... continúa
Secamente le indicaron que se pusiera en
pie, mientras visiblemente cerraban todas las puertas del lugar.
Su corazón latía con mucha
fuerza mientras tenazmente permanecía sentada, aferrándose firmemente a los brazos del sillón, intentando parecer tan relajada como en realidad no se encontraba. Definitivamente era más fácil cuando estaban todos juntos. Ahora todo
dependía de ella y estaba más decidida que nunca a no dejarse doblegar, ya que
si lo hacía, luego llamarían a otra y luego a otra... y al final, los habrían
derrotado.
El hombre la miró directamente a
los ojos.
Gaby le sostuvo firmemente la
mirada como había hecho el primer día con el inspector gordo de barba. También
esta vez fue el detective quién desvió la vista primero.
El investigador la instó a que se
dejara de tonteras y pasara adelante, pero ella le respondió con muy buen
volumen, esforzándose en que no se notara el más mínimo temblor en su voz:
— ¡¡Yo no pienso salir adelante y caminar, si desean un vídeo de mí, tendrán que filmar como me golpean para subir y como me arrastran por la pasarela, ya que por mis propios medios jamás lo haré!!
El investigador furioso, la
insultó, los llamó a todos estúpidos e ignorantes y la retó para que le dijera
cuáles eran sus estudios. Parecía que esa era su táctica para amedrentar a la
gente, pero tal como las veces anteriores, cuando ella les respondió que era
una profesional y que era analista de sistemas, el amedrentado fue el
detective.
Ahora el hombre —tal vez
preocupado o tal vez intentando un nuevo método— le pedía que bajara la voz e
intentaba hacerse el simpático y conversar. Cambiando visiblemente de tema, le
preguntó sobre sus uñas, las cuales de nacimiento crecen hacia arriba y para
molestarla, le dijo que parecían un arma.
— A mí, un lector de manos, me
dijo en una ocasión que eran un signo muy propicio y que significaban desapego
—respondió ella en tono despectivo.
El investigador se la quedó
mirando nuevamente en silencio, luego miró al camarógrafo que se hallaba al
fondo de la sala y volvió al ataque. Los demás investigadores se estaban
acercando, ella podía sentirlos a su espalda pero no quiso voltearse a mirar.
El investigador a cargo, que era
el único que hablaba, continuó intentando convencerla afirmándole que lo único que
querían era ayudarla, que los investigadores no tenían nada contra ninguno de
ellos y que lo único que él quería era cