Aclaración: A pesar de lo que pueda haber dicho la Prensa sensacionalista, nuestro reclamo no es “contra Chile” sino, específicamente contra los malos funcionarios de una mala administración, quienes quebraron no sólo múltiples puntos de la Declaración De Derechos Humanos, sino hasta las mismas Leyes y Constitución del Estado Chileno.

jueves, 30 de octubre de 2014

124 • ¡NO me dejen aquí!

... continúa

     Cuando Mara llegó al cuartel central de investigaciones era poco menos de las doce y media de la noche. Estaba sumamente oscuro y no se escuchaba ni el más mínimo ruido. Era todo tan solitario, como si no hubiera un alma aparte del guardia y ella. Le preguntó al hombre que la recibió por los demás, pero el guardia la ignoró.

     Al sentirse sola comenzó a experimentar verdadero pánico por primera vez. Su mente comenzó a trabajar muy rápido con ideas negativas que la atormentaban: pensó que a los demás se los habían llevado a algún otro lugar, tal vez a otros calabozos y que a ella la habían dejado sola allí.

     El guardia abrió el portón de la enfermería que quedaba antes de los calabozos en el sector de las mujeres, la obligó a entrar y tanteando en la pared prendió la luz.

     En la pequeña habitación, todo el mobiliario, viejo y lleno de polvo, consistía de una camilla plegable a la izquierda, un escritorio a la derecha, con un ventanal con barrotes de fierro detrás y una silla a un costado.

     Mara se sobresaltó al ver un bulto enorme recostado sobre la camilla y tapado con lo que parecía ser un abrigo. La mujer, que se acomodó en su sitio quejándose por la bulla que estaban haciendo, sin levantar la cabeza le dirigió a Mara un amistoso hola, al cual ella no respondió.

     No le daba ninguna confianza aquella mujer, pensó que tal vez era otra de las detectives que estaba haciéndose pasar por una detenida para intentar ganarse su confianza y cuando estuviera dormida inyectarle alguna droga para luego hacerla desaparecer, quitarle la voluntad mientras nadie sabía dónde se encontraba y sin que ella ni nadie pudiera hacer nada por rescatarla.

     La idea de que la quisieran drogar para llevarla a un psiquiátrico a intentar «curarla» y volverla lo que ellos querían, golpeaba una y otra vez su cabeza. Sentía pánico.

     Mara recordó que Mercedes le había contado cómo, hacía años, su familia, al enterarse que se iba a casar con Ricardo, había hecho una denuncia culpándolo a él de secuestrarla y cuando ella se presentó al juzgado a explicar la situación, sus parientes, que estaban ya aguardándola y habían sobornado a varios policías, la subieron en peso a un auto y la internaron por la fuerza en una conocida Clínica Psiquiátrica de Lima, donde en base a drogas pretendían curarla de su Religión.

     A pesar de no haberlo vivido, ella podía ver en su cabeza a Mercedes corriendo por los pabellones de la clínica para intentar escapar, a los enfermeros bajándola por la fuerza del muro al que en su desesperación intentaba trepar y podía incluso sentir su impotencia cuando la drogaban a la fuerza a pesar de los gritos y las súplicas de ella. Ricardo, que por consejo del abogado la había dejado ir sola con el letrado, no supo dónde estaba hasta varias semanas después y mucho tiempo y esfuerzo le tomó conseguir que un juez ingresara a la clínica, comprobara su verdadero estado —lo cual consiguió gracias a que Mercedes lograba burlar a las enfermeras y no tragaba las potentes drogas que siguieron a las inyectables que la habían mantenido como zombi los tres primeros días— y la rescatara de su involuntario encierro.

     Para Mercedes aquella había sido una experiencia sumamente fuerte que jamás podría borrar y para Mara, ahora, era una posibilidad que la horrorizaba.

     El guardia le informó que allí se quedaría.

     Mara, desesperada, le rogó que por favor NO la dejara en aquel lugar, que no quería estar allí, realmente se lo suplicó. ¡Estaba aterrada!

     Yo no puedo hacer nada, esas son las órdenes que a mí me han dado. Aquí tendrá que pasar toda la noche y tendrá que arreglárselas con lo que hay.

     El guardia le indicó que podía dormir sobre el escritorio —el cual era diminuto— o en el suelo, y mientras le señalaba a la gorda, le explicó que la única camilla estaba siendo ocupada por ella. El hombre apagó la luz y se marchó echando llave a la puerta.

