Aclaración: A pesar de lo que pueda haber dicho la Prensa sensacionalista, nuestro reclamo no es “contra Chile” sino, específicamente contra los malos funcionarios de una mala administración, quienes quebraron no sólo múltiples puntos de la Declaración De Derechos Humanos, sino hasta las mismas Leyes y Constitución del Estado Chileno.

viernes, 28 de febrero de 2014

056 • La Hacían Escuchar Los Gritos

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     Más adelante en la noche, la sub-comisario Correa entró en la habitación donde mantenían a Fanny y entre las dos mujeres intentaron ganarse la compasión de ella diciéndole que estaban muy cansadas, que la detective estaba embarazada, que los hijos de la sub-comisario la estaban esperando en su casa y que ambas habían trabajado todo el día. La instaban a que hablara de una vez para que pudieran irse a descansar.

     Decían una serie de cosas para hacerla sentir culpable, pero era evidente que todas eran trucos para que Fanny cooperara con ellas y a esas alturas ya ni siquiera estaba segura de si la investigadora estaba embarazada y les había mentido antes o la estaban engañando ahora.

     A la oficina no paraban de entrar y salir detectives que aunque fuera por breves momentos, participaban también de los golpes, insultos y amenazas.


     Fanny pudo escuchar música que venía de algún lugar del edificio, podía distinguir las voces de Carlos y Jaime, los gritos de los detectives y los golpes de una guasca que la hacían sonar bien fuerte.

     Una de las investigadoras le dijo que los estaban golpeando y que si ella no hablaba le iban a hacer lo mismo.

     A Fanny le dolía el estómago de nervios y al sentir los azotes de la guasca, no pudo contenerse más y empezó a llorar. La detective que supuestamente estaba embarazada, al ver esto, la hizo acercarse a la ventana para que escuchara mejor cómo les pegaban. Ella se imaginó lo peor ¡Carlos! ¡Lo están golpeando!… Se sentía terriblemente mal en esos momentos, quería correr, quería desaparecer, quería que todo terminara de una vez.

     La detective, al ver su desesperación, le dijo que no sólo los estaban golpeando sino que les iban a poner electricidad y se deleitó detallándole los problemas sexuales que Carlos tendría posteriormente. Fanny sentía muchísimo miedo… ¡Los creía capaces de todo!

     La mujer asumiendo la pose amistosa, le decía que ella sólo la quería ayudar, y que por eso Fanny debía cooperar.

     Cuando consideraron que ya se estaba quebrando, la investigadora embarazada se sentó tras la máquina de escribir, colocó los dedos en el teclado y empezó a tipear los datos personales de Fanny, pero cuando se dieron cuenta que ella no les iba a decir nada, les dio una rabia espantosa que desahogaron golpeándola e insultándola.

     Las amenazas continuaron durante mucho rato. Le dijeron que a ella también la iban a golpear y le pondrían electricidad como estaban haciendo en ese preciso momento con su esposo y que la música que oía era para disimular un poco los golpes y los gritos… y esa, ¡no era otra de sus mentiras!


continuará ...


lunes, 24 de febrero de 2014

055 • Interrogando A Jaime

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     Hasta la oficina en donde tenían esposado a Jaime llegaban muchos gritos y ruidos de golpes mezclados con música que le hacían pensar que probablemente provenían del resto de sus amigos a los que ya estarían torturando.

     Entraban y salían investigadores constantemente y le preguntaban a qué se dedicaban o qué hacían en la casa.

     Jaime les explicaba que él era estudiante de derecho, que vivía en la casa con otros miembros de su Religión y que fuera de tener por costumbre levantarse muy temprano a hacer oraciones, ofrendar cada cosa que comían e intentar ser consecuentes con cada hecho de su vida, no había nada distinto en ellos.

     Preferimos vivir juntos porque nos resulta más económico, pero cada cual tiene su propio dormitorio y nadie se mete en lo que hacen los demás.

     A pesar de que los detectives le insistían para que les contara sobre su vida, ya que según le explicaban, ellos lo único que querían era poder entender su posición, la mayoría de las veces el interrogatorio giraba en torno a intentar que fuera Jaime quien les dijera por qué habían sido detenidos.

