Aclaración: A pesar de lo que pueda haber dicho la Prensa sensacionalista, nuestro reclamo no es “contra Chile” sino, específicamente contra los malos funcionarios de una mala administración, quienes quebraron no sólo múltiples puntos de la Declaración De Derechos Humanos, sino hasta las mismas Leyes y Constitución del Estado Chileno.

sábado, 29 de noviembre de 2014

127 • Primera Comida Decente

... continúa

     Poco después de las doce y media trasladaron a Karim de vuelta al cuartel central.

     Alberto se asomó a los barrotes de su celda para mirarlo pasar y a escrutar su estado físico y Karim aprovechó de entregarle un poco de la comida china que su papá le había traído, la cual tuvo que dividir primero con el policía que estaba de guardia. Si bien fue muy poco lo que le llegó, Alberto, al que no le habían ofrecido un solo bocado de alimento desde el desayuno, lo agradeció ampliamente.

     Karim se fue a su celda muy contento de sí mismo por las últimas horas y antes de entrar, le encomendó al guardia que repartiera entre las mujeres el pan con jamón y queso que también habían traído para él.




     Minutos más tarde, el guardia hizo salir a Mara, Mercedes y Lola de su celda, para llevarlas a su escritorio a que comieran. Mara, más que interesarse en la comida, urgía a Mercedes para que continuara informándole sobre el paradero y el estado de cada uno de los otros antes que las fueran a separar.

     Lola, en cambio, se entretuvo conversando con el guardia que amablemente le comentó que se notaba que ellos no eran lo que decían los medios, ya que con su experiencia, estaba acostumbrado a distinguir a las personas y le era evidente que ninguno encajaba en el cuadro que se había pintado

     — Ustedes se ven diferentes— afirmó el hombre.

     Cuando terminaron de comer, el guardia regresó a Mercedes y a Lola a su celda y a Mara la llevó de vuelta a la enfermería. Ella se vio obligada a entrar nuevamente en esa habitación y, aunque  se sentía algo más aliviaba al saber que los otros estaban cerca, nuevamente se vio invadida por un miedo tan grande que no le permitía relajarse y la mantuvo toda la noche sobresaltada vigilando a la «gorda» para estar prevenida por si se acercaba.

     Le hacía desconfiar terriblemente el hecho de que tuviera un maletín sobre la silla, junto al escritorio, más aún cuando a todos ellos los habían obligado a entregar todo, hasta los cordones de los zapatos. No podía dejar de pensar que probablemente ahí tenía su equipo de jeringuillas.

     Acurrucada en posición fetal sobre el diminuto y duro escritorio, sentía un frío horrible, pero no encontró nada con qué cubrirse y no había una mejor forma de pasar la noche.


continuará ...

lunes, 17 de noviembre de 2014

126 • Las Formalidades Cubiertas

... continúa

     Pusieron a Jaime de regreso en su misma celda.

     Cuando iba entrando, notó la presencia de un hombre, que con impecable bata blanca y parado a unos pocos metros de él, preguntó su nombre a uno de los guardias para anotarlo en unos papeles que llevaba enganchados en un tablero: se trataba de otro médico, el doctor Pedro Antonio León, que mirándolo de arriba abajo y sin revisarlo realmente ni hacerle ninguna pregunta, realizó de esta singular manera el «examen médico» a Beatriz, Mara, Jaime y Karim, según iban llegando al cuartel central y en sus fichas aseveró que ninguno de ellos presentaba lesión alguna.

     El mismo estilo de examen fue realizado en teoría a Alberto, el cual no sólo no salió para nada de su celda aquel día, sino que ni siquiera vio jamás al peculiar doctor.

     Por último «examinó» a Ricardo, el cual no llegó al cuartel central hasta una hora después de lo que figura en su ficha… pero las formalidades estaban cubiertas y con uno o dos minutos de diferencia las fichas de los exámenes fueron llenadas.

     De todos modos… ¿qué importaba? ¿Quién se iba a dar el trabajo de revisar que en menos de diez minutos el dichoso doctor había, en teoría, examinado a seis personas y que éstas se hallaban en dos puntos distintos de Santiago? ¡Nadie! Y por eso, los policías podían sentirse seguros y continuar cometiendo irregularidades.


continuará ...


jueves, 13 de noviembre de 2014

125 • Oscuro, Fétido y más adentro... la negrura

... continúa

     Mara comenzó a caminar de un lado para otro como un animal enjaulado. Se pego a la puerta para tratar de escuchar algo, pero no logró oír absolutamente nada... Las celdas que había visto al llegar tenían puertas de barrotes y en las que había portones de madera había una mirilla a la altura de los ojos, pero en este caso, la puerta era enteramente de una madera gruesa que aislaba demasiado bien la habitación de cualquier ruido.

     — ¿Cómo hago para que venga el guardia? —Dijo en voz alta con desesperación, hablando para sí misma.

     — Comienza a darle a la puerta sin parar hasta que venga, esa es la única forma, no trates de hablar ni gritar, no te escuchará —le contestó la gorda, que aún cubierta por su abrigo y sin incorporarse, se mantenía en la misma posición en la camilla.

     A Mara le pareció sumamente extraño que le dijera eso, se había mostrado molesta por los ruidos cuando ella entró y ahora le aconsejaba no dejar dormir a nadie hasta que le respondieran. Definitivamente eso la volvía aún más sospechosa, probablemente esa sería su táctica para hacerse su amiga, pero aún así valía la pena intentarlo.

     Se puso a golpear la puerta fuertemente con los puños hasta que al poco rato llegó el guardia para preguntarle qué quería. Mara le contestó que quería ir al baño, lo cual no era realmente tan desesperante, pero lo que sí necesitaba desesperadamente era poder salir, pasearse un poco por el sitio y ver si lograba divisar a alguno de sus amigos.

     El guardia la llevó al segundo calabozo de ese sector.

     Cuando la puerta se abrió, el espectáculo que vio fue realmente horripilante y le hizo evocar inmediatamente la película Jesucristo Superestrella en el pasaje de los leprosos, todo estaba oscuro y fétido y más adentro en la negrura, alguien agitaba su mano con desesperación invitándola a entrar. Ella no lograba distinguir ninguna cara, nada, sólo podía ver unos bultos negros y horrendos y, paralizada junto a la puerta, no se atrevió a dar ni un solo paso.

     El guardia cerró la puerta diciéndole que ya volvería por ella.




     — No estamos solas, hay más gente aquí… y mejor no toques nada, todo está asqueroso —le susurró Mercedes al oído, luego de desistir de seguir haciéndole señales.

     Empezando ya a adaptarse a la oscuridad y con la pobre luz que se filtraba por la mirilla de la puerta, Mara pudo distinguir a Mercedes y un poco más allá a Lola, que también se acercó a saludarla. ¡Qué alivio y qué felicidad volver a verlas!

     Ambas mujeres le sugirieron, que a pesar de la necesidad, se abstuviera de utilizar aquella letrina.

     Mercedes le contó brevemente el encuentro con Ricardo y que él ya había declarado, con lo cual finalmente había salido a la luz que ellas eran sus esposas. Le describió un poco dónde estaba cada uno y Mara se tranquilizó tremendamente al saber que hasta donde parecía, estaban todos bien, hasta donde la palabra «bien» tenía sentido en aquel lugar.

     Mara las puso al tanto de sus sospechas sobre «la gorda» que había encontrado en su celda y les hizo prometer que si la hacían desaparecer la buscarían todo lo que fuera necesario y la rescatarían.


continuará ...