     Mara se quedó paralizada sin saber que hacer, por su cabeza únicamente pasaba una y otra vez la idea a mala hora que acepté una habitación mejor, fue para peor. No quería estar allí.

     Podía darse cuenta de como empezaba a invadirla el pánico, la respiración le cambió y podía sentir cada vez más fuerte los latidos de su corazón. Tenía terror de perder el control, sentía una claustrofobia tremenda...


continuará ...

viernes, 24 de octubre de 2014

123 • Conforme La Noche Avanzaba

... continúa

     Conforme la noche avanzaba, en las oficinas de la brigada la gente se veía cada vez más demacrada, y le insistían constantemente a Jaime que por favor firmara alguna declaración, casi podía decirse que se veían preocupados.

     Era ya poco después de las once de la noche y Jaime, que estaba muerto de hambre, con frío y con más de cuarenta horas sin dormir, estaba ya empezando a ceder a los pedidos de los investigadores, cuando entró un detective al que no había visto antes y le preguntó su nombre. En cuanto se lo dio, el hombre le dijo:

     Así que tú eres… ¡Ya me voy a encargar de ti!— Y, sin agregar nada más, salió bruscamente de la oficina.

     Frente a esta nueva amenaza, Jaime les dijo tajantemente que ahora sí no iba a hacer ninguna declaración. Los detectives insistieron, pero él se mantuvo firme, estaba bastante fastidiado y nuevamente decidido a no declarar.

     Uno de los detectives salió de la oficina con cara de preocupación y a los pocos minutos volvió a entrar el detective que lo había amenazado, pero esta vez para pedirle disculpas, le dijo que se había equivocado, que había sido tan solo un alcance de nombre.

     Después de socializar un poco con él, los detectives volvieron a insistir en la declaración. Esta vez fueron mucho más cautelosos con sus tratos y cuidaron su lenguaje y sus comentarios. En el extremo de la amabilidad, le convidaron un saldo de coca-cola que les quedaba en una botella y él se la tomó agradecido mientras conversaban amigablemente.

     Nuevamente los investigadores le aseguraron que en cuanto declarara le permitirían realizar su llamado telefónico y contactarse con un abogado.



     Por fin, Jaime accedió. Recordaba que esas declaraciones no tenían mayor peso legal y pensó que sería mucho mejor para todos si obtenían algún tipo de asesoría.

     En medio de una conversación amigable, Jaime les contó que conocía a Carlos desde hacía varios años y que en 1994 habían decidido compartir los gastos de una casa, a lo que posteriormente se había sumado Karim, a quien él conocía desde varios años antes de la universidad. Un par de meses después, por pedido de él mismo, Carlos le había presentado a Ricardo Badani y después de ver la profundidad de la doctrina que profesaba, Karim y él, habían abrazado voluntariamente el Hinduismo.

     Si bien los detectives mantenían en todo momento el tono simpático, el contenido de las preguntas era siempre malicioso.

     Jaime les intentó explicar que el estilo de vida de ellos era totalmente natural, que no veían la morbosidad en nada, ni siquiera en el aspecto sexual en el que tanto insistían los detectives y por eso mismo, él no veía nada malo en que Ricardo tuviera seis esposas ya que su Religión se los permitía, además ellas estaban con él por su voluntad y siempre las había visto felices, siempre había visto mucha armonía en casa de Ricardo y en último caso, legalmente eran completamente libres de hacer con su vida lo que quisieran siempre y cuando fuera de manera voluntaria.

     Todo lo que nosotros hacemos en nuestra Religión es absolutamente libre y yo jamás he visto que nadie sea forzado a nada.

     Los detectives, intentando no pelear con él, le preguntaban amablemente —aunque siempre con malicia— sobre las cadenas y los látigos y Jaime les explicaba que a él no le constaba absolutamente nada, que había participado, al igual que el resto, en múltiples ceremonias de su Religión, en las cuales adoraban con oraciones y cantos, compartían la comida y nada más, que incluso a veces tenían gente que no pertenecía a la Religión participando, como había ocurrido con su hermana que se encontraba visitándolo en Santiago y que después de una celebración se había quedado en casa de Ricardo porque le había gustado el ambiente y para practicar inglés con Carlos, pero nada más, ya que él no influía en Alejandra, la cual desde hacía varios años era mayor de edad.

