Aclaración: A pesar de lo que pueda haber dicho la Prensa sensacionalista, nuestro reclamo no es “contra Chile” sino, específicamente contra los malos funcionarios de una mala administración, quienes quebraron no sólo múltiples puntos de la Declaración De Derechos Humanos, sino hasta las mismas Leyes y Constitución del Estado Chileno.

lunes, 22 de diciembre de 2014

131 • A través de las rejas

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     Con la luz de la mañana y asomándose a la pequeña reja de su celda, Gaby pudo ver la distribución de los calabozos: los únicos que quedaban casi frente a frente eran el de Jaime y el de ella, las demás mujeres tenían sus celdas hacia el inicio del pasillo mientras que los otros hombres las tenían hacia el final.

     Gaby aprovechó un descuido del guardia para intentar atraer la atención de Jaime, que con cara de tedio, miraba las distintas celdas de las mujeres sin prestarles realmente atención, pasó algún rato ¡hasta que por fin lo logró!

     Le preguntó rápidamente si conocía el pseudo alfabeto de los sordomudos.

     Jaime no lo conocía y Gaby, pacientemente, se lo enseñó letra por letra tal como ella lo había aprendido de niña y mientras Jaime repetía dedicadamente los signos, las mujeres que frente a él alcanzaban a verlo, aprovecharon de refrescar sus recuerdos de este útil juego infantil, para poder unirse ellas también a esta conversación a través de las rejas. Estuvieron así largo rato, una y otra vez, hasta que por fin pareció que Jaime había logrado retener los signos.

     A partir de ahí, el tiempo de espera se hizo más llevadero y a pesar de que eran pocas las veces en que Jaime hacía las letras correctamente —ya que la mayoría de las veces parecía olvidarlas y hacía casi cualquier símbolo en vez— con un poco de imaginación por parte de las mujeres, lograban entenderse. ¡Terminó inventando su propio alfabeto!


     La situación llegaba a ser incluso cómica, ya que en ocasiones Jaime empezaba a contarles algo y al poco rato se distraía a la mitad y volvía a empezar con los gestos. Llegó al colmo en una oportunidad en que una misma frase la empezó cinco veces, y al final, ni siquiera la terminó.

     Aún con las dificultades del caso, era reconfortante poder contarse lo poco o nada que sabían sobre el estado de cada uno de los otros. La comunicación no avanzaba mucho —por no decir nada— pero como no tenían ninguna otra cosa por hacer, no importaba realmente, además, lo único que en realidad querían era sentir que estaban juntos.

     Jaime, que estaba muy preocupado por la situación de Alejandra, aprovechó de preguntarles por su hermana y a su vez las tranquilizó al respecto de que las declaraciones ante investigaciones no tenían tanto peso y que si era necesario, era preferible que declararan para así evitar ser más maltratadas por los detectives.

     El guardia pasaba por delante de ellos y no se daba cuenta de lo que sucedía. Incluso recibían la ayuda del compañero de celda de Jaime que les avisaba cuando veía acercarse a alguno de sus cuidadores. El poder burlar la vigilancia les dejaba cierta sensación de triunfo.


continuará ...

martes, 16 de diciembre de 2014

130 • Más tiempo para «interrogarlos»

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     Mientras los atropellos continuaban en las instalaciones de Policía de Investigaciones, esa misma mañana, muy temprano, el sub-prefecto Bravo envió a los tribunales una solicitud para que les concedieran veinticuatro horas más para «interrogarlos», afirmando que las personas involucradas, por sus sicopatías degeneradas y por encontrarse su voluntad dominada por el jefe de la agrupación, ha sido muy difícil poder ser entrevistadas para el total esclarecimiento de los hechos, negándose a declarar o firmar sus primeras versiones.

     La sub-comisario Correa manifestaba, por escrito, a los tribunales, que había percibido cierto temor hacia Ricardo por parte de las mujeres y que debido a ello era que no querían hablar, estoy convencida que ellas no están con él por su propia voluntad, certificaba.

     Los policías sostenía que estaban totalmente seguros que con la publicidad que se estaba haciendo del caso, mucha más gente se animaría a declarar en contra de ellos.


continuará ...

miércoles, 10 de diciembre de 2014

129 • ¡¡¡Tienen alguna queja!!!

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Jueves 28

     Alrededor de las siete de la mañana, volvieron a ordenarles abandonar sus celdas. Esta vez los hicieron salir a todos juntos y pararse frente a la puerta de sus respectivos calabozos.

     Cuando la pareja de detectives —un hombre y una mujer— que presenciaba la rutina, vieron a Ricardo y a Karim salir por la misma puerta, explotaron en una dura reprimenda a los guardias:

     Pero… ¿Qué hacen estos dos juntos? ¡¡Ellos no deberían estar juntos!! ¡¡Lo primero que se les dijo fue que no los pusieran juntos!!

     Ambos guardias, a manera de disculpa, ofrecieron rápidamente separarlos, pero los investigadores, furiosos, encontraron que ya era demasiado tarde.

     En cuanto los ánimos se calmaron un poco, les volvieron a tomar lista como habían estado haciendo durante toda la noche. En esta ocasión, los investigadores, que provistos de papel y lápiz parecían estar bien dispuestos para anotar, en un tono que no animaba mucho a responder, les preguntaron:

     ¡¿Alguno de ustedes tiene alguna queja o algún comentario que quiera hacer?!

     Todos tenían el cuerpo sumamente adolorido por haber tenido que dormir sobre aquellas duras y frías bancas, pero la única que se animó a hablar fue Fanny, que todavía frotándose los ojos y bastante demacrada, les comentó que tenía mucho sueño.

     Dada la situación en la que se encontraban, su comentario sonaba bastante desatinado, aunque se la podía comprender perfectamente después de todas las interrupciones que habían sufrido durante la corta noche.

      Se nos indicó que no debíamos dejarlos dormir… — Le susurró uno de los guardias a los investigadores.

     En esos momentos comprendieron que todo era parte de su «estrategia», como probablemente la llamarían los detectives, o parte de la «tortura», como más exactamente se podría definir, para presionarlos hasta el extremo y llevarlos a declarar atontados por la falta de sueño y el hambre.

     Los investigadores ignoraron el comentario de Fanny y continuaron preguntándoles si tenían algún pedido que hacer.

     Gaby, siguiendo el ejemplo de Fanny, se animó a hablar:

     Por favor, ¿podrían limpiar los baños? ¡El olor de las celdas es totalmente irrespirable e insano!

     Sin responder nada, la investigadora se volteó hacia Alejandra y le ordenó de mala manera que se quitara la frazada, si es que se podía llamar así a esa cosa mugrosa y raída que llevaba envuelta sobre la ropa a manera de falda.

     Alejandra, que tenía cara de descompuesta, no atinó a responder y tampoco obedeció la indicación. La investigadora insistió y al ver que su orden no era acatada, se encaminó con paso decidido hacia ella.

     Una de las mujeres le salió a su encuentro y en defensa de Alejandra le explicó que le había empezado de imprevisto la menstruación durante la noche y que tenía los pantalones totalmente manchados de sangre. La investigadora se limitó a hacer una desagradable mueca y no dijo nada más.

     Ricardo volvió a pedirles permiso para cantar todos juntos su Oración de la mañana, tal como acostumbraban, pero el detective se lo negó con un seco y rotundo NO, entonces Ricardo se volteó hacia Carlos y disimuladamente le indicó que le pasara la voz al resto para que cada cual continuara orando por su cuenta.

     Mercedes, que había quedado junto a Mara en la fila, alcanzó a cruzar unas pocas palabras con ella respecto a que había estado pensando que ahora todo el mundo se iba a enterar que ellas seis estaban casadas con Ricardo —algo que sólo conocían personas muy allegadas a la familia— y que probablemente los periodistas iban a aprovechar de hacer un escándalo en torno a eso también.

     Estamos todos juntos… ¡qué importa! —Le respondió Mara sin darle importancia.

     Por otro lado Elsa, que aún seguía indignada por lo que Claudia le había contado, comenzó a instarla para que aprovechara de quejarse del abuso sexual del que había sido objeto por parte del guardia la madrugada del día anterior, pero Claudia, temerosa de las represalias, no se decidía a hablar.

     La investigadora, muy molesta al oír el cuchicheo, giró hacia ellas para averiguar qué estaba pasando.

     Claudia, con voz temerosa, se animó a decir casi en un susurro:

     El primer día, cuando fui llevada a la celda, el guardia que me llevó, me manoseó…

     Una vez que hubo hablado, ella se quedó muy quieta y callada por temor a cualquier otra cosa que esta gente les pudiera hacer, temía sus reacciones y no se equivocaba… ¡se armó un gran alboroto!

     Los hombres, que se encontraban en el pasillo de enfrente, no alcanzaban a oír nada de lo que sucedía, pero notaron mucho nerviosismo por parte de los detectives que apresuradamente los devolvieron a sus respectivas celdas, sin preocuparse siquiera de separar a Ricardo y a Karim como habían dicho que harían.

     Jaime, que tampoco se había enterado de nada, aprovechó de recordarle al guardia que le habían ofrecido que temprano en la mañana le dejarían hacer una llamada telefónica, pero el hombre, sin prestarle ninguna atención, le contestó distraídamente en un rato más y rápidamente echó llave a la reja.

     En cuanto terminaron de encerrar a los hombres, la investigadora volvió a tomar la palabra e hizo que Claudia le narrara lo sucedido y le describiera al guardia. Después de preguntarle rudamente por qué no había dicho nada antes, empezó a acusarla de mentirosa y le advirtió que sería mejor que se retractara en ese mismo instante de lo que decía ya que si no habrían represalias.

     Después de intimidarla bastante con su actitud y sus amenazas, la retó a reafirmarse o retractarse de su acusación, pero Claudia, aún inmóvil, no se atrevió a decir una sola palabra más.

     Luego de un rato de tenso silencio, la detective masculló algo sobre que después lo denunciaría y ordenó que las mujeres también fueran llevadas de regreso a sus calabozos.

     Ahora, ya con luz de día, el aspecto de los cuchitriles era realmente nauseabundo.

     En cuanto el guardia cerró los portones de madera, todos empezaron a cantar su oración matutina y si bien no alzaron demasiado la voz para no disgustar más a sus carceleros, igual alcanzaban a oírse unos a otros.


continuará ...

viernes, 5 de diciembre de 2014

128 • Las últimas en comer

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     Beatriz, Fanny y Gaby fueron las últimas a las que el guardia hizo salir para llevarlas hasta su escritorio.

     El hombre, que parecía una persona bastante amable, les explicó que el papá de uno de los muchachos había traído gaseosa, pan, jamón y queso y que el muchacho le había pedido que hiciera llegar el paquete a las mujeres.

     Les dijo también, que él había preferido hacerlas comer afuera ya que el olor y aspecto de las celdas no eran el mejor ambiente para hacerlo, en lo cual ellas estuvieron totalmente de acuerdo y agradecieron su gentileza repetidamente.

     A pesar del hambre que sentían, no olvidaron su buena educación y le ofrecieron al guardia el primer sándwich que prepararon, pero el hombre lo rechazó, explicándoles que acababa de comer.

     El guardia les conversó mientras comían y si bien ellas se limitaron a responder a temas sociales y a escuchar sin responder sobre cualquier pregunta o comentario que tuviera la más mínima relación con sus vidas o lo que estaban viviendo, él sí se explayó en su charla e incluso les afirmó muy seguro de lo que decía, que al salir de allí todos los peruanos serían deportados.

     Si bien encontraron rara la afirmación, ya que las peruanas tenían la visa vencida pero ese no era el caso de Alberto que tenía su visa de turista vigente y mucho menos el de Ricardo, el cual no sólo tenía permanencia definitiva, sino que además, tenía considerables inversiones en el país y estaba casado legalmente con una ciudadana chilena, se limitaron a escuchar sin alegar.

     Cuando terminaron, el guardia les indicó que se llevaran lo que había sobrado pues a las demás mujeres ya las había hecho salir para que comieran.

     Sería como la una y media de la mañana cuando sintieron que traían a alguien. Fanny corrió rápidamente a la puerta y se paró en un rincón de la celda, bien pegada a la pared y sin acercarse demasiado a la mirilla para no ser vista, pues no sabía si, de descubrirla mirando, aplicaran algún tipo de sanción. Desde allí pudo ver que recién traían a Ricardo y que venía esposado.

     Poco rato después, el guardia se acercó a la puerta y les devolvió el sándwich que le habían dejado preparado para él, explicándoles que Ricardo se había negado a recibirlo.

     Se sintieron terriblemente mal. No se les había ocurrido pedirle al guardia que al momento de entregarle el sándwich le dijera que era mandado por ellas, que no era dado por investigaciones, pensaban que de esa manera él sí se lo hubiera comido. Ahora ya era demasiado tarde y ellas quedaron muy apenadas por no haberle podido hacer llegar la única comida decente que habían visto desde que todo había comenzado.

     Casi al final de la noche cambiaron a Margarita a la celda donde estaban Beatriz, Fanny y Gaby, las cuales tuvieron una impresión muy desagradable al verla entrar: se le veía mal vestida, desgreñada y se comportaba como si todo fuera rutina para ella. Las mujeres se acercaron más las unas a las otras y permanecieron así, sin atreverse siquiera a dirigirle la palabra.

     El resto de la noche continuó igual de interrumpida. Repitieron dos o tres veces más los cambios de celda y el procedimiento de sacarlos, hacerlos pararse en el pasillo, pasar lista, esperar un rato y luego volverlos a encerrar tal como habían estado haciendo durante todo el día. Parecía que tenían intenciones de que no pudieran dormir ni una sola hora de corrido aquella noche tampoco y esto, sumado al frío espantoso que sentían y al hedor que había en aquellas letrinas asquerosas a las que llamaban celdas, hacía casi imposible que pudieran descansar. Al amanecer ya tenían el cuerpo tan adolorido que les era imposible encontrar posición sobre las duras bancas de cemento.


continuará ...