Aclaración: A pesar de lo que pueda haber dicho la Prensa sensacionalista, nuestro reclamo no es “contra Chile” sino, específicamente contra los malos funcionarios de una mala administración, quienes quebraron no sólo múltiples puntos de la Declaración De Derechos Humanos, sino hasta las mismas Leyes y Constitución del Estado Chileno.

sábado, 31 de agosto de 2013

004 • ¿...Y los menores de edad?

continúa ...

     Poco a poco, empezaban recién a caer en cuenta de la realidad. Las escenas transcurrían una detrás de otra, tan rápida y confusamente, que no alcanzaban a digerirlas y tomarle todo el peso a la situación.

     Los investigadores les hablaban vociferando de un modo insultante, dando por sentado que eran alguna suerte de delincuentes. Incluso, la sub-comisario Correa, en uno de sus paseos por la habitación de las mujeres, mirándolas despreciativamente, dijo sin dirigirse a ninguna de ellas en particular:

     Esto les pasa por meterse con menores de edad…

     En un primer momento no pudieron entender a qué se refería, ya que siempre que habían conversado con alguien, aún cuando fuera sobre temas en nada relacionados con su Religión, habían exigido que la persona estuviera en condiciones de decidir por sí misma o le habían indicado esperar hasta alcanzar la mayoría de edad. Eran muy conscientes de los prejuicios que pesan sobre las «sectas», como suelen tildar normalmente en forma despectiva, a toda Religión que no sea la Católica.

     Cuando la sub-comisario continuó hablando y, señalando a Fanny la desafió a que le dijera su edad, pudieron suponer fácilmente el origen del malentendido.

     Fanny, algo más calmada ya, le respondió que tenía veintitrés años. Ella, a pesar de tener esa edad y de ser intelectualmente bastante madura, no representaba físicamente más allá de dieciséis… y bueno, en su estado actual de nerviosismo, tal vez representara, incluso, un poco menos. La sub-comisario le gritó:

     ¡Mentirosa! Si tienes cara de guagua, a ver… ¡¡Muéstrame tu cédula de identidad!!

     Fanny, sacándola del bolsillo trasero de su pantalón, se la entregó sin mayor problema dejando a la mujer muda y con el rostro visiblemente desencajado durante unos segundos. Luego, ya sin comentarios adicionales, siguió pidiendo las cédulas de identidad a las demás.

     Después de Beatriz y de Mara, les tocó el turno de identificarse a las peruanas…

     Las cuatro esposas peruanas de Ricardo Badani —Elsa, Gaby, Lola y Mercedes— se hallaban con sus visas vencidas en esos momentos, ya que cuando quisieron tramitar su visa de residencia mediante un contrato de trabajo, no se les permitió este trámite a menos que tuvieran una profesión inexistente en Chile y que pudieran mostrar un diploma que así lo acreditase (?). ¡El asunto sonaba a burla! Pero el caso era que entre un trámite y otro, se les había pasado la fecha de renovación de las visas y habían quedado ilegales y, aunque habían contemplado el modo de solucionarlo, de todo esto había transcurrido ya algún tiempo. A ellos, que siempre se habían mantenido dentro de lo establecido por la ley, este asunto de la estadía ilegal en Chile les molestaba terriblemente.

     La primera a la que la sub-comisario se dirigió fue a Lola, y ésta, no sabiendo qué hacer, se limitó a mirar a Gaby insistentemente y sin decir palabra, esperando, tal vez, que ella tuviera alguna ocurrencia salvadora que la sacara del apuro.

     La sub-comisario Correa se acercó bruscamente a Lola y tanto ella como el resto de las mujeres brincaron pensando que la iba a golpear, pero luego, frenando igual de brusco a pocos centímetros de su cara, le gritó:

     ¡¿Qué, es que eres tonta que no puedes responder por ti misma, por qué la miras tanto a ella?!

     Al terminar de decir esto se volteó hacia Gaby que se hallaba en el extremo opuesto de la habitación y le preguntó por su cédula de identidad.

     Gaby, que no terminaba de descartar la idea de que todo este asunto no era más que una terrible confusión que se aclararía en cualquier momento, quiso ganar tiempo, pero como tampoco deseaba mentir, buscó darle una respuesta vaga que la sacara del apuro y lo único que se le ocurrió fue decir no la tengo.

     Elsa siguió el ejemplo de Gaby.

     Cuando le tocó el turno a Alejandra, quien también representaba mucho menos edad de la que tenía, la sub-comisario se la quedó mirando un rato, la cara le volvió a cambiar, parecía que estaba recuperando el valor que había perdido con Fanny y entrecerrando ligeramente los ojos le preguntó su edad.

