... continúa
Jueves 28
Alrededor de las siete de la mañana, volvieron a ordenarles abandonar sus celdas. Esta vez los hicieron salir a todos juntos y pararse frente a la puerta de sus respectivos calabozos.
Cuando la pareja de detectives —un hombre y una mujer— que presenciaba la rutina, vieron a Ricardo y a Karim salir por la misma puerta, explotaron en una dura reprimenda a los guardias:
— Pero… ¿Qué hacen estos dos juntos? ¡¡Ellos no deberían estar juntos!! ¡¡Lo primero que se les dijo fue que no los pusieran juntos!!
Ambos guardias, a manera de disculpa, ofrecieron rápidamente separarlos, pero los investigadores, furiosos, encontraron que ya era demasiado tarde.
En cuanto los ánimos se calmaron un poco, les volvieron a tomar lista como habían estado haciendo durante toda la noche. En esta ocasión, los investigadores, que provistos de papel y lápiz parecían estar bien dispuestos para anotar, en un tono que no animaba mucho a responder, les preguntaron:
— ¡¿Alguno de ustedes tiene alguna queja o algún comentario que quiera hacer?!
Todos tenían el cuerpo sumamente adolorido por haber tenido que dormir sobre aquellas duras y frías bancas, pero la única que se animó a hablar fue Fanny, que todavía frotándose los ojos y bastante demacrada, les comentó que tenía mucho sueño.
Dada la situación en la que se encontraban, su comentario sonaba bastante desatinado, aunque se la podía comprender perfectamente después de todas las interrupciones que habían sufrido durante la corta noche.
— Se nos indicó que no debíamos dejarlos dormir… — Le susurró uno de los guardias a los investigadores.
En esos momentos comprendieron que todo era parte de su «estrategia», como probablemente la llamarían los detectives, o parte de la «tortura», como más exactamente se podría definir, para presionarlos hasta el extremo y llevarlos a declarar atontados por la falta de sueño y el hambre.
Los investigadores ignoraron el comentario de Fanny y continuaron preguntándoles si tenían algún pedido que hacer.
Gaby, siguiendo el ejemplo de Fanny, se animó a hablar:
— Por favor, ¿podrían limpiar los baños? ¡El olor de las celdas es totalmente irrespirable e insano!
Sin responder nada, la investigadora se volteó hacia Alejandra y le ordenó de mala manera que se quitara la frazada, si es que se podía llamar así a esa cosa mugrosa y raída que llevaba envuelta sobre la ropa a manera de falda.
Alejandra, que tenía cara de descompuesta, no atinó a responder y tampoco obedeció la indicación. La investigadora insistió y al ver que su orden no era acatada, se encaminó con paso decidido hacia ella.
Una de las mujeres le salió a su encuentro y en defensa de Alejandra le explicó que le había empezado de imprevisto la menstruación durante la noche y que tenía los pantalones totalmente manchados de sangre. La investigadora se limitó a hacer una desagradable mueca y no dijo nada más.
Ricardo volvió a pedirles permiso para cantar todos juntos su Oración de la mañana, tal como acostumbraban, pero el detective se lo negó con un seco y rotundo NO, entonces Ricardo se volteó hacia Carlos y disimuladamente le indicó que le pasara la voz al resto para que cada cual continuara orando por su cuenta.
Mercedes, que había quedado junto a Mara en la fila, alcanzó a cruzar unas pocas palabras con ella respecto a que había estado pensando que ahora todo el mundo se iba a enterar que ellas seis estaban casadas con Ricardo —algo que sólo conocían personas muy allegadas a la familia— y que probablemente los periodistas iban a aprovechar de hacer un escándalo en torno a eso también.
— Estamos todos juntos… ¡qué importa! —Le respondió Mara sin darle importancia.
Por otro lado Elsa, que aún seguía indignada por lo que Claudia le había contado, comenzó a instarla para que aprovechara de quejarse del abuso sexual del que había sido objeto por parte del guardia la madrugada del día anterior, pero Claudia, temerosa de las represalias, no se decidía a hablar.
La investigadora, muy molesta al oír el cuchicheo, giró hacia ellas para averiguar qué estaba pasando.
Claudia, con voz temerosa, se animó a decir casi en un susurro:
— El primer día, cuando fui llevada a la celda, el guardia que me llevó, me manoseó…
Una vez que hubo hablado, ella se quedó muy quieta y callada por temor a cualquier otra cosa que esta gente les pudiera hacer, temía sus reacciones y no se equivocaba… ¡se armó un gran alboroto!
Los hombres, que se encontraban en el pasillo de enfrente, no alcanzaban a oír nada de lo que sucedía, pero notaron mucho nerviosismo por parte de los detectives que apresuradamente los devolvieron a sus respectivas celdas, sin preocuparse siquiera de separar a Ricardo y a Karim como habían dicho que harían.
Jaime, que tampoco se había enterado de nada, aprovechó de recordarle al guardia que le habían ofrecido que temprano en la mañana le dejarían hacer una llamada telefónica, pero el hombre, sin prestarle ninguna atención, le contestó distraídamente en un rato más y rápidamente echó llave a la reja.
En cuanto terminaron de encerrar a los hombres, la investigadora volvió a tomar la palabra e hizo que Claudia le narrara lo sucedido y le describiera al guardia. Después de preguntarle rudamente por qué no había dicho nada antes, empezó a acusarla de mentirosa y le advirtió que sería mejor que se retractara en ese mismo instante de lo que decía ya que si no habrían represalias.
Después de intimidarla bastante con su actitud y sus amenazas, la retó a reafirmarse o retractarse de su acusación, pero Claudia, aún inmóvil, no se atrevió a decir una sola palabra más.
Luego de un rato de tenso silencio, la detective masculló algo sobre que después lo denunciaría y ordenó que las mujeres también fueran llevadas de regreso a sus calabozos.
Ahora, ya con luz de día, el aspecto de los cuchitriles era realmente nauseabundo.
En cuanto el guardia cerró los portones de madera, todos empezaron a cantar su oración matutina y si bien no alzaron demasiado la voz para no disgustar más a sus carceleros, igual alcanzaban a oírse unos a otros.
continuará ...
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