     Venían una y otra vez y le preguntaban exactamente lo mismo o se deleitaban registrándole la billetera, mirando las tarjetas que habían quedado y tratando de descubrir alguna evidencia en ellas.

     En algún momento de la noche, entró un investigador que le vendó los ojos, botó bruscamente la silla a la que estaba esposado y lo amenazó con golpearlo si no hablaba.

     Después de dejarlo mucho rato tirado en el piso preguntándose qué vendría ahora, el detective ordenó que le quitaran la venda y enderezaran su silla nuevamente.

     Jaime se lo quedó mirando fijamente a los ojos y el investigador, reaccionando en forma agresiva, le ordenó que bajara la vista y lo amenazó con las consecuencias que vendrían si no obedecía.

     Al poco rato salió de la habitación y dejó a otros detectives que siguieron interrogándolo y golpeándolo desde una posición tal que no le permitían ver la cara de ninguno de ellos.


continuará ...


sábado, 22 de febrero de 2014

054 • Casi Desnudo Y Lleno De Cables

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     Lo que más le preocupaba en esos momentos a Carlos, era que cuando viniesen los choques eléctricos pudiese mantenerse entero, que no fuese tan terrible, que no lo lograran quebrar. El sabía que hasta antes no iban a poder quebrarlo, pensaba que lo más probable era que después tampoco, pero no sabía, en realidad, cómo iba a ser eso, no sabía la intensidad de dolor a la que podría estar expuesto. Pensaba que tal vez no iba a poder tener hijos o que podría quedar impotente…

     Siguieron así durante mucho rato mientras le decían que estaban preparando la máquina.

     ¡¡¡Los otros ya han confesado y te están inculpando de todo a ti!!! ¿Cómo defiendes tanto a un hombre que se acuesta con tu mujer? ¡¡¡La pena mínima que te van a dar va a ser de cinco años de cárcel!!! —Le gritaba al oído el inspector Silva apoyado por los otros detectives.

     ¡Cinco años de cárcel! Realmente le preocupaba lo que significarían cinco años de cárcel.

     La sub-comisario Correa entró a la habitación mientras mantenían a Carlos casi desnudo y lleno de cables y también ella lo amenazó y lo golpeó a la par con los otros detectives, mientras le decía que ella ya se había olvidado que era mujer, que en ese momento ella no era ni hombre ni mujer, sino simplemente un funcionario y nada más.

     Medio desnudo como estaba, lo obligaron a permanecer en pie y a doblarse por la cintura formando una «L» con su cuerpo.

     En esos momentos Carlos temió que lo fueran a violar… No lo hicieron, aunque lo mantuvieron mucho rato así, en la incertidumbre, mientras lo golpeaban en la espalda y le pinchaban las piernas cada vez más fuertemente.

     Trajeron una radio que prendieron también a todo volumen para ayudar a disimular sus gritos cuando conectaran la corriente.


continuará ...


jueves, 20 de febrero de 2014

053 • Le Ordenaron Quitarse la Ropa

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     Conforme la noche avanzaba, los investigadores fueron cambiando su táctica, le ordenaron a Mercedes quitarse una a una las diversas prendas: primero el abrigo, luego la chompa, los zapatos, las medias… Entre golpes y amenazas la obligaban a obedecer.

     Mercedes podía escuchar a los investigadores hablando a gritos en las habitaciones contiguas, sonidos de golpes y ruidos que parecían ser de llanto.

     Los detectives le explicaban que estaban golpeando a sus amigos, que les estaban poniendo corriente y que luego vendrían a pegarle a ella también, que el gordo con los electrodos vendría y que allí ella se iba a arrepentir por no haber querido colaborar ya que ellos estaban queriendo impedir que la lastimaran y que por eso debía cooperar.