     Alejandra, para sorpresa de la sub-comisario Correa, le respondió que tenía veintiún años. Esta respuesta volvió a enardecer a la mujer quien se volteó furiosa hacia Mercedes, para escuchar que ella tenía veintinueve.

     Otra de las investigadoras, que estaba parada de manera muy viril junto a la cama de Mercedes, sin poder contenerse, dijo con rabia:

     ¡Todas son mayores! ¡¿Qué hacen para parecer más jóvenes?!

     No era de extrañar que se sorprendieran, ya que todas las detectives que estaban allí, sin excepción, se veían físicamente mucho mayores que ellas… a pesar de que varias eran de las mismas edades.

     No terminando de dar crédito a lo que le decían, la sub-comisario desafió enérgicamente a Mercedes y a Alejandra para que le mostraran sus respectivas cédulas.

     Mercedes, muy incómoda por la situación y pensando que igual iban a encontrar su pasaporte dado que estaban hurgándolo todo, masculló que no tenía cédula.

     Alejandra respondió del mismo modo que Gaby y Elsa, y esto ya fue demasiado para la sub-comisario Correa que la atacó con sus gritos e insultos. Tanta era su rabia, que parecía que nunca se fuese a serenar.

     Yo vine de visita hace una semana desde Puerto Montt a ver a mi hermano que vive en Santiago… él me trajo de paseo el otro día… era una celebración religiosa… a mí me gustó la idea de pasar unos días en el campo con ellos… son mis amigos… son muy buenos… mi cédula me la dejé en Santiago en la casa de mi hermano… —explicó Alejandra tartamudeando.

     La sub-comisario, sin abandonar la idea de que tal vez Alejandra sí fuese menor de edad, se serenó lo suficiente como para voltearse hacia uno de sus compañeros hombres y ordenarle que se la llevase de allí, ya que ¡ella no tiene nada que ver con todo esto!

     El investigador sujetó del brazo a Alejandra y casi a rastras la sacó fuera de la habitación rumbo a la cocina.


continuará ...

jueves, 29 de agosto de 2013

Los moradores de la casa de Los Maqui

     No era extraño que pequeña casita de los Maqui, perteneciente a la familia Badani, contara con la presencia de algunos invitados. A pesar de que el espacio era bastante reducido, disfrutaban mucho de recibir a otros miembros de su religión o, incluso, a algunos parientes o amigos para pasar una corta temporada.
     Aquél martes 26 de Marzo de 1996, además de los siete integrantes de la familia Badani —Ricardo, Elsa, Gaby, Lola, Mercedes, Beatriz y Mara—, se encontraban en la casa Carlos y su esposa Fanny, además de Alejandra.

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     Ricardo Augusto Badani Badani, descrito por la opinión pública como un controvertido personaje, ya que no sólo causó revuelo en Chile al darse a conocer su poco común estilo de vida, sino que hasta la fecha sigue despertando el interés popular al mantenerlo inamovible a pesar del paso de los años y las presiones ejercidas por un reducido grupo de poder lleno de prejuicios, nació en Lima un domingo 7 de octubre de 1951 al mediodía en punto.

     Proveniente de una familia Católica estricta y practicante, estudió en el colegio de los Hermanos Maristas donde no sólo fue un alumno muy destacado sino que además se esforzó en ser un buen Católico, tanto que llegó a ser asistente juvenil del arzobispado y lanzó la misa juvenil en Perú con el lema «Tu canción es oración, piensa en lo que cantas», organizó ciento veintidós grupos parroquiales y se dedicó, bajo la asesoría de los Jesuitas, a estudiar la Biblia y estudiar la dogmatología, no porque quisiera ser cura —que nunca le interesó— sino porque quería ser un buen Católico… y ahí se enteró que los Católicos no eran Cristianos, porque su propia Biblia los contradecía.

     Dejó la iglesia Católica y continuó estudiando la Biblia y posteriormente llegó a la convicción de que no podía haber solo una Religión que salvara y, ya con mente más abierta, empezó a visitar otras Religiones y estudiar otros Libros Sagrados.

     A los 18 años, rodeado de una serie de extrañas casualidades, conoció en Lima a Shrii Shivalimnga Tamntraanamnda —un Hindú que poco después se convirtió en su Guru en el Tamntrika Kaola Maarga— el cual no sólo le habló de Religión, sino también de muchas cosas que le sucederían a corto, mediano y largo plazo en su vida, cosas que poco a poco fueron cumpliéndose.

     Entre los hitos de su vida predichos por su Guru, estaba su matrimonio religioso con sus cuatro esposas peruanas en Lima…

     A Elsa, que venía de una familia «Católica de domingos», el sistema de «tenerlo todo sin comprometerse del todo» no terminaba de convencerla de que funcionara realmente. Estudió secretariado ejecutivo y se hallaba trabajando cuando conoció de la Religión y de Ricardo a través de un compañero de trabajo. Quedó fascinada con su personalidad… nunca jamás había conocido a alguien con una cultura tan amplia, que tuviera conceptos tan claros, que supiera tan bien lo que quería de la vida y que luchara por sus convicciones como él.
     Desde un inicio Ricardo le planteó las cosas claras, sus metas, sus ideales y el hecho de que tendría más de una esposa. Elsa sabía que aquello era un compromiso de mucha responsabilidad y, a pesar de que estaba un poco temerosa de no estar a la altura de las circunstancias, el 1° de noviembre de 1980 tomó la decisión y después de tantos años, no se arrepiente en absoluto porque «aquí encontré a una verdadera familia que se mantiene siempre unida, tanto en las buenas como en las malas».

     En los primeros años de 1980, con la aparición de las computadoras personales, Ricardo se abrió camino en esta prometedora área y como analista de sistemas montó su propia empresa, miniCOMP, especializándose en desarrollar sistemas para computadores Apple, ampliando posteriormente su campo de acción con Analog, otra empresa que desarrollaba sistemas para computadores PC’s en el Perú y estaba en esas cuando apareció Gaby.
     Ella, que estaba en la búsqueda de algo que llenara su vida, de encontrar su relación con Dios y descubrir lo que Él esperaba de ella, encontró su lugar en el Hinduismo impresionada por la coherencia y la solidez en todos los planteos, la consistencia y el auténtico compromiso que allí se vivía y que era lo que deseaba para sí, a diferencia del Catolicismo, donde sólo había encontrado ritualismo, hipocresía e intolerancia.
     Debido a problemas económicos familiares, tuvo que resignarse a estudiar secretariado ejecutivo, pero la carrera que realmente le interesaba era cómputo. Un día que estaba de visita en casa de Ricardo se lo comentó y él le ofreció enseñarle programación y análisis de sistemas.
     Para hacer corta una historia larga, a los pocos meses ya estaba programando, su fascinación por Ricardo era total y con Elsa se habían hecho íntimas amigas. Es así como, el 2 de agosto de 1982 se convirtió en su segunda esposa.
     El proceso de adaptación fue natural, más natural de lo que hubieran podido imaginarse y la convivencia no sólo funcionaba sino que funcionaba muy bien.

     Lola era toda una arquitecta, pero a pesar de estar rodeada de compañeros de trabajo, amigos y familiares, se sentía sola, veía que el mundo era un torbellino que giraba locamente y que todo andaba de cabeza. Fue entonces cuando conoció el Hinduismo por intermedio de un compañero de la universidad y la mente se le abrió a enfoques completamente distintos. Quedó maravillada y gratamente sorprendida.
     Con Ricardo no fue amor a primera vista, aunque desde el primer momento en que lo vio le inspiró confianza y admiración por sus ideas tan claras y precisas, sus convicciones sólidas e inquebrantables y porque sabía llegar a la gente, siempre estaba ayudando a los demás y preocupándose por todos, había firmeza en sus palabras, solidez en sus argumentos y su claridad y sencillez no dejaban lugar a confusión o dudas… Finalmente quedó cautivada por su personalidad y el 17 octubre de 1985 se convirtió en su tercera esposa.

     Mercedes a quien todos llaman Gatita, llevaba dos años estudiando ingeniería civil cuando conoció la Religión. Siempre había estado en búsqueda del lugar que Dios tenía para ella. Durante su niñez había visitado varios grupos Cristianos y durante su adolescencia se había involucrado mucho con grupos Católicos, haciendo misiones, retiros e incluso llegando a considerar la posibilidad de ser monja. Por esas fechas estaba recorriendo grupos esotéricos y si bien en todos le ofrecían «romperle los esquemas» jamás supo que aquello era posible hasta que conoció el Tamntramaarga.
     Allí encontró también su verdadera vocación, ya que después de una larga conversación con Ricardo, se dio cuenta que uno debe dedicarse a lo que realmente le gusta y no simplemente a lo que es bien visto socialmente o supuestamente más rentable y decidió cambiarse a la facultad de artes donde estudió diseño gráfico.
     Desde el principio notó que Ricardo era un hombre muy especial y excepcionalmente racional, pero no se imaginó entonces que terminaría amándolo ni que sería una de sus esposas. Afortunadamente así fue y el 16 noviembre de 1988 se convirtió en su cuarta esposa.
     A fines de 1989, después de sufrir meses de ilegal persecución por parte de los familiares de Mercedes que querían separarla de Ricardo y de su Religión, y cuando la situación económica en el Perú se tornaba bastante difícil, la familia Badani —compuesta aún por cinco de sus miembros— decidió abrirse nuevos horizontes y viajó a Chile para explorar la posibilidad de montar una filial de sus empresas allá, abriendo una casa de software a la que llamaron Mad Mac™ y haciendo, al poco tiempo, negocios directamente con Apple Chile y otras empresas importantes en diversos lugares del país, pero sobre todo, cumpliendo lo que el acertado Guru de Ricardo también le había vaticinado: su viaje al vecino país del sur y el encuentro con las que serían sus dos últimas esposas.

     Beatriz estudió pedagogía y artes plásticas en la universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación y conoció a Ricardo en 1989 a través de un programa de radio al cual él había sido invitado como Guru Tántrico para hablar sobre la creación divina versus la teoría de la gran explosión. Desde el principio le atrajo por la convicción con la que hablaba y quedó tan intrigada que decidió que tenía que llegar a conocerlo. Primero le escribió un par de cartas para saber más de su Religión y finalmente acudió a una de las conferencias que él había sido invitado a dictar en Santiago de Chile.
     En su caso definitivamente fue amor a primera vista, porque desde el primer día que lo conoció supo que era el hombre que esperaba, el hombre con quien siempre había soñado. Su firmeza, su sabiduría, su consecuencia y… su virilidad, le hicieron reconocer en él, al hombre que buscaba y el 31 de agosto de 1990 se convirtió en su quinta esposa.
     El 11 de febrero de 1991, después de muchas trabas legales, Ricardo logró, por fin, conseguir residencia en Chile, pero a pesar de sus múltiples intentos y de las exigentes inversiones que realizó, el Gobierno chileno se la otorgó sólo después de casarse civilmente con Beatriz, lo cual hizo ante la insistencia de las otras esposas, que estaban de acuerdo en que a ellas ese formalismo legal no les hacía ninguna diferencia y que, en cambio, sí consideraban muy importante que él obtuviera la residencia primero, para después, con menos presiones, poder trabajar en la residencia de las cuatro peruanas.

     Mara, que comenzó trabajando como secretaria ejecutiva bilingüe en el departamento de ventas de una importadora, al poco tiempo decidió incursionar por su propia cuenta en los negocios con una tienda de decoración de interiores. El negocio resultó exitoso y su vida, socialmente hablando, parecía ir por la misma ruta, hasta el punto que todos los que la conocían le decían que la envidiaban ya que encontraban que ella debía ser tremendamente feliz… pero la realidad era que en su vida faltaban respuestas claras, precisas y concretas, es decir, verdades inamovibles que nadie parecía saber darle.
     A mediados de 1990 conoció a Ricardo y sus —entonces— cuatro esposas, cuando él estaba dictando unas conferencias sobre Tamntra. Unos amigos la invitaron ya que estaban seguros que le interesaría… ¡y no sabían hasta qué punto acertaron!
     Desde un principio quedó impresionada con él, hablaba con tanto conocimiento en todos los campos, todo con perfecta lógica y unido todo entre sí. Por fin había encontrado las respuestas que buscaba… y mucho más, ya que el 13 de junio de 1991 se convirtió en la sexta y última esposa de Ricardo y «hoy soy una mujer felizmente realizada con un Dios y una familia que adoro».

     Ante las buenas perspectivas que se les presentaban, decidieron radicarse definitivamente en territorio chileno y si bien inicialmente permanecieron en Santiago, finalmente se mudaron a dos horas al sur de la capital para poder llevar así una vida más natural y más tranquila, pero sobre todo, para mantenerse lejos de la curiosidad de la gente. Ahora la familia ya estaba completa.
     Antes de un año y casi coincidiendo con la llegada de los tres alborotados perritos que les alegraron aún más la vida, compraron la casa de Los Maquis donde se establecieron definitivamente, pero debido a que las trabas del Gobierno chileno continuaban para con los inmigrantes —sobre todo bolivianos y peruanos— las cuatro esposas peruanas quedaron sin visa a finales de 1991.
     Con el paso del tiempo, esta especial familia, compuesta —por propia elección— de siete integrantes —un esposo y seis esposas— se fue haciendo cada vez más sólida y feliz en su estilo de vida antiguo y tradicional, hasta el punto que el 9 de marzo de 1992, realizaron todos juntos la ceremonia definitiva de unión, según la cual piden volver a encontrarse vida tras vida.

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     Carlos, de nacionalidad chilena por nacimiento y alemana por su abuelo materno, había realizado estudios de filosofía en la universidad Católica de Valparaíso y fue uno de los primeros chilenos en unirse a las filas del Tamntrika Kaola Maarga a inicios de 1990, al poco tiempo de que Ricardo llegara a Santiago.
     Carlos llevaba varios años buscando en el Hinduismo soluciones para su vida y si bien la filosofía de los Kr’s’n’aeta lo había deslumbrado inicialmente, no le había dado las respuestas definitivas que él necesitaba hallar, pero con la llegada de Ricardo a Chile, su vida dio un vuelco total.

     Algo similar ocurrió con Fanny y en 1993 ella también ingresaba a la Religión.
     Allí se conocieron y quedaron tan prendados el uno del otro, que a inicios de 1994 ya estaban realizando la ceremonia religiosa de matrimonio.
     Desde ese momento, Fanny se dedicó totalmente a complacer y atender a Carlos y él, por su parte, trabajó muy duro para que nada les faltara.
     En enero de 1996, Carlos acababa de terminar un trabajo al que había estado muy dedicado durante varios meses y decidió tomarse, junto con su esposa, una pequeña temporada de descanso en la casa de Los Maquis.

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     Alejandra, una dulce joven de 21 años, viajó desde Puerto Montt a inicios de marzo para visitar a su hermano Jaime que vivía en Santiago.
     Desde que él estudiaba derecho en la capital casi no se veían y después de mucha insistencia había logrado convencer a sus padres para que le permitieran quedarse con él una corta temporada.
     Llegó muy entusiasmada a la casa que Jaime compartía con otros Devotos y ese domingo 24 de marzo fue a Los Maquis acompañándolo a una ceremonia religiosa como una simple simpatizante.
     Quedó tan encantada con el lugar y con la gente que, olvidándose un poco de su hermano y del motivo de su visita a Santiago, decidió hospedarse con la familia Badani por unos días.
     Todo le resultaba sumamente encantador, había muchas mujeres con las cuales conversar, disfrutaba terriblemente de las fogatas que solían organizar en la colina e incluso se incorporó a las clases de inglés que Carlos estaba dando a las demás mujeres.

 

miércoles, 28 de agosto de 2013

003 • Las explicaciones del caso

continúa ...
 
     Manteniéndolos aún apuntados con sus armas, les ordenaron sentarse en las camas, y todavía en estado de conmoción, obedecieron la orden sin protestar, incluso se dejaron quitar mansamente las tazas que milagrosamente permanecían en las manos de un par de ellos, aún intactas y sin siquiera derramarse.

     Lola miraba toda esta escena con una mezcla de incredulidad y desconcierto, con la firme impresión de estar viendo una película policial, con actores de segunda, de movimientos estudiados y actitudes exageradas.

     Mara, que ya había abandonado por completo la esperanza inicial, pero que aún no terminaba de enfrentar del todo la realidad, no podía dejar de verlo todo como una especie de parodia, donde ellos eran los espectadores involuntarios que observaban como los investigadores sobre actuaban.

     Para evitar que siguiera pidiéndole explicaciones públicas, la sub-comisario Correa se llevó a Ricardo a su dormitorio, fuera del campo de visión de todos los demás, seguidos muy de cerca por la inspectora rubia que vigilaba ferozmente cada uno de sus movimientos.

     Cerraron la puerta tras de ellos.

     En cuanto entraron a la habitación, Ricardo reiteró su pedido de las explicaciones del caso, pero la sub-comisario le contestó secamente que él sabía cuales eran los cargos y que era él quién debía decírselos.

     Ricardo, sin dejarse apabullar por el tono de voz de la sub-comisario ni por el arma automática de la inspectora que continuaba apuntándolo a escasos centímetros de su cuerpo, imperturbablemente negó conocer los motivos de estos atropellos y después de un rato en que se repitieron las mismas afirmaciones por parte de la sub-comisario, seguidas del mismo pedido de explicación por parte de Ricardo, éste la increpó:

     ¡¡Definitivamente yo no sé de qué se trata todo esto y es usted quién tiene la obligación de decírmelo. Viene aquí respaldándose en un papel del que me lee el contenido pero que no me permite ver y si esta niña va a seguir encañonándome con el arma, olvídese de que podamos continuar conversando!!

