a su público, habían caído en el juego de Policía de Investigaciones —se hubieran creído o no todas sus mentiras— y lo único que les interesaba era poder filmar una mejor escena que sus compañeros, de lo que amenazaba con ser la noticia del año.
 
     Intentaban filmar sus caras de cualquier manera, incluso se tiraban a la tierra y les decían todo tipo de cosas.


continuará ...

 

sábado, 19 de octubre de 2013

016 • Visita guiada a la Prensa

continúa ...

 
     Ricardo pidió hablar con alguno de los jefes y los tres más importantes —el prefecto Sotomayor, el prefecto Cariz y el sub-prefecto Bravo—, uno por uno, fueron desfilando por el baño para conversar con él.
 
     Ricardo, con toda la paciencia del mundo les intentó hacer entender que los periodistas NO debían hallarse en la casa, que eso era ilegal y que él NO autorizaba la presencia de la prensa en SU terreno, pero pese a todas las advertencias, los detectives hicieron caso omiso de su derecho y, a pesar de que aseguraban que no iban a entrar o que se marcharían en cualquier momento, era evidente que esto era, tan sólo, para calmar un poco los ánimos y no porque tuvieran la intención real de hacer que se retiraran, ya que en ese mismo momento, la prensa estaba siendo invitada a entrar por los detectives y a través de las rendijas de la puerta del baño, Carlos podía ver las luces de las cámaras que circulaban de un lado a otro y oír cómo la casa se llenaba de periodistas que eran paseados como quien hace la gira por un museo con los detectives como guías.
 
     El sub-prefecto Bravo hacía las veces de anfitrión llevando a los periodistas de habitación en habitación, insistiendo en que esa casa era un templo de la lujuria donde se realizaban ritos sadomasoquistas y que todas las mujeres allí eran unas depravadas sexuales, a las cuales se les sometía como esclavas. Hacía las pausas necesarias para dar largas y detalladas explicaciones sobre las evidencias —armadas por ellos mismos— y sobre los usos —y abusos— de cada uno de los objetos. Afirmaba también a los periodistas que Ricardo violentaba a las mujeres por las vías de fuerza, desde el punto de vista sexual, resulta que aquí hay un tratamiento psicológico y las somete, afirmaba. Haciendo gala de una completa ignorancia, aseveraba también que para ello utilizaba cierta técnica hindú y cierta técnica que usaban los maya para manejar a su grupo (?).
 
 
 
     Se desempeñaba como si fuera el presentador de un programa de espectáculos —aunque sin ningún buen gusto en el vestir— y entre pausa y pausa, una mujer con un estuche de maquillaje le retocaba el rostro para que no saliera brillante en la tele.
 
     La pequeña casa estaba atestada de gente.
 
     En un alto en el recorrido, el sub-prefecto Bravo entró al baño para preguntarle a Ricardo cómo se llamaba el Dios con cabeza de elefante que tenían afuera. Ricardo le explicó que se trataba del Dios Gan’esha y el sub-prefecto, después de ordenarle deletrearlo y tomar diligentes anotaciones en un papel, salió de nuevo donde los periodistas para continuar con su tour por la casa. Cuando llegó frente a la imagen de la Deidad, le dijo a los periodistas, muy eruditamente:
 
     Bueno, y aquí tenemos al Dios Gan’esha…
 
     Cuando terminó el sub-prefecto Bravo, la maquilladora atendió también al prefecto Sotomayor para que pudieran filmarlo haciendo declaraciones.
 
     Como última etapa en el recorrido, filmaron la habitación de Ricardo donde habían juntado la mayor parte de objetos, a los lados de los cuales estaban orgullosamente parados los dos investigadores que habían salido favorecidos.
 
     Lo diferente es la habitación del dueño de casa donde mantenía cualquier cantidad de pornografía en vídeos, revistas y fotografías captadas por él mismo —decía uno de los reporteros ante su micrófono.
 
     ¿Diferente? ¡Por supuesto que era diferente¡ Si los detectives la habían «decorado» especialmente.
 
