... continúa
Beatriz, Fanny y Gaby fueron las últimas a las que el guardia hizo salir para llevarlas hasta su escritorio.
El hombre, que parecía una persona bastante amable, les explicó que el papá de uno de los muchachos había traído gaseosa, pan, jamón y queso y que el muchacho le había pedido que hiciera llegar el paquete a las mujeres.
Les dijo también, que él había preferido hacerlas comer afuera ya que el olor y aspecto de las celdas no eran el mejor ambiente para hacerlo, en lo cual ellas estuvieron totalmente de acuerdo y agradecieron su gentileza repetidamente.
A pesar del hambre que sentían, no olvidaron su buena educación y le ofrecieron al guardia el primer sándwich que prepararon, pero el hombre lo rechazó, explicándoles que acababa de comer.
El guardia les conversó mientras comían y si bien ellas se limitaron a responder a temas sociales y a escuchar sin responder sobre cualquier pregunta o comentario que tuviera la más mínima relación con sus vidas o lo que estaban viviendo, él sí se explayó en su charla e incluso les afirmó muy seguro de lo que decía, que al salir de allí todos los peruanos serían deportados.
Si bien encontraron rara la afirmación, ya que las peruanas tenían la visa vencida pero ese no era el caso de Alberto que tenía su visa de turista vigente y mucho menos el de Ricardo, el cual no sólo tenía permanencia definitiva, sino que además, tenía considerables inversiones en el país y estaba casado legalmente con una ciudadana chilena, se limitaron a escuchar sin alegar.
Cuando terminaron, el guardia les indicó que se llevaran lo que había sobrado pues a las demás mujeres ya las había hecho salir para que comieran.
Sería como la una y media de la mañana cuando sintieron que traían a alguien. Fanny corrió rápidamente a la puerta y se paró en un rincón de la celda, bien pegada a la pared y sin acercarse demasiado a la mirilla para no ser vista, pues no sabía si, de descubrirla mirando, aplicaran algún tipo de sanción. Desde allí pudo ver que recién traían a Ricardo y que venía esposado.
Poco rato después, el guardia se acercó a la puerta y les devolvió el sándwich que le habían dejado preparado para él, explicándoles que Ricardo se había negado a recibirlo.
Se sintieron terriblemente mal. No se les había ocurrido pedirle al guardia que al momento de entregarle el sándwich le dijera que era mandado por ellas, que no era dado por investigaciones, pensaban que de esa manera él sí se lo hubiera comido. Ahora ya era demasiado tarde y ellas quedaron muy apenadas por no haberle podido hacer llegar la única comida decente que habían visto desde que todo había comenzado.
Casi al final de la noche cambiaron a Margarita a la celda donde estaban Beatriz, Fanny y Gaby, las cuales tuvieron una impresión muy desagradable al verla entrar: se le veía mal vestida, desgreñada y se comportaba como si todo fuera rutina para ella. Las mujeres se acercaron más las unas a las otras y permanecieron así, sin atreverse siquiera a dirigirle la palabra.
El resto de la noche continuó igual de interrumpida. Repitieron dos o tres veces más los cambios de celda y el procedimiento de sacarlos, hacerlos pararse en el pasillo, pasar lista, esperar un rato y luego volverlos a encerrar tal como habían estado haciendo durante todo el día. Parecía que tenían intenciones de que no pudieran dormir ni una sola hora de corrido aquella noche tampoco y esto, sumado al frío espantoso que sentían y al hedor que había en aquellas letrinas asquerosas a las que llamaban celdas, hacía casi imposible que pudieran descansar. Al amanecer ya tenían el cuerpo tan adolorido que les era imposible encontrar posición sobre las duras bancas de cemento.
El hombre, que parecía una persona bastante amable, les explicó que el papá de uno de los muchachos había traído gaseosa, pan, jamón y queso y que el muchacho le había pedido que hiciera llegar el paquete a las mujeres.
Les dijo también, que él había preferido hacerlas comer afuera ya que el olor y aspecto de las celdas no eran el mejor ambiente para hacerlo, en lo cual ellas estuvieron totalmente de acuerdo y agradecieron su gentileza repetidamente.
A pesar del hambre que sentían, no olvidaron su buena educación y le ofrecieron al guardia el primer sándwich que prepararon, pero el hombre lo rechazó, explicándoles que acababa de comer.
El guardia les conversó mientras comían y si bien ellas se limitaron a responder a temas sociales y a escuchar sin responder sobre cualquier pregunta o comentario que tuviera la más mínima relación con sus vidas o lo que estaban viviendo, él sí se explayó en su charla e incluso les afirmó muy seguro de lo que decía, que al salir de allí todos los peruanos serían deportados.
Si bien encontraron rara la afirmación, ya que las peruanas tenían la visa vencida pero ese no era el caso de Alberto que tenía su visa de turista vigente y mucho menos el de Ricardo, el cual no sólo tenía permanencia definitiva, sino que además, tenía considerables inversiones en el país y estaba casado legalmente con una ciudadana chilena, se limitaron a escuchar sin alegar.
Cuando terminaron, el guardia les indicó que se llevaran lo que había sobrado pues a las demás mujeres ya las había hecho salir para que comieran.
Sería como la una y media de la mañana cuando sintieron que traían a alguien. Fanny corrió rápidamente a la puerta y se paró en un rincón de la celda, bien pegada a la pared y sin acercarse demasiado a la mirilla para no ser vista, pues no sabía si, de descubrirla mirando, aplicaran algún tipo de sanción. Desde allí pudo ver que recién traían a Ricardo y que venía esposado.
Poco rato después, el guardia se acercó a la puerta y les devolvió el sándwich que le habían dejado preparado para él, explicándoles que Ricardo se había negado a recibirlo.
Se sintieron terriblemente mal. No se les había ocurrido pedirle al guardia que al momento de entregarle el sándwich le dijera que era mandado por ellas, que no era dado por investigaciones, pensaban que de esa manera él sí se lo hubiera comido. Ahora ya era demasiado tarde y ellas quedaron muy apenadas por no haberle podido hacer llegar la única comida decente que habían visto desde que todo había comenzado.
Casi al final de la noche cambiaron a Margarita a la celda donde estaban Beatriz, Fanny y Gaby, las cuales tuvieron una impresión muy desagradable al verla entrar: se le veía mal vestida, desgreñada y se comportaba como si todo fuera rutina para ella. Las mujeres se acercaron más las unas a las otras y permanecieron así, sin atreverse siquiera a dirigirle la palabra.
El resto de la noche continuó igual de interrumpida. Repitieron dos o tres veces más los cambios de celda y el procedimiento de sacarlos, hacerlos pararse en el pasillo, pasar lista, esperar un rato y luego volverlos a encerrar tal como habían estado haciendo durante todo el día. Parecía que tenían intenciones de que no pudieran dormir ni una sola hora de corrido aquella noche tampoco y esto, sumado al frío espantoso que sentían y al hedor que había en aquellas letrinas asquerosas a las que llamaban celdas, hacía casi imposible que pudieran descansar. Al amanecer ya tenían el cuerpo tan adolorido que les era imposible encontrar posición sobre las duras bancas de cemento.
continuará ...
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Danos tu opinión...