     Esto pareció hacer reaccionar a la mujer, que ordenó a la inspectora que guardara el arma y frenó un poco su mal trato.

     Luego la sub-comisario le informó que había una demanda en su contra, aunque no le especificó de qué se trataba y más bien le prometió que sobre ese asunto ya conversarían con mayores detalles más tarde. Insistió mucho sobre la importancia de que Ricardo serenara a su gente para evitar cualquier incidente o consecuencias posteriores.

     A eso yo no le veo ningún problema, los que estamos tranquilos, somos nosotros —le respondió Ricardo en tono irónico.

     Después de un rato en que el resto continuaba sentado en el borde de las camas sin saber qué estaba pasando, la sub-comisario Correa trajo de regreso a Ricardo y lo obligó a sentarse en una silla en el hall de distribución, junto al baño.

     Ahora la sub-comisario parecía un poco más calmada, pero aún así se mantenía desagradablemente prepotente.

     Los investigadores, en cambio, todavía mantenían visiblemente su actitud agresiva y se movían por toda la casa registrando los distintos lugares y tirando al piso desordenadamente adornos, papeles y todas las cosas que encontraban a su paso y caminando por encima de ellas sin el menor miramiento.

     Ricardo, manteniendo en todo momento la serenidad e intentando tranquilizar a los detectives para disminuir un poco la presión y evitar cualquier incidente —como los llamaba la sub-comisario— dijo en voz alta, que ellos deseaban colaborar y, únicamente, les pidió que, por favor, respetasen las imágenes sagradas de su Religión.

     Poco después un investigador vino por Carlos, de muy mala manera lo obligó a salir de la habitación de las mujeres y lo llevó hasta el cuarto de cómputo donde lo dejó sentado en una esquina, acompañado de un par de detectives que eran los encargados de revolverlo todo allí.

     Fanny, que estaba sentada en una de las camas, no paraba de gemir temblando de manera visiblemente descontrolada.

     La sub-comisario Correa, que pasaba en esos momentos por la habitación, se la quedó mirando con desprecio y le gritó con brusquedad que se callara o ella misma la haría callar, y por el tono de su voz, se podía notar que estaba hablando muy en serio. Fanny, sin parar de gemir la censuró:

     Oiga… Yo solamente estaba sirviendo las tazas de café y vienen y me apuntan con sus armas… Tantas personas… Parecía que me iban a disparar… Me traen a empujones… ¡No entiendo qué está pasando…! Y, encima usted…

     Ella gimoteaba temblando más marcadamente aún.

     La sub-comisario Correa la interrumpió haciéndola callar de mala manera, la quedó mirando directamente a los ojos y con mayor fiereza que antes, le gritó que ya le había advertido que se callase y que era mejor que le obedeciera ya que si no ella misma iba a tomar las medidas necesarias.

     Fanny intentó seguir hablando —lo que ella quería decirle a la sub-comisario era: y encima usted llega, me apunta con su revólver y… ¿Cómo quiere que no esté así? ¡Estoy muy asustada!— pero Lola reaccionó rápidamente y la contuvo para que no dijera nada más, tenía el temor de que la pudiesen maltratar si es que no se tranquilizaba y además, sabía que era inútil que intentara razonar con aquella gente.

     Lola acogió a Fanny abrazándola y acariciándole el cabello hasta que logró, con mucha dificultad, que se fuera serenando.

     Un investigador que estaba parado en el hall de distribución, a una indicación de la sub-comisario Correa, llamó por radio, al parecer a la central en Santiago, y se limitó a notificar ya pueden traerlos.

continuará ...

viernes, 23 de agosto de 2013

Pruebas Disponibles...


 
No se cumplió con las leyes nacionales ni los tratados Internacionales

     A pesar de que tanto el Pacto Internacional de Derechos Civiles, el Código Penal, el Código de Procedimiento Penal Chileno y la Convención Interamericana de Derechos Humanos establecen que “Toda persona detenida será informada, en el momento de su detención, de las razones de la misma, y notificada, sin demora, de la acusación formulada contra ella”, no fuimos informados de los Cargos, no se nos mostró la Orden de Arresto ni la Orden de Allanamiento.
 
 

Ricardo, en su declaración ante el Juzgado manifiesta...
Se mencionó delante del Cónsul peruano que se me detenía por violación, ignoro a quién, porque Investigaciones no me lo informó”.