     ¡Sí que armaron todo un espectáculo! La habitación estaba repleta de cosas. Mezclaron elementos de la Religión junto con material de estudio para un libro que Ricardo estaba escribiendo, adornos femeninos, herramientas para el trabajo del campo y todo lo que pudiera parecer como objeto de perversión para que hiciera número y en medio de todo este montaje estaban… ¡los cinturones de ropa!, exhibiéndose como prueba fehaciente de que las mujeres eran maltratadas y azotadas.

Imagen tomada de las Noticias transmitidas por televisión
¡Todo el ridículo montaje fue armado
intencionalmente por los Investigadores!
     Al parecer, aquel investigador, sí había encontrado evidencias para retorcer.
 
     Adicionalmente, en otro de sus montajes para las cámaras, prendieron tres velas —en el mejor estilo Católico, las cuales tenían forma fálica— en la gruta de Shrii Gan’esha que estaba a la entrada del terreno. Esto no sólo era evidentemente ridículo y por demás ajeno a su Religión, sino que además, cualquier persona con un poco de conocimiento de la vida en el campo se habría dado cuenta del riesgo que había de provocar un incendio, sobre todo porque la imagen de madera estaba apoyada sobre un tapete de algodón.
 
     Si bien llevaron a los periodistas por toda la casa, mantuvieron el cuarto de baño —donde tenían a Ricardo y a Carlos— todo el tiempo cerrado y no les permitieron entrar.
 
 
continuará ...

 

miércoles, 16 de octubre de 2013

015 • ¡Quiero que todos vean lo basura que son!

continúa ...

 
     Por la puerta principal de la casa entró una investigadora —la única más o menos decentemente vestida—, llevando un traje rojo bien ceñido. Durante todo el rato que habían permanecido en la casa ella se había mantenido un tanto aparte de la investigación, se había limitado a coquetear con uno y otro detective hombre y no había participado prácticamente en el saqueo.
 
     La investigadora se acercó al prefecto y le dijo que los periodistas ya se hallaban en el pueblo de Pelequén.
 
     Los muy imbéciles, se equivocaron de camino y después de todo un rodeo, recién están empezando a subir hacia Los Maquis —bromearon.
 
     El prefecto Sotomayor, como quien dirige los preparativos para una fiesta, se volteó y ordenó: ¡Preparen todo! Y todos, impresionantemente bien organizados —el primer signo de organización que demostraban hasta el momento— comenzaron a correr de una habitación a otra. Salían, entraban y no paraban de acomodar cosas.
 
     Los jefes habían llegado primero como los anfitriones de la fiesta trayendo a los periodistas tras ellos. Era evidente que venían juntos, ya que todo el tiempo coordinaban por radio a cuanta distancia estaban e iban arreglando las cosas en la medida en que la prensa se acercaba.
 
     Ahora se podían entender varias de las transmisiones de radio que habían escuchado antes. No se trataba sólo de comunicaciones internas de la Policía de Investigaciones, sino que varias de las intervenciones habían sido de los periodistas. Ahora, también por radio, les iban dando las últimas indicaciones de como llegar hasta la casa.
 
     Cuando escucharon que habían abierto el portón y que ya estaban entrando en el terreno, Mara cogió la chompa que había separado para llevar consigo y se la puso contra la cara. La mayoría de las mujeres siguió su ejemplo… a excepción de Mercedes, que se limitó inclinar su rostro apoyándolo contra su mano derecha, más por solidaridad y por no empeorar las cosas (tal como se lo había prometido), que por taparse, estaba tan molesta que de buena gana hubiera gritado a los cuatro vientos su inocencia y su repulsión contra lo que les estaban haciendo vivir y la hubiera emprendido contra los periodistas por prestarse a toda esta farsa. Pero no… tan sólo permaneció muy quieta, rezando para que pronto se hiciera justicia.
 
     El prefecto Sotomayor de un sólo manotazo le quitó él mismo a Mara la chompa que le cubría el rostro y fue una por una haciendo lo mismo, forcejeando con ellas y llegando incluso a oírse los golpes que les daba en su brutal tironeo.
 
     ¿Son tan obstinadas que no quisieron declarar cuando les di la oportunidad? ¡Pues bien, ahora van a salir sin taparse la cara para que todo el mundo vea lo basura que son!
 
     El prefecto no descansó hasta que, por propia mano, les arrebató todas las chompas. Mercedes, viendo tan infantiles tironeos, pensó que todo el espectáculo era realmente ultrajante.

     Luego, el prefecto designó a los dos investigadores que tenían la chaqueta con las siglas «BRISEXME» como los elegidos para mostrar la evidencia, los cuales empezaron, nuevamente, a cuestionar a los demás sobre si se veían bien o si estaban bien peinados y se pararon otro buen rato frente al espejo de cuerpo entero para hacerse los últimos arreglos y verificar una y otra vez su apariencia, mientras el resto de ellos se colocaba —recién— las chaquetas que los señalaban como «detectives».

     Minutos más tarde, podían escuchar los autos de los periodistas estacionando en el frontis de la casa, dentro del perímetro del terreno.



continuará ...

sábado, 12 de octubre de 2013

014 • Declaraciones... ¿ya listas?

continúa ...
 

     En la habitación de las mujeres, prácticamente todo el contenido de los clóset se encontraba ahora esparcido formando un gran montículo central.
 
     La supuesta búsqueda de evidencia era interminable. Jamás hubieran pensado que tenían tantas cosas en la casa y que éstas despertaran tanto interés y sospecha en otras personas.
 
     Entre la evidencia que llevarían a Santiago los investigadores separaron solícitamente a un lado, varios de los casetes y CD’s de música, la muñeca Barbie que Mercedes usaba como modelo para sus dibujos y varios juguetes de peluche que tenían en el pasillo.
 
     La sub-comisario Correa, por su parte, se veía muy interesada en las revistas de Barbie y parecía ya haber encontrado a quién regalárselas, ya que sin disimulo de ningún tipo las acomodaba cuidadosamente junto a sus cosas.
 
     Otros investigadores, en cambio, mostraban un interés personal en los casetes de la película Robin Hood o en los CD’s de los Beatles.
 
     Otro más allá, mientras guardaba en su bolsillo una pequeña agenda, le dijo a las mujeres, más a manera de afirmación que de pregunta ¡No hay ningún problema! ¡¡¿No?!!
 
     Tanto era el descaro de los detectives al elegir las cosas que más les gustaban que incluso en un momento en que Gaby, perpleja, no pudo evitar el quedarse mirando fijamente como uno de ellos cogía un casete y lo metía dentro del bolsillo de su chaqueta, éste, al encontrarse con su mirada ni siquiera se sobresaltó.
 
     ¿Qué podían hacer? Simplemente permanecían mudos viéndolos saquear.
 
     Poco rato después de que se marchó el carabinero, el prefecto Sotomayor fue a conversar con Ricardo al baño. Allí Ricardo, nuevamente, hizo el intento de hacerles entrar en razón y explicarles que el terreno era propiedad privada y que se oponía terminantemente a la entrada de la prensa en él.
 
     El prefecto Sotomayor se mostró muy comprensivo y en tono muy condescendiente le dijo:

     Sí, Ricardo, yo entiendo perfectamente tu preocupación, por eso yo he venido aquí para velar porque todas las cosas se hagan correctamente, así es que para hacer las cosas más fáciles para todos, si tú firmas una declaración que nosotros ya te hemos traído (para evitar pérdidas inútiles de tiempo) y que está prácticamente elaborada… sólo tendríamos que agregarle unos pequeños detalles… si tú haces eso, yo me encargaré de evitar que la prensa entre a tu terreno.
 
     Al leer Ricardo el contenido de la ya elaborada declaración, le dijo que definitivamente NO firmaría, ya que ese documento los inculpaba por delitos que NO habían cometido. Su posición era firme. ¡Por ningún motivo iba a firmar!
 
     El tono del prefecto, antes tan angelical, cambió. Ahora tomó el mismo matiz que el del resto de su gente y, al igual que los demás, la acometió a insultos y amenazas.
 
     Por tercera vez, Ricardo solicitó hacer una llamada, aunque fuera por medio de sus celulares, pero el prefecto lo ignoró por completo, dio media vuelta y salió del baño en dirección a la habitación donde estaban las mujeres.
 