     Mientras dos o tres detectives se encargaban de las preguntas, las cuales intentaban llevar siempre en torno a la persona de Ricardo Badani, otro de ellos, sentado tras la máquina de escribir, se esforzaba visiblemente por escuchar cada detalle de la conversación y de rato en rato se lanzaba a tipear rápidas anotaciones de lo que supuestamente era su declaración.

     Mucho más tarde en la noche, Jaime firmó un documento que en teoría contenía lo que él había dicho, pero el cual no le permitieron leer pese a sus insistencias y alegatos. Luego, no obstante todas las promesas anteriores, se lo llevaron rápidamente al cuartel central cuando era pasada la media noche, escudándose en lo tardío de la hora y ofreciéndole que ya al día siguiente podría hacer sus llamadas.


continuará ...

miércoles, 22 de octubre de 2014

122 • Venía Sumamente Alterada

... continúa


     Poco después de la media noche condujeron a Beatriz hasta el cuartel central en un automóvil. Ella viajó en el más completo silencio y aún seguía atormentada por los difíciles momentos que le habían tocado vivir cuando el guardia la condujo a un calabozo sumamente oscuro y pestilente.

     Al entrar sintió un miedo intenso ya que no sabía con quién o qué se iba a encontrar adentro.

     Gaby y Fanny se sobresaltaron cuando la puerta se abrió y con la poca luz que les llegaba de afuera pudieron distinguir a Beatriz que sumamente asustada se había quedado petrificada contra la puerta de entrada. Entre las dos mujeres la guiaron hasta ellas.

     Beatriz venía sumamente alterada y les tomó un buen rato serenarla lo suficiente para que les contara lo que le había ocurrido y otro tanto ponerla en posición de analizar juntas la realidad de la situación.

     Gaby le hizo ver que las amenazas que le había hecho su hermano no tenían fundamento, ya que éste no tenía ninguna autoridad legal sobre ella y aunque lo intentara, jamás podría encerrarla en un psiquiátrico ya que ella no sólo estaba absolutamente cuerda sino que además era mayor de edad y estaba legalmente casada con Ricardo, con lo cual su familia no podía intervenir de manera alguna en su vida.

     Además, toda la familia de ella estaba al tanto de que Ricardo estaba casado por la Religión con otras cinco mujeres, y si bien sus hermanos nunca se habían manifestado al respecto, con su mamá siempre habían mantenido muy buenas relaciones y doña Eloísa misma, en más de una oportunidad, había insistido para que fueran todos juntos a visitarla a su casa.

     Mucho rato después, Beatriz, aún temblando pero ya más controlada, pudo reconocer que este había sido un incidente desagradable más, como los muchos otros que les había tocado vivir en esas largas horas.


continuará ...

miércoles, 15 de octubre de 2014

121 • De Un Olor Nauseabundo

... continúa


     Cuando le tocó el turno de ser encerrada a Gaby y el guardia abrió la puerta de la siguiente celda, ella no sólo vio la misma oscuridad que había visto cuando le abrieron el portón a Elsa, sino que ahora, ya más cerca de la entrada, sintió salir un olor nauseabundo que lo envolvía todo, era como si se estuviera ante la entrada a una cloaca o de un terrible infierno, al que ella, sin atreverse a protestar, se apresuró a ingresar.

     El guardia solamente juntó la puerta y se marchó sin echarle llave.

     Gaby entró tanteando a la celda y se topó con las clásicas bancas de cemento que rodeaban casi todo el perímetro. El piso se sentía húmedo a través de los zapatos y si bien aún no podía ver cual era el estado de las bancas, prefirió arrodillarse sobre ellas y gatear hasta llegar a la esquina del fondo de la celda. Allí se quedó hasta que su vista se acostumbró a la oscuridad. Estaba sola.

     Dejó por primera vez brotar sus sentimientos. Se abrazó a sus rodillas y lloró, lloró con fuerza pero en silencio para que nadie pudiera escucharla. Lloraba de rabia por todo lo que les estaba ocurriendo, todavía no entendía cómo era que ellos se hallaban allí, no podía entender quien los había acusado y de qué, y por qué toda esta gente los trataba de esa vil manera. Lloró llamando a Ricardo y su recuerdo, la preocupación por él y el no saber qué era lo que le estarían haciendo en esos momentos, la serenó rápidamente.