 

Así mismo, Gaby manifiesta ante el Juzgado...
Ignoro el motivo de mi detención, nunca se me ha exhibido documento alguno ni se me ha explicado mi detención, tampoco se nos exhibió la orden de allanamiento. No se nos leyeron nuestros derechos”.



Igualmente, Mercedes dice...
No sé el motivo de mi detención”.
 
 
 
También Elsa dice...
No tengo idea por qué vengo detenida. No mostraron la carta de allanamiento. Dijeron que tenían pleno derecho de hacer lo que hicieron”.

 
Lola manifiesta...
Ignoro el motivo de mi detención”.

 
También Karim declara...
Ignoro el motivo de mi detención”.



Y lo mismo, Roxana acusa que...
Ignoro la razón de mi detención, se allanó mi domicilio y no se me exhibió orden”.

 
     Sin embargo, a pesar de todas estas denuncias de abusos e irregularidades en nuestro arresto, el VI Juzgado de Crimen de Santiago de chile, jamás realizó investigación alguna.

miércoles, 21 de agosto de 2013

002 • Ellos eran... La Ley


continúa ...
 
     Continuó entrando apretadamente gente por ambas puertas y en cuestión de segundos se armó un alboroto realmente impresionante. La pequeña casa se llenó con alrededor de dieciocho extraños de ambos sexos que, pistola en mano, se hallaban gritando y empujándolos en todas las direcciones.
 
     Los segundos se hacían eternos mientras los intrusos en su desorganización, no paraban de gritarles y gritarse órdenes entre ellos, las cuales no se alcanzaban a entender y aumentaban aún más la confusión.
 
     Gaby cargó a Taffy y lo abrazó con fuerza para intentar tranquilizarlo un poco. Cindy, por su parte, corrió a refugiarse donde Mara que aún permanecía en la cama junto a Mercedes y desde allí siguió ladrando descontroladamente y a pesar de los intentos desesperados de Mara por sujetarla se le escapaba una y otra vez de las manos.
 
     A Mara le preocupaba sobremanera que los perritos siguieran haciendo ruido ya que pensaba que esta gente no tendría ningún reparo en lastimarlos.
 
     Después de varios minutos más, alguno de los recién llegados gritó:
 
     Policía de Investigaciones…
 
     Pero sus palabras quedaron ahogadas entre el alboroto reinante y los ladridos de los perros. Luego, la voz de una mujer que a duras penas se alcanzó a oír, les ordenó:
 
     ¿Qué es lo que esperan? ¡¡¡Encierren a esos animales de una vez!!!
 
     Llevaron a Cindy y Taffy a la pieza que hacía las veces de sala-comedor, en la que tan sólo unos minutos antes habían estado almorzando animadamente y donde se veía aún parte del servicio que no habían alcanzado a recoger. Allí estaba Lucky, trepado sobre uno de los muebles, ladrando con desesperación.
 
     Los investigadores ordenaron a Alejandra y a Elsa que salieran y los tres perros fueron dejados solos con la puerta de la sala trabada para que no pudieran escapar.
 
     Fue todo tan violento que no tuvieron oportunidad de hablar ni de hacerse comentarios entre ellos y, mudos como estaban, las ideas iban y venían rápidamente por sus cabezas.
 
     Carlos, que ahora había sido empujado hacia un lado de la habitación de las mujeres, miraba toda la escena desconcertado, lo único que podía pensar era que todo esto tenía que tratarse de una especie de broma de mal gusto, aunque las pistolas en las manos de aquellos individuos que venían entrando en una forma bastante agresiva, lo obligaban a plantearse posibilidades más terribles, pero su mente se negaba enérgicamente a aceptarlas como algo real y en esos momentos ni siquiera era capaz de alzar la voz para formular alguna de las muchas preguntas que se iban formando en su cabeza.
 
     Mercedes, desde la esquina de la cama en la que aún seguía postrada, no podía hallar para todo esto otra explicación que atribuirlo a una banda de asaltantes que se estaba escondiendo de la policía.
 
     Mara, a su costado, aguardaba tranquila, convencida de que eran policías que estaban persiguiendo a un asaltante y que en cualquier momento les iban a preguntar si lo habían visto pasar.
 
     Pero Gaby, manteniéndose todo lo cerca de Ricardo que podía, veía la escena con ojos más preocupados, ya que si bien inicialmente había pensado que tal vez se tratara de un grupo de terroristas, casi inmediatamente había desechado esta idea, pensando más bien que eran víctimas de un asalto, pero fuera lo uno o lo otro, de toda la situación lo que más la asustaba era ver que en su mayoría eran jóvenes con apariencia de inexpertos, por la poca firmeza de su presencia y la forma en que parecían asirse al arma, moviéndola constantemente, dando la impresión de querer disimular el temblor de sus manos o intentar darse un aplomo del que carecían.
 