     Todas ustedes son una tira de tontas e ignorantes —entró diciendo sin otro preámbulo— más les vale que vayan confesándolo todo de una buena vez y que me digan donde es que tienen las evidencias, ya que nosotros de todos modos las vamos a encontrar.
 
     ¡La situación era realmente ridícula! Era como si quisieran que ellos les proporcionaran alguna prueba que los inculpara… lo que fuera… Se veían realmente desesperados por hallar algo. Todo esto se ponía cada vez más y más confuso.
 
     La sensación que daban era como si tuvieran algún dato —o más bien deberíamos decir, cuento— pero que supieran que lo hallado no era evidencia real, no era lo que habían esperado encontrar y ya no querían dar marcha atrás, querían de todos modos inculpar a alguien. Tal vez lo que pasaba en realidad, era que no querían perder el viaje —o más probablemente, el botín— y además, ya habían movilizado a la prensa.
 
     Las mujeres ya no se esforzaron por alegar y se limitaron a mantenerse en silencio. Ninguna tenía deseos de colaborar con estas personas, si querían, que siguieran perdiendo su tiempo. No habían venido en actitud de investigar, ya los habían juzgado y declarado culpables de antemano, esto era evidente por los malos tratos de los que los hacían objeto.
 
     ¿No hablan?… ¡Perfecto! ¡Ahora sí que se van a ir todos arrestados!
 
     ¡Esto ya era el colmo! ¡No lo podían creer! Desde que entraron en la casa ya les habían asegurado que todo estaba definido y que se iban a ir arrestados a Santiago, pero ahora lo decía como si recién fuera verdad y esto, tan sólo, porque lo habían sacado de sus casillas.
 
     El sub-prefecto Bravo, con sus modales bruscos y su expresión de estar siempre enojado, trajo al investigador con la cámara de mano y amenazó con filmarlas.
 
     Una por una, al ser apuntada con la cámara, giró el rostro. La única que se quedó mirándolo de frente fue Mercedes, ya que ella siempre había pensado que quien no era culpable, no bajaba ni escondía la cara porque no tenía de qué avergonzarse y además, porque se hallaba terriblemente molesta con toda esta gente.
 
     El sub-prefecto le ordenó que se identificara ante la filmadora, que diera su nombre y número de cédula de identidad, pero Mercedes no le respondió, permaneció inmóvil, mirándolo de frente. Ella no miraba la cámara, sostenía la mirada del sub-prefecto casi sin parpadear, con la indignación y el reproche pintados en el rostro, esperando, quizás, que fuera el otro el que la esquivara por la vergüenza… sólo para descubrir que aquél hombre carecía por completo de ella.
 
     Al ver que no respondía, el sub-prefecto Bravo la miró con rabia, llegaba a tener los ojos desorbitados y parecía que en cualquier momento iba a golpearla, pero luego su mirada se fue volviendo cada vez más torva:
 
     ¡¡A ustedes les gusta el sexo frío!! ¿No? —Les dijo, mientras se deleitaba mirando de arriba a abajo a cada una.
 
     Mercedes no encontraba pies ni cabeza a ese comentario tan fuera de lugar. ¿Qué?, pensó, ¿Este imbécil habrá creído que lo miré de frente para insinuármele? Colmada de rabia como estaba, se hizo la firme promesa de, en lo sucesivo, quitarse el orgullo del rostro y aguantarse las ganas de recriminar a sus agresores hasta con la mirada dado que —según tuvo que reconocer—, era algo totalmente inútil y, por lo visto, lo único que conseguiría era que los maltrataran.
 
     Después de unos instantes de silencio y al darse cuenta que no iba a obtener nada de ellas, sub-prefecto Bravo se marchó hacia el baño y entró abriendo la puerta de un solo manotazo.
 
     Ahora fue el sub-prefecto el que intentó que Ricardo confesara las atrocidades que ellos querían escuchar —y que luego se encargarían de achacarles ante los medios de prensa— y, sin importarle la presencia de Carlos y de los otros detectives, amenazó con golpearlo allí mismo si es que no firmaba la declaración que habían traído... pero Ricardo no cedió.
 