     Pero Mercedes estaba resuelta, podían hacerle todo lo que quisieran a su cuerpo y aún así sería inútil. El dolor físico era algo que ella podía soportar, no porque no le doliera, todo lo contrario, sino porque mal que mal o mal que bien, de chica su madre la había maltratado salvajemente hasta que aprendió a manejarlo… pero lo que sí le resultaba insoportable y que jamás sabría manejar, era el dolor emocional de ver a sus seres queridos tan denigrados. ¿Cómo podían siquiera suponer que ella sería partícipe? No iban a lograr nada de ella, jamás iba a decirles las mentiras que querían que dijera.

     Allá arriba están dos declarando que se han acostado contigo y que sólo estaban ahí porque querían culear… ¿Tú los vas a dejar que digan eso de ti? ¡Sálvate a ti misma! —Insistía uno de los investigadores intentando asustarla.

     Con lo que acaban de decir ya sé que todo es mentira… nadie que yo conozca puede decir eso de mí —le respondió mirándolo de frente.

     Los detectives intercambiaron miradas de culpabilidad como si hubieran sido pillados en falta, pero la investigadora, sin dejarse amilanar, la amenazó con llevarla a las duchas frías si no hablaba y lo hubiera hecho de no ser porque uno de los detectives le dijo bien bajito que ella le había dicho al doctor que estaba resfriada y con fiebre.

     ¡Ya! No declares si no quieres, pero explícame a mí por qué lo haces. ¡¡Por la rechucha, explícame!! ¡Quiero entender! —Intentaba convencerla el investigador de ojos verdes, que se mostraba como el más comprensivo del grupo.

     Tú eres la que está más cagada. ¿No lo entiendes? Tú apareces en todas las fotos.

     ¿Te excita que te hagan esas cosas? —Le preguntaba el detective mestizo, que hasta ese momento se había limitado a mirarla de arriba abajo, con una expresión de evidente deseo sexual y más que una pregunta parecía una insinuación.



continuará ...


miércoles, 19 de febrero de 2014

052 • La Tortura Continúa

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     Carlos empezó a ver todo lo que estaba pasando como si fuese un simple testigo de las cosas y observaba lo que sucedía, incluso lo que él mismo decía, desde un segundo plano. Se convirtió en un espectador de su propia tortura. Sabía lo que estaba ocurriendo y entendía las consecuencias, pero no había miedo, no había angustia, no había sentimiento alguno, sólo la calma del observador que espera a ver en qué desencadena todo.

     Los investigadores entraban y salían. A veces eran tan solo tres o cuatro de ellos y en otros momentos había más de seis detectives en la habitación, tan sólo el inspector Silva, que era quién conducía el interrogatorio, permanecía todo el tiempo dando órdenes.

     Lo obligaron a pararse en medio de la sala y uno de los detectives le vendó los ojos y le puso diodos —o tal vez cables… no podía estar seguro— en la cabeza, entre el interior de la venda de los ojos y las sienes, en medio de la lluvia de golpes que seguía.

     Ahora, sin poder ver nada, lo obligaron a bajarse los pantalones y los calzoncillos y le dijeron que le iban a poner corriente.

     Carlos se mantenía repitiéndoles que realmente estaban equivocados, que él no sabía nada y que definitivamente no podía creer que fuese verdad lo que estaban diciendo.

     Sintió que lo pinchaban en la parte interior de las piernas, cerca de la zona genital, con un objeto punzante que él no pudo discernir si eran agujas o las puntas de cables pelados y las amenazas del inspector Silva se hacían cada vez más fuertes:

      ¡¡¡Cabro huevón de mierda!!! ¡¡Es mejor que hables, es mejor que cooperes porque ya estamos perdiendo la paciencia!! —Le decía mientras los otros lo seguían golpeando.

     Después de un rato de tenerlo así, le amarraron algo alrededor de la cabeza del pene que se lo ahorcaba, algo que parecía ser un cable y del cual partía otro cable que le rozaba la pierna.

     Empezaron a mover ciertos aparatos electrónicos dentro de la oficina como para darle a entender que en cualquier momento vendría el choque eléctrico. Encendieron un aparato que parecía ser un televisor en un canal sin transmisión y le subieron el volumen al máximo, lo cual, según le dijeron, era para que el ruido de la estática tapara sus gritos.