     No le gustaba estar sola en una celda, aquella gente no le daba ninguna confianza y la puerta junta la hacía desconfiar y la preocupaba aún más. Prefirió quedarse sentada y permanecer alerta a cualquier ruido.

     El guardia volvió al poco rato y le preguntó si llevaba panty medias. Le dijo algo así como que debían habérselas hecho sacar el día anterior y le ordenó que cuando se las hubiera quitado las pusiera en la ventanilla, que él ya vendría a recogerlas después. Luego se marchó.

     Gaby se apresuró a quitarse los pantalones, sacarse las panty y volverse a vestir antes que el guardia fuera a volver y luego, ya más relajada, las puso en la ventana y se quedó mirando para ver si lograba distinguir a alguien.

     Un rato después se acercó una persona a la ventanilla. Estaba tan oscuro que no podía distinguir quién era.

     Gaby se acercó cuando reconoció la voz de Mercedes que preguntaba por las panty, que en la negrura no había notado colgando de la puerta. Mercedes le comentó que el guardia le había explicado que la medida era para evitar que se ahorcaran con las medias y le había encargado recogérselas al resto.

     No se atrevieron a conversar nada más y Mercedes se marchó rápidamente.

     Gaby volvió a su rincón y se decidió a dormir, si bien intentando mantenerse en vigilia… por si acaso. Se quitó la casaca que la abrigaba y se la puso encima a manera de frazada, metió ambos pies por una de las mangas como había hecho el día anterior y puso ambas manos bajo su cabeza a manera de almohada. Se encogió todo lo que pudo para que la casaca la mantuviera caliente. Era bastante difícil dormir en aquella posición, pero algo logró, ya que cuando la puerta de la celda se abrió nuevamente, ella se sobresaltó. Se enderezó inmediatamente y se quedó en silencio intentando ver lo que ocurría.

     Una persona entró a la celda tanteando con las manos como había hecho ella antes y la puerta de la celda se volvió a juntar inmediatamente. Con gran esfuerzo pudo distinguir a Fanny y en cuanto pensó que el guardia se había alejado lo suficiente la llamó, estiró la mano hasta tocarla y la condujo al rincón donde ella se hallaba.

     Para Gaby, la alegría de no estar sola y poder ver a alguien conocido era tan grande que en cuanto Fanny llegó a su lado la abrazó fuertemente diciéndole lo feliz que estaba de que ella estuviera allí.

     Fanny le contó que había sido traída muchísimo antes y que los guardias no las habían dejado dormir en toda la noche pasándoles lista a cada rato y cambiándolas de celda constantemente. Además le contó que hasta donde había alcanzado a ver, la mayoría de ellas ya se hallaban allí.

     Luego de contarse sus últimas desgracias, se decidieron nuevamente a intentar dormir. Fanny, con más valor y espíritu de investigación del que tuviera Gaby, revisó el resto de la celda y encontró en la otra esquina de la banca de cemento una frazada vieja con la que se tapó. Gaby prefirió pasar frío y limitarse a su casaca.


continuará ...

lunes, 13 de octubre de 2014

120 • Engullida por la Negrura

... continúa


     Cansada por la tensión constante, Lola cerró los ojos y probablemente se quedó dormida, ya que se sobresaltó mucho con el ruido de la puerta al abrirse, sin saber cuanto rato había pasado.

     En cuanto la puerta se cerró, Mercedes fue engullida por una negrura tal que no le permitía verse ni siquiera a sí misma. Asustada, empezó a agitar las manos con desesperación intentado ubicar lo que la rodeaba y sin atreverse a desplazarse lejos de la puerta en la que todavía se apoyaba como a una tabla de salvación.

     Lola se incorporó al mismo tiempo que aquella sombra alta entraba en la celda tanteando frenéticamente con las manos como un ciego para no tropezar y a duras penas esquivó un manotazo que cayó violentamente en su hombro en vez de en su cara.

     Mercedes se alegró muchísimo cuando Lola la saludó preguntándole cómo estaba. Se sentó junto a ella en el rincón de la banca más cercano a la puerta, tiritando por el frío a pesar del grueso abrigo que la envolvía. Lola le ofreció una manta que había encontrado al llegar y cubriéndose con ella se tendió acurrucada sobre la dura banca de concreto. Los huesos le dolían y no encontraba posición.


continuará ...

jueves, 9 de octubre de 2014

119 • Repartiéndolas en las Celdas

... continúa


     Después de lo que les pareció una eternidad, Elsa Gaby y Mercedes finalmente terminaron su tormentosa caminata hasta las instalaciones del cuartel de Policía de Investigaciones.

     Estaban cruzando el portón del cuartel central, cuando el investigador bajito tiró suavemente del largo cabello de Gaby. Ella se dio vuelta rápidamente, visiblemente enojada ante su atrevimiento y se lo quedó mirando fijamente.

     Sólo deseaba tocarlo, se ve tan bonito… —dijo el hombre en un tono infantil, a manera de disculpa.

     Gaby no respondió, lo continuó mirando unos instantes más con desprecio y luego se dio media vuelta ignorándolo por completo.

     Era poco menos de las doce de la noche cuando los investigadores las dejaron en el mismo mostrador del primer día y luego se marcharon.

     Después de que verificaron sus nombres llamaron a un guardia para que las llevara a las celdas.

     Esta vez, no las hicieron descender a La Patilla. El guardia las condujo por el pabellón izquierdo del primer piso y abrió la imponente puerta de madera de la primera celda, en el interior de la cual sólo se veía una gran oscuridad. El hombre le ordenó a Elsa que entrara y sin esperar a que su vista se adaptara, cerró la puerta detrás de ella.

     Caminaron en silencio por el pasillo hasta la siguiente celda donde el guardia encerró a Mercedes y por último, puso a Gaby en la tercera celda de aquel sector.

     Elsa, sujetando visiblemente desconfiada un grueso abrigo negro en el cual estaba enfundada, se quedó paralizada, pegada firmemente contra el portón cerrado sin atrever a moverse, sentía pánico. Estaba terriblemente obscuro y no tenía idea de qué podría esperarle allí.

     Cuando su vista se adaptó un poco a la obscuridad, vio unos bultos obscuros e irreconocibles al fondo. Escuchó la voz de Claudia que la llamaba por su nombre y sintió que el alma le volvía al cuerpo y dio gracias a Dios de que ella estuviera allí.

     Guiada por el brazo estirado de Claudia, recién se animó a moverse y tanteando antes de dar cada paso, logró avanzar hasta la banca de cemento. Escuchó las voces de Roxana y de Fanny y ya un poco más adaptada a la obscuridad pudo reconocer a Alejandra que se mantenía un poco ensimismada.

     Se abrazaron fuertemente durante largo rato como para transmitirse todo aquello que por sus corazones pasaba en esos momentos: las angustias de las últimas horas y el gran afecto que se tenían, el cual con los sufrimientos vividos había aumentado aún más. Realmente era un consuelo encontrar a alguien amigo en medio de toda esa podredumbre.

     Entre ellas se juntaron muy apretadas en una esquina, bien lejos de Margarita, que si bien hasta el momento se había mostrado amigable, continuaba siendo una perfecta desconocida.

     Entre susurros se pusieron contarse sus experiencias y lo que sabían respecto de los otros. La que menos, la había pasado bastante mal.

     Roxana, que dentro de todo se veía bastante serena, les explicó que ella veía todo esto como una prueba que le servía para reforzar aún más su fe.

     La pobre Alejandra, en cambio, estaba muy asustada y se veía como si cargara un gran peso sobre sus hombros. Se mantenía unida al grupo pero totalmente encerrada en sí misma y muy afectada. Claudia continuó serenándola. La abrazaba y le hablaba en forma normal para que ella se fuera sintiendo más segura y protegida y si bien poco a poco se le veía más tranquila, aún así se mantenía terriblemente hermética y apesadumbrada.

     No había pasado mucho rato cuando vinieron a buscar a Fanny y se la llevaron nuevamente sin decirle a dónde.

     Mientras las mujeres conversaban de los tormentos vividos desde que esta pesadilla había comenzado, Claudia no podía dejar de pensar en el incidente de la noche anterior con el guardia, el cual todavía le molestaba terriblemente, y sin poder contenerse por más tiempo, tomó el valor necesario y preguntó a las otras mujeres si ellas también habían tenido que pasar por lo mismo.

     ¡Elsa se escandalizó! Le contó que con ellas el guardia había permanecido afuera en todo momento y les había permitido incluso juntar la puerta sin hacer ningún intento de abrirla y mucho menos de revisarles el cuerpo. Evidentemente, el hombre había aprovechado que estaban solas Alejandra y Claudia para abusar de ella.

     Elsa le aconsejó que a la primera oportunidad que tuviera se quejara de lo ocurrido, pero Claudia no estaba muy convencida de hacerlo ya que tenía mucho miedo por las represalias.

     Durante toda la noche fueron obligadas constantemente a salir al corredor donde les pasaban lista, las tenían unos minutos allí y luego, cuando ya las veían bien despiertas, las hacían entrar nuevamente a sus celdas y las volvían a encerrar.

     Roxana, para intentar tomar con algo de filosofía todo el asunto, hacía bromas sobre que tal vez sus carceleros no sabían contar o en su desorganización habían extraviado a alguien.

     En algún momento vino el guardia a despertarlas para alcanzarles una frazada con la cual abrigarse: una sola frazada para todas. A las mujeres se le cruzó por la mente que lo más probable fuera que tuviera chinches, pero Margarita la tomó prestamente sin hacerle ningún asco.

     En otros momentos, venía el guardia, les abría la puerta sin motivo alguno y se marchaba a los pocos minutos.

     El hedor en la celda iba subiendo en intensidad con el transcurso de las horas. Parecía como si se hubieran propuesto asfixiarlas. Roxana empezó a sentir un vahído, nauseas y un dolor intenso en la boca del estómago por la falta de comida. Ya estaba sintiendo que se desmayaba cuando Elsa le cogió la cabeza y le presionó un punto debajo de la nariz que sirve para controlar las nauseas. Se esforzó por serenarla, la obligó a respirar tranquila y a controlar la sensación, le daba ánimo y le repetía que tenía que dominarse, que era muy importante y que ella tenía la fuerza para hacerlo, hasta que finalmente logró que Roxana se repusiera y felizmente el incidente no volvió a repetirse en el resto de la noche.


continuará ...

miércoles, 1 de octubre de 2014

118 • La Revancha de Karim

... continúa


     Karim, que tan indignado como estaba por el trato que les habían dado, estaba decidido a hacer la vida tan imposible a los detectives como pudiera y, ciñéndose al consejo de Ricardo, se mantenía firme en la resolución de no dejar que los investigadores lo alteraran y lo sacaran fuera de control, comenzó a aburrirse de la espera y, a modo de entretenimiento, se decidió a bromear un rato con ellos.

     Así, en un momento en que la sub-comisario Correa pasó a su costado, él la detuvo para decirle deseo hablar, quiero contarlo todo, quiero que tomen mi declaración y les voy a contar todo, absolutamente todo lo que sé.

     No hay que decir la cara que puso la sub-comisario. Sin decir una sola palabra, partió rápidamente a buscar a un investigador y le ordenó que llevara a Karim a una oficina y que trajera una máquina de escribir.

     Cuando todos los preparativos estuvieron listos, Karim dijo que se habían demorado demasiado y que ya había perdido por completo las ganas de hablar.

     Los detectives que estaban presentes, sumamente molestos, lo insultaron y lo golpearon, pero él los amenazó con que de ese modo jamás obtendrían nada de él.

     Los investigadores, furiosos, fueron a buscar a la sub-comisario para pedir nuevas instrucciones.

     Poco rato después vino a la oficina otro investigador que representó el papel de policía bueno y, después de que Karim lo dejó hablar durante bastante tiempo, hastiado ya de escucharlo, le dijo que finalmente lo había convencido y que declararía. El detective rápidamente se sentó tras la máquina de escribir, puso un papel en blanco y cuando terminó de tipear sus datos personales, Karim alegó otra vez que se había aburrido por la demora y que debido a ello había vuelto a perder las ganas de hablar.

     Un rato después entró el «policía malo» que lo amenazó y lo golpeó sin conseguir tampoco nada de él.

     Karim se entretuvo de esta manera, viendo cómo corrían a tomarle declaración distintos detectives que poco rato después se marchaban desilusionados, insultándolo, diciendo groserías y amenazándolo con las represalias que tomarían.

     Se divirtió principalmente viendo correr a las mujeres —las machonas con placa— que eran las más virulentas en sus reacciones.

     No le importaban los golpes que recibía a cambio, estaba fascinado molestándolos, y así pasó el resto de la noche, en medio de golpes y amenazas, pero con la satisfacción de tener a los detectives corriendo a su capricho sin darles nada a cambio.

     Finalmente, pasadas las once de la noche se decidió, esta vez en serio, a hacer una declaración, la cual los investigadores encontraron nada atrayente y esta vez fueron ellos los que se negaron a aceptarla.

continuará ...