     El sub-prefecto, después de amenazar a Ricardo con que esto se pondría aún más difícil si es que él se mantenía en esa actitud de no querer colaborar, ordenó que esposaran a los dos hombres cual criminales peligrosos y que permanecieran en todo momento siendo vigilados y encañonados e inmediatamente salió del baño furioso, pegando un portazo.
 
 
continuará ...

 

jueves, 10 de octubre de 2013

013 • La Policía de Verdad...

continúa ...

 
     Un alboroto se empezó a formar fuera de la casa… algo raro estaba sucediendo… era como si alguien hubiera llegado inesperadamente o se hubieran enterado de algo que había despertado su preocupación. Se escuchó mucho ruido de conversación y al poco rato, los pasos de un investigador que entró muy apurado por la puerta de atrás buscando al prefecto Sotomayor.
 
     Los investigadores intercambiaron palabras muy rápidamente y demasiado bajo como para que pudieran oírles. Luego, el prefecto dio varias indicaciones a sus hombres y éstos volvieron a salir prestamente.
 
     Al poco rato, se escuchó delante de la casa la voz de un hombre que preguntaba sobre los sucesos de las últimas horas.
 
     Podían oír como ponían al tanto al recién llegado... no de lo que habían encontrado en la casa, sino de lo que había en sus mentes, ya que no se parecía en nada a lo que se estaba viendo y viviendo dentro.
 
     Era un relato totalmente retorcido —en el cual no mencionaban para nada los intrascendentes hallazgos—narrado de forma escandalosa y como queriendo predisponerle en su contra. Los investigadores parecían tenerlo todo ya calculado, como si lo hubieran planeado desde antes de llegar a la casa y ahora, sólo buscaran justificar su historia.
 
     Pocos minutos después, ingresó por la puerta principal un carabinero del retén de Pelequén, que si bien nunca había venido a la casa de Los Maquis a visitarlos como habían hecho muchas veces otros de sus compañeros, sí lo conocían de vista.
 
     Por fin llegó la policía de verdad —susurró Mara a las demás.
 
     El carabinero, visiblemente sorprendido por todo lo que estaba ocurriendo, pasó delante de las mujeres que permanecieron silenciosas sentadas en el borde de las camas y se las quedó mirando durante unos pocos segundos. En los ojos de ellas se podía leer la súplica ¡Avisa! ¡Ayuda! ¡¡Haz algo!!… Tenían la esperanza de que los carabineros pudieran intervenir de alguna manera.
 
     La presencia del carabinero, de aspecto amable, contrastaba con la actitud de los detectives que eran como personajes de una película de tipos malos, en su mirada había muchas interrogantes y una expresión de muda comprensión, pero sin decir palabra siguió de largo para reunirse a la salida del cuarto de Ricardo con la sub-comisario Correa, el sub-prefecto Bravo y el prefecto Sotomayor.
 
     El señor Badani es vecino notable en esta comunidad… Estas personas nunca han tenido un problema con nadie… —dijo el carabinero después de la presentación inicial y luego procedió a solicitar las explicaciones del caso.

     Era evidente que el Retén de Pelequén no había sido informado de lo que estaba pasando en su jurisdicción y por lo que se podía oír de la conversación, el carabinero había venido ante el pedido insistente de los vecinos que se encontraban alarmados por el alboroto que se había desatado desde hacía varias horas en la casa.

     ¡Sí, estamos totalmente seguros de lo que estamos haciendo…! Tenemos abundante evidencia de que pertenecen a una secta satánica, sadomasoquista y nazi… —le cortó bruscamente y visiblemente irritado el sub-prefecto Bravo.
 
     Después de una corta conversación, en donde los detectives hicieron uso de su rango para hacerlo callar y aconsejarle que mejor no intervenga en este asunto, el carabinero fue llevado al cuarto de Ricardo donde había más miembros de la institución, uno de los cuales tenía una cámara portátil y estaba filmando la supuesta y ya acomodada evidencia.
 
     El carabinero pidió hablar con Ricardo pero la sub-comisario Correa se lo negó, parecía como si quisieran ocultarlo. El carabinero insistió, esta vez con más fuerza e incluso se negó a marcharse mientras no hablara con él y verificara que todo estuviera en orden.
 