     ¡¡¡Ahora sí vamos a conectar la corriente!!! ¡¡¡Ahora sí va a venir el choque eléctrico!!! —Continuaban amenazándolo y golpeándolo los detectives una y otra vez.


continuará ...


domingo, 16 de febrero de 2014

051 • La Espera en la Cafetería


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     El investigador bajito ofreció una taza de café a las mujeres que esperaban en la cafetería. Alejandra ni siquiera se percató del ofrecimiento y Lola lo rechazó cortésmente, ya que, según explicó, le caería mal, pero Mara, Elsa y Gaby aceptaron de buena gana.

     Mientras las horas pasaban se hicieron varias menciones al respecto, pero unas veces resultaba que no tenían café y otras que no tenían azúcar, las excusas iban y venían y los cafés nunca llegaban.

     El investigador les lanzó un largo discurso explicativo:

     Nosotros, los policías de investigaciones, somos muy pobres y no tenemos dinero para darnos el lujo de comprar café, hasta el azúcar está muchas veces fuera de nuestras posibilidades, pero tal vez… bueno… quizá ustedes tendrían como ayudarnos para que podamos comprar…

     A pesar de su lastimera perorata, ellas simplemente lo miraron sin responder. La cosa terminó en que después de muchos dimes y diretes, cambiaron el ofrecimiento del café por té, el cual recién llegó luego de pasado mucho rato más.

     Realmente ninguna de ellas tenía ganas de tomar café y mucho menos té, pero tal como prometían continuar las cosas más adelante, se forzaron a beberlo, aunque a Gaby, luego de un par de sorbos, las nauseas la obligaron rápidamente a dejar su taza a un lado.

     Un investigador de aspecto muy desaliñado, que había entrado hacía poco rato y se hallaba sentado un par de mesas más allá tomando algo caliente y comiéndose sonoramente un sándwich, hizo un comentario sobre que las mujeres mismas debían lavar el servicio que habían ocupado, pero ellas no le respondieron y tampoco hicieron el menor intento de moverse y sea porque desistieron de la idea o porque se distrajeron con otra cosa, al final las tazas quedaron sucias sobre la mesa de la cafetería.


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viernes, 14 de febrero de 2014

050 • Eran Despiadados


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     La indiferencia que mantenía Beatriz ante los insultos y las amenazas, enfureció aún más a la sub-comisario Correa.

     — ¿Sabes lo que le estamos haciendo en este momento a tu amorcito, a tu Badani? Lo estamos torturando. ¿No nos crees?… En unos momentos te vamos a llevar a la sala vecina donde está tu Guru, para que escuches sus gritos de dolor.

     ¡Era despiadada! Beatriz la miró con rabia y asustada al mismo tiempo, no quería creer lo que estaba escuchando. Pensó en lo que le estarían haciendo a Ricardo… ¡Pensó lo peor! Ya tenía antecedentes de lo basura y corruptos que eran los «tiras» y le dieron ganas de llorar ahí mismo, pero se contuvo para no quebrarse delante de ellos.

     La sub-comisario Correa, con voz de victoria, le volvió a preguntar si tenía algo que decir.

     — Solamente que lo amo.

     La sub-comisario la insultó de mala manera y se la llevó arrastrándola del brazo hasta la sala donde tenían preparado su montaje con todo dispuesto para la prensa. Allí le fueron señalando una por una fotos privadas de ellos, que los investigadores habían mezclado con malicia formando un collage contra la pared de la habitación y le preguntaban si las conocía.

     Beatriz guardaba silencio.

     Mientras la obligaban a mirar las fotos, la zarandeaban y le daban empujones constantemente. Ella sentía mucha rabia por el trato tan prepotente del que era objeto.

     Después la hicieron caminar sin sentido de un lado a otro de la sala, mientras la insultaban groseramente, hasta que chocó con un tipo mucho más alto que ella. Este investigador se dedicó a caminar detrás de ella dándole constantes golpes secos en la nuca mientras le repetía:

     — No te hagas la weona… ¡¡Habla!!…

     Nunca en su vida le habían pegado y se enfureció al sentir la mano del hombre agrediéndola. Estaba tan enojada por tanto atropello que empezó a sentir que todo giraba en torno a ella, se sintió mareada y creyó que se iba a desmayar. Tuvo que hacer grandes esfuerzos por mantener el control ya que no sabía qué le podían hacer si perdía el conocimiento.


continuará ...

miércoles, 12 de febrero de 2014

049 • Golpes y Amenazas


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     El sub-prefecto Bravo —en su típica actitud cobarde— aguardó hasta que el prefecto Sotomayor se retiró de la Brigada poco después de las tres y media de la mañana y con el ceño más fruncido de lo habitual, vino a buscar a Ricardo, acompañado de otro detective.

     Lo llevaron hacia el interior del edificio, a una oficina donde otro investigador más, estaba ya esperándolos.

     Supuestamente lo habían llevado allí para interrogarlo, pero en cuanto entraron, el sub-prefecto le advirtió en muy mal tono que no le iba a permitir nuevamente que lo hiciera quedar mal delante de su gente y remarcó sus palabras dándole un par de violentos sopapos en el rostro.

     Luego, uno de los investigadores que lo asistía, le soltó las esposas y se las volvió a colocar sujetándole ambas manos muy apretadas a la espalda.

     El otro, de un violento empujón, lo obligó a arrodillarse y le esposó los tobillos enganchándolos con las muñecas.

     Le tiraron una manta gruesa y hedionda sobre el cuerpo que le impedía ver y no le permitía respirar bien, dejándolo al poco tiempo muy mareado, no sólo por la dolorosa posición y por la falta de oxígeno, sino porque allí empezaron a darle continuos y brutales golpes en la espalda.
 
     — ¡Tú no me vas a hacer quedar mal delante de mis superiores! ¡Vas a ver! ¡Vas a aprender! ¡Yo te voy a enseñar a comportarte! —Repetía el sub-prefecto, acompañando sus palabras con nuevos golpes— ¡¡Peruano de mierda, los peruanos no sirven para nada!! —Los mismos insultos se repetían una y otra vez, parecía no tener mucho más vocabulario que ese.

     Los golpes, que daban la impresión de ser puñetazos dados no con los nudillos sino con el costado de la mano, eran bastante dolorosos, sobre todo los que le caían sobre la columna vertebral, pero Ricardo los soportaba sin moverse ni emitir queja alguna.

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domingo, 9 de febrero de 2014

048 • «Joyita» de Baño

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     Las horas transcurrían y, ya a esas alturas, las mujeres en la cafetería se encontraban totalmente doloridas por seguir en la misma posición, pero cada vez que alguna intentaba acomodarse un poco, apoyar los codos sobre la mesa o estirar las piernas, los investigadores las empujaban con brusquedad, les tironeaban el cabello, las insultaban y les ordenaban sentarse bien derechas nuevamente en la silla. Pero eran los investigadores los que tenían más cara de cansancio y fastidio, tenían la apariencia de querer que todo terminara y poder irse ya, como si los verdaderos detenidos fueran ellos.

     Gaby sintió necesidad de ir al baño y el investigador gordito accedió a llevarla él mismo, dejando a otro investigador vigilando a las demás.

     En la salita al lado del baño estaba Ricardo, sólo y esposado, sentado en las sillas que al inicio habían ocupado ellas.

     Ricardo levantó la vista al ver venir a Gaby, se la quedó mirando con una expresión de paz y confianza que a ella le infundió muchísima fuerza y le hizo su típico gesto de «paciencia».

     A ella le hubiera gustado decirle algo, pero el investigador la empujó y tuvo que continuar su camino hacia el baño, el cual era, en realidad, un minúsculo cuartucho de poco más de un metro cuadrado, hediondo, con un retrete teñido de amarillo y café por el sarro y emanando todo tipo de olores, además de un lavamanos atorado, con agua empozada y toda clase de mugre pegada en él, tanto en el fondo como en los costados y subiendo hasta la llave de agua.

     En cuanto Gaby abrió la puerta para entrar, se arrepintió.

