... continúa
Gaby aprovechó un descuido del
guardia para intentar atraer la atención de Jaime, que con cara de tedio,
miraba las distintas celdas de las mujeres sin prestarles realmente atención, pasó algún rato
¡hasta que por fin lo logró!
Le preguntó rápidamente si
conocía el pseudo alfabeto de los sordomudos.
Jaime no lo conocía y Gaby,
pacientemente, se lo enseñó letra por letra tal como ella lo había aprendido de
niña y mientras Jaime repetía dedicadamente los signos, las mujeres que frente
a él alcanzaban a verlo, aprovecharon de refrescar sus recuerdos de este útil
juego infantil, para poder unirse ellas también a esta conversación a través de
las rejas. Estuvieron así largo rato, una y otra vez, hasta que por fin pareció que Jaime había logrado retener los signos.
A partir de ahí, el tiempo de
espera se hizo más llevadero y a pesar de que eran pocas las veces en que Jaime
hacía las letras correctamente —ya que la mayoría de las veces parecía
olvidarlas y hacía casi cualquier símbolo en vez— con un poco de imaginación
por parte de las mujeres, lograban entenderse. ¡Terminó inventando su propio
alfabeto!
La situación llegaba a ser
incluso cómica, ya que en ocasiones Jaime empezaba a contarles algo y al poco
rato se distraía a la mitad y volvía a empezar con los gestos. Llegó al colmo
en una oportunidad en que una misma frase la empezó cinco veces, y al final, ni
siquiera la terminó.
Aún con las dificultades del
caso, era reconfortante poder contarse lo poco o nada que sabían sobre el
estado de cada uno de los otros. La comunicación no avanzaba mucho —por no
decir nada— pero como no tenían ninguna otra cosa por hacer, no importaba
realmente, además, lo único que en realidad querían era sentir que estaban
juntos.
Jaime, que estaba muy preocupado
por la situación de Alejandra, aprovechó de preguntarles por su hermana y a su
vez las tranquilizó al respecto de que las declaraciones ante investigaciones
no tenían tanto peso y que si era necesario, era preferible que declararan para
así evitar ser más maltratadas por los detectives.
El guardia pasaba por delante de
ellos y no se daba cuenta de lo que sucedía. Incluso recibían la ayuda del
compañero de celda de Jaime que les avisaba cuando veía acercarse a alguno de
sus cuidadores. El poder burlar la vigilancia les dejaba cierta sensación de
triunfo.
continuará ...
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