     Los investigadores no tuvieron más remedio que hacer que Ricardo saliera del baño y lo llevaron al pasillo al costado del equipo de música.
 
     El carabinero, después de preguntarle brevemente si se encontraba bien, visiblemente impresionado por el gusto musical de la familia, no pudo evitar el comentario:
 
     Vaya, a ustedes sí que les gusta la música. Tienen bastantes CD’s. Deben tener cuando menos unos cien.
 
     No era la primera vez que alguien que los visitaba hacía comentarios sobre la selección musical, ya sea de CD’s o de casetes y, en prácticamente todos los casos, permanecían contemplándola un buen rato con admiración, pero el comentario del carabinero en estos momentos, más que simpático, resultaba un tanto desatinado.
 
     Sin permitirles cruzar más que unas pocas palabras, los investigadores hicieron rudas indicaciones al carabinero para que se marchara de la casa y el mismo sub-prefecto Bravo lo obligó a acompañarlo hasta la puerta donde nuevamente le hizo cortantes comentarios para que se marchara rápidamente de la propiedad y no se metiera con ellos.
 
     Ricardo fue llevado de regreso al baño donde tranquilamente continuó hablándole a sus guardianes sobre la falacia de los derechos, cómo no existía la propiedad privada, de la verdadera libertad y la pérdida del honor… mientras afuera, el alboroto en la casa continuaba y no parecía tener cuando acabar.

continuará ...
 

miércoles, 9 de octubre de 2013

012 • ¡Pórtate bien!

continúa ...


     Cuando a través de sus radios les informaron que los jefes ya estaban llegando al terreno, sacaron a Carlos del cuarto de cómputo donde lo habían mantenido todo este rato y junto con Ricardo los encerraron en el baño, custodiados por dos investigadores que los vigilaban, manteniéndolos en todo momento encañonados con sus armas.
 
     Hicieron que cada uno se sentase en un extremo del baño, lo más alejado posible uno del otro y los dejaron esperando.
 
     Carlos quedó admirado al notar que a pesar de lo difícil de toda la situación, a Ricardo se le veía bastante tranquilo, incluso aprovechó el encierro para conversar con los detectives sobre los valores morales, el honor policial, el honor en los procedimientos y sobre el hecho de que las personas tuviesen derecho, como mínimo, a un trato digno.
 
     Toda esta conversación se desarrollaba en medio de bastante confusión, ya que a veces llamaban por radio a los investigadores o les gritaban a través de la puerta para saber dónde estaban, pero cada vez que lo interrumpían, Ricardo, pacientemente, volvía a retomar el hilo de la conversación.
 
     Carlos, si bien se esforzaba por mantener su atención en lo que Ricardo hablaba, no podía evitar que por su cabeza pasaran rápidamente miles de cosas. Pensaba en las posibilidades a futuro, qué pasaría con su Religión, con su forma de vida, qué pasaría con el resto de ellos y con la relación que habían mantenido hasta ese momento…
 
     Alrededor de las cinco de la tarde, el jefe de la Brigada de Delitos Sexuales y Menores, sub-prefecto Miguel Bravo Boado, que era quien estaba a cargo de la operación, hacía su entrada triunfante en la casa, acompañado del prefecto Luis Cariz, jefe de comunicaciones de la institución y el prefecto inspector metropolitano José Sotomayor Llanoa, ex jefe de la región metropolitana.

     Inmediatamente el alboroto dentro de la casa se incrementó.

     El sub-prefecto Bravo fue directamente al baño donde tenían a los hombres encerrados y por todo saludo se limitó a preguntar en forma muy despectiva:

     Bueno… ¿Cuál es? ¿Cuál es?

     Los detectives que estaban vigilándolos le señalaron a Ricardo y el sub-prefecto Bravo se acercó a él.

     ¡Pórtate bien! —Le dijo cacheteándolo suavemente en el rostro y sin más, volvió a salir del baño.


continuará ...

jueves, 3 de octubre de 2013

011 • ¡Yo no autorizo la entrada de la Prensa!

continúa ...