     El hedor que brotaba de aquel lugar era insoportable y todo el espacio era tan reducido que no había ni siquiera área para darse la vuelta, pero pensando que el siguiente lugar que encontrara podría ser peor, se decidió a usarlo, no sin antes imaginar la cantidad de microbios que andarían felices danzando por ahí.

     Tuvo que hacer grandes esfuerzos para no rozar contra nada.

     Cuando salió del baño, el investigador estaba sentado junto a Ricardo conversando afablemente con él. Ella habría querido que siguieran hablando mucho rato más para poder quedarse cerca, pero la conversación se interrumpió casi inmediatamente y el investigador la condujo de regreso al mismo salón y a la misma silla en la que antes había estado.

     Elsa aprovechó de pedir permiso también y cuando iban en dirección al baño, el investigador se puso a caminar detrás de ella acercándose en exceso y haciendo bromas de doble sentido, incluso haciendo el intento de tocarla, pero Elsa, ignorándolo por completo, continuó avanzando con el mismo paso pausado que llevaba.


continuará ...


viernes, 7 de febrero de 2014

047 • Torturando a Carlos

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     Cerca de las tres y media de la madrugada, Carlos fue conducido al segundo piso de la dependencia. Lo llevaron a una oficina pequeña con un único escritorio donde ya lo estaban esperando más de cinco investigadores que se encerraron con él. Entre ellos, el inspector grande, gordo, de barba y de apellido Silva.

     Uno de los detectives le ordenó de mala manera quitarse los lentes y eso le hizo darse cuenta de lo que vendría. Desde el mismo momento en que obedeció, empezaron a golpearlo fuertemente con la mano abierta en la cara, en la cabeza, a la altura de las orejas, en la nuca y en la espalda, pero de una forma especial que no dejaba marca. Sabían pegar.

     Querían que confesara lo que ellos querían que confesara, que afirmara las cosas que ellos decían y como ellos las decían y lo amenazaban con que si no confesaba le iba a ir mucho peor.

     Carlos sabía bien que no debía hacerse el valiente, el altivo u orgulloso y tirarse de frente contra ellos, así es que mansamente aceptaba los golpes y se defendía a como podía, protegiéndose con las manos que aún le mantenían esposadas por delante.

     Le preguntaban una y otra vez qué era lo que hacían y qué tipo de rituales tenían y él les repetía —¡les repetía tantas veces!— de qué se trataban las lámparas, el incienso, las ofrendas de alimentos, la campana y que esos eran todos los tipos de rituales que ellos hacían.

     Nuestra Religión nos lleva a resacralizar todos los actos de la vida, es decir que para nosotros no es en el momento en que voy a la iglesia que voy a estar en comunión con Dios sino que en todo momento, en cada acción diaria que realizo trato de estar en comunión con mi Dios y de acuerdo a su ley. No hay nada más que eso.

     Pero los investigadores seguían insistiendo y seguían insistiendo en que tenía que haber algo más.

     También le preguntaban a qué se dedicaba y qué hacía durante el día y él, pacientemente, les explicaba que había quedado cesante hacía poco y debido a ello, se había ido durante un tiempo, junto con su esposa, al campo, a la casa de Ricardo, que allí durante el día hacía labores de campo, que la mayor parte del tiempo estaba dedicado principalmente a cortar la mora para despejar la gruta donde estaba la imagen del Señor Shiva y que algunos días por la tarde daba clases de inglés a varias de las mujeres.

     ¿No te da rencor, que mientras tú estabas en tus labores de campo, Badani se estaba acostando con tu mujer? —Decía uno de los investigadores mientras continuaban golpeándolo.

     Eso no es verdad, están cometiendo algún tipo de error, las cosas no son así. Yo conozco a Ricardo y estoy seguro que lo que ustedes dicen no es cierto, todo esto debe ser una confusión, no puedo creer que ese tipo de cosas sean verdad realmente, deben estar equivocados… —explicaba Carlos, sin alterarse.

     ¿Cómo que equivocados? ¡Huevón de mierda! —Los investigadores se enfurecían, lo golpeaban con más fuerza y le hablaban con groserías e insultos.

     Le ordenaron que declarara sobre cómo el Guru se acostaba con todas las mujeres que venían a la casa, cómo eran los ritos sexuales, las orgías y todas las degeneraciones que se hacían a diario en Los Maquis, pero Carlos les volvía a repetir que él jamás había visto las cosas de las que le hablaban, que sus ceremonias consistían en ofrecer alimentos, incienso, flores y no lo que ellos decían y que probablemente todo debía de ser una confusión.

     Le preguntaban también sobre la vida íntima de la casa y cómo eran los detalles de la vida sexual de Ricardo, que al parecer, eran los que más les interesaban.

     Nuevamente Carlos les volvía a explicar que en realidad, él no conocía mayores detalles de alcoba de Ricardo, que Ricardo sí tenía varias esposas y que suponía que todas se acostaban con él, pero que él no se metía, ya que era algo que no le preocupaba mayormente, que a él lo habían alojado en un dormitorio aparte, que ahí dormía con su mujer y que nunca había visto ni oído nada extraño.

     Pero… ¡¿Qué interesante le encuentras entonces a esta secta y a este Badani?! —Preguntó uno de los investigadores, visiblemente desconcertado.

     Carlos le explicó que en esta Religión él había encontrado muchas respuestas para su vida y que por eso estaba ahí, pero los investigadores se enfurecieron al ver que Carlos sólo les decía lo que había visto y vivido en realidad en los años que llevaba en esta Religión y conocía a Ricardo, es decir, nada de lo que ellos querían escuchar y, visiblemente cada vez más molestos, seguían buscando motivos enfermos que se parecieran a los que ellos ya tenían en sus cabezas.

     A medida que las respuestas obtenidas iban siendo las mismas, los investigadores iban perdiendo la paciencia, los golpes iban aumentando en intensidad y se volvían cada vez más agresivos.


     El inspector Silva se acercaba a Carlos en una actitud muy violenta, le echaba encima su voluminoso cuerpo amedrentándolo y lo amenazaba una y otra vez con golpearlo y cuando Carlos a pesar de todo volvía a afirmar que no sabía nada, golpeaba muy irritado la mesa y le gritaba:

     ¡¡¿Cómo que no sabes nada?!! —El inspector se iba enojando más y más y dejó de golpear el escritorio para empezar a golpearlo ahora a él y a amenazarlo con más saña— ¡¿Tú sabes lo que se hacía en Chile en 1973, durante el tiempo de la C.N.I., con los presos políticos?! —Le dijo mirándolo muy de cerca a los ojos.

     El inspector estaba haciendo mención a las terribles torturas que se llevaron a cabo durante el período militar y no sólo eso, sino que se jactó de haber pertenecido a la disuelta Central Nacional de Informaciones y haber tomado parte en las torturas cuando trabajaba allí.

     Era una forma de amenaza bastante fuerte, pero Carlos, intentando hacerse el desentendido, le contestó que no tenía ni idea en realidad.

     ¡¡Cómo que no, cabro huevón de mierda!! ¡¡Eres saco de huevas o te haces!! —Gritó el inspector más furioso que antes y sus palabras vinieron acompañadas de otro golpe en la cara.



continuará ...


miércoles, 5 de febrero de 2014

046 • Ensimismada e Indefensa

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     Poco antes de las tres y media de la mañana trajeron a Alejandra a la cafetería. Era la primera vez que se reunía con las demás mujeres desde que en la casa de Los Maquis le habían alcanzado ropa de abrigo.

     Entró mirando el piso. Parecía como si se hallase avergonzada por algo y no se atreviera a mirar a las demás a la cara. Era extraño. ¿Qué le habían hecho? ¿De qué tenía miedo?

     Todos los que estaban allí tenían una Religión que los mantenía firmes y unidos, pero ella había llegado recién de visita y ni siquiera pertenecía a la Religión… debía ser todo muy duro para ella. Daba mucha pena verla así. Se veía tan ensimismada e indefensa.

     Gaby tuvo el impulso de pedir permiso para ir hasta donde ella y abrazarla, no necesitaban hablar, tan sólo quería hacerle sentir que no se hallaba sola… pero dado el modo tan brutal en que los estaban tratando, hubiera sido ridículo siquiera intentarlo.

     Hicieron sentarse a Alejandra sola en una silla a la entrada de la habitación, en la esquina derecha de la pieza, mirando al rincón.



continuará ...



domingo, 2 de febrero de 2014

045 • Las Amenazas a Claudia


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      Poco después de las dos y media de la mañana vinieron a buscar a Claudia a la habitación donde la habían dejado y la llevaron a otra sala donde ya la esperaban dos investigadores y tres investigadoras, que junto con el detective que la conducía se encerraron con ella.

     Comenzaron a interrogarla en medio de un montón de amenazas —¡¡Te vamos a pegar!! ¡Te vamos a colocar el detector de mentiras para ver si es verdad lo que nos dices!— además de una innumerable serie de insultos y muchos golpes.

     A Roxana —que desde donde estaba podía oír la voz angustiada de Claudia y podía escuchar su llanto— le fue fácil suponer que la estaban interrogando.

     Le hacían muchísimas preguntas, pero sobre todo la interrogaban sobre su relación con Ricardo Badani.

     Claudia les contó cómo a través de Carlos, de quien se había hecho amiga cuando trabajaban juntos en el barrio Bellavista —ella como artesana y él como lector de tarot— había conocido a Ricardo y a su familia hacía cuatro años cuando estaba buscando algo más para su vida, que Ricardo había respondido a sus preguntas y que al visitarlos y conocerlos más, se había sentido muy cómoda con ellos y había pedido pertenecer a la Religión.

     También les contó que había conocido a Karim al año siguiente, que tan solo un mes después ya estaban viviendo juntos y que desde entonces habían sido inmensamente felices.

     Ella les explicó, una y otra vez, que durante el tiempo que había permanecido alojada en casa de Ricardo y posteriormente en todas las visitas que había hecho, él le había enseñado muchísimas cosas, que todos en general tenían por costumbre estudiar constantemente y que les gustaba leer sobre diversos temas, pero que jamás había visto ni oído nada extraño y mucho menos las cosas que los detectives afirmaban.

     Querían que Claudia declarara que había tenido relaciones sexuales con Ricardo, incluso le aseguraban que si decía que él la había forzado a todo, ella saldría en libertad inmediatamente y no iba a tener ningún problema.


     Entre lágrimas, Claudia les insistía y les insistía en que lo de ellos era una Religión, que ella como mayor de edad que era podía hacer lo que quisiera, que en ningún momento nadie la había forzado a nada y más aún, jamás había visto que se obligara a ninguna persona a nada, pero como eso no era lo que los detectives querían oír, la golpeaban cada vez con más y más fuerza y la amenazaban con todo lo que se les ocurría.

     Evidentemente, lo que ellos querían a toda costa, era que le echara alguna culpa a Ricardo para tener cargos de los cuales acusarlo, meterlo preso y justificar así todos sus atropellos.

     Un investigador la amenazó con matar a su perra si es que no hablaba y Claudia cometió el error de preguntarles qué había sido del pobre animalito al que no había vuelto a ver desde que lo habían pateado tan brutalmente a la entrada de la casa, pero con ello los detectives se dieron cuenta que lo ocurrido con la perrita le afectaba y empezaron a utilizarla para presionarla aún más.

     ¡¡Nosotros la tenemos y la vamos matar!! ¡Ya vas a ver! ¡¡¡Será mejor que empieces a hablar!!! —Le decían, relatándole todo lo que le harían al animal si no afirmaba lo que ellos querían.

     Todo lo que ustedes dicen son puras mentiras, saben que las cosas no han ocurrido como quieren que yo afirme. ¿Por qué son así? ¿Por qué? Lo único que quieren es conseguir lo que les interesa, no les importa la gente, no les importa la verdad, no les importa nada… —repetía Claudia una y otra vez llorando desesperada. Estaba bajo mucha presión.


continuará ...