     Aún sin explicarles nada, se gritaron órdenes entre ellos para reunir a todos en un solo ambiente: el dormitorio de las mujeres.
 
     La inspectora rubia, que seguía apuntando a Fanny en la cocina, le ordenó que fuera para allá y sin esperar a que obedeciera, la llevó ella misma con violentos empujones hacia la habitación de las señoras Badani.
 
     Allí, en forma un poco más organizada y algo más calmada —pero aún encañonándolos muy de cerca con las armas— les informaron que eran de la Policía de Investigaciones y les ordenaron que no se movieran ya que ¡¡¡los vamos a llevar a todos arrestados!!!
 
     En esos momentos recién pudieron darse cuenta de que tan sólo dos o tal vez tres de ellos, llevaban colgando del cuello, mediante una cadena, lo que parecía eran sus placas de identificación, las cuales quedaban parcialmente cubiertas por sus ropas, y que otros dos más allá, traían puesta una chaqueta azul con las nada explicativas siglas «BRISEXME» en amarillo, pero el resto no parecía tener identificación alguna, al menos, nada visible o que ellos pudieran observar y por supuesto, ninguno de ellos tenía apariencia de ser el juez o el fiscal que en teoría debía estar presente en este tipo de actos, ya que todos empuñaban con la misma agresividad sus armas.
 
     A pesar de lo terrible que se veía todo, aún seguían convencidos de que cuando las cosas se calmaran, iba a quedar claro que se habían confundido de casa.
 
     Ricardo, con el control y la calma que lo caracterizan, intervino de manera enérgica, aunque excepcionalmente educada a pesar del tan brutal atropello del que estaban siendo objeto, para decirles:
 
     ¡¿Por favor, serían tan amables de mostrarme la orden por la cual vamos a ser todos arrestados, como ustedes dicen o, al menos, podrían mostrarme la Orden de Allanamiento?!
 
     La señora de pelo castaño rojizo, que se veía la mayor de todos, les dijo que ella era la oficial a cargo del operativo, pero se negó a mostrarles su identificación o a darles su nombre y cargo. Mucho después, por comentarios laterales de los otros investigadores, se enteraron que era la sub-comisario Cecilia Correa Correa.
 
     La sub-comisario, además, rotundamente se negó a mostrar toda orden, alegando que tenían amplio poder que les había otorgado el juez para investigar y allanar…
 
     Ante los firmes alegatos de Ricardo de que legalmente tenían derecho a que se les mostrara las mencionadas órdenes, la sub-comisario Correa sacó un único papel que le pasó, literalmente, por las narices, en un gesto insultante y en evidente intento por demostrar su autoridad, exhibiéndolo de una manera tal que era imposible que se pudiera leer nada, no sólo por la rapidez con que no dejaba de sacudirlo, sino además, porque lo mantenía doblado en una forma extraña, tapando la mayor parte del documento con otro papel y dejando visible solamente un último párrafo, en el cual, ni siquiera Carlos —que hábilmente se había desplazado hasta el costado izquierdo de la sub-comisario para lograr ver de cerca el documento— pudo descubrir ningún tipo de firma, timbre o membrete que pudiese oficializarlo.
 
     Luego, ella misma les leyó un pedazo, en teoría del escrito, donde supuestamente constaba que por orden judicial tenían un amplio poder para allanar y requisar cuanto hubiera en la casa, pero en aquel párrafo no se especificaba la dirección de la casa a la que se referían, ni los nombres de las personas involucradas, ni mucho menos, los cargos de los que eran acusados.
 
     La sub-comisario mantuvo el papel tan lejos como pudo del alcance visual del resto y luego concluyó gritándole a Ricardo:
 
     ¡No tengo por qué darte explicaciones! Tenemos amplio poder que nos ha otorgado el juez, así que ¡¡quédate callado!!
 
     Luego de tutearlo de esta manera y sin responder realmente a sus preguntas, procedió a armar mucho alboroto a su alrededor, daba la impresión de que estaba intentando distraer la atención del documento, sobre todo porque se apresuró a guardarlo rápidamente de nuevo en su bolsillo.
 
     Hasta el final de todo ese atropello, nunca se pudieron enterar qué decía realmente el dichoso papel, qué juez había otorgado el «amplio poder» o incluso, si de verdad existió una orden y qué era lo que ésta realmente abarcaba.
 
continuará ...