 
     No les permitían comunicarse con alguien de afuera para avisar lo que les estaba pasando y cuando Ricardo solicitó hacer la llamada telefónica a la que lo facultaba la ley chilena, la sub-comisario Correa, en tono irónico le respondió:
 
     Lo siento Ricardo, pero es imposible, ya que, según ustedes mismos dicen, en la casa no hay teléfono… Pero no te preocupes, ya podrás hacer tu llamada cuando sean llevados a Santiago.
 
     Esta no era sino otra más de sus excusas ridículas, ya que ellos se comunicaban todo el tiempo a Santiago vía radio y celulares y varios de ellos los mantenían colgando visiblemente de sus cinturones.
 
     Ricardo insistió:
 
     Si vamos a ser llevados a Santiago necesitamos que alguien se venga a quedar en la casa para cuidar a los perros y nuestras cosas, tenemos computadoras que son equipo muy costoso y que no puede ser dejado así como así, además…
 
     La sub-comisario lo interrumpió para repetirle que ya llamarían de Santiago y se fue dejándolo con la palabra en la boca.
 
     Mientras tanto, las conversaciones por radio iban y venían y podía oírse cómo, desde Santiago, les iban informando en dónde se encontraba el grupo que venía a su encuentro.
 
     Los detectives en la casa ponían especial cuidado en la distribución de las cosas y cada vez se veían más ansiosos.
 
     Desde donde Carlos estaba observándolo todo, empezó a sospechar que seguramente vendría la prensa y a la primera oportunidad que tuvo se lo dijo a Ricardo, quién pidió hablar inmediatamente con la sub-comisario Correa, la cual se apareció mucho rato después por la casa pero sin prestarle ninguna atención.
 
     Ricardo la abordó y le recordó en tono bastante firme que si bien ellos, con la orden del juez, tal vez tuvieran autoridad para allanar y hacer todo lo que estaban haciendo, la prensa no podía entrar a propiedad privada sin la autorización del dueño.
 
     La sub-comisario lo calmó asegurándole que no iba a ser así, que no iba a pasar nada y que la prensa no iba a entrar a la casa y siguió revoloteando vigilando cómo su gente organizaba todo.
 
     A medida que el grupo que venía de Santiago se acercaba, el nerviosismo entre los policías aumentaba, hasta el punto que se despreocuparon un poco de sus detenidos y de la investigación misma.
 
     Ahora los investigadores se encontraban muy interesados en su apariencia personal, se preguntaban entre ellos cómo se veían, se peinaban y se arreglaban los unos a los otros frente al espejo de cuerpo entero que había en el hall de distribución.
 
     Rato después, se podía oír que por los radios les informaban que la prensa ya estaba en camino, que se hallaban a la altura de Rengo y los instaban a tener todas las cosas en orden en la casa. A una indicación de la sub-comisario Correa, el investigador les respondió ya pueden venir, ya tenemos todo listo.

     Mara encontró muy raro el comentario. ¿Qué está listo? Pensó que tal vez se referían a que ya habían sido arrestados. Nunca imaginó siquiera que se trataba del espectáculo que estaban montando.
 
     Gaby, que había alcanzado a oír al investigador, se volteó muy alarmada y le dijo a Ricardo que la prensa estaba rumbo a donde ellos, pero otro detective la hizo callar bruscamente.

     Nuevamente Ricardo abordó a la sub-comisario Correa para recordarle que el terreno era propiedad privada y que la orden que ellos tenían para allanar no incluía a los periodistas.
 
     Definitivamente NO autorizo, por ningún motivo, la entrada de la prensa en mi propiedad y menos aún en mi casa. ¡No autorizo la entrada de ninguna persona que no esté amparada por una Orden Judicial! —Remarcó.
 
     Esta vez, la actitud de la sub-comisario fue muy distinta, hizo callar a Ricardo de forma ruda y ya no le importó mantener la tranquilidad con engaños como había hecho la vez anterior.
 
     ¡Mira Ricardo, tú mejor te callas, si yo quiero ellos van a entrar y todos ustedes ya me están cansando, así es que mejor estate tranquilo y callado de una buena vez si no quieres que tome otras medidas! —Le dijo, sin siquiera mirarlo de frente a la cara.
 
     Ahora era evidente que el gran momento era la llegada de los medios de prensa y que todos los preparativos eran para eso.
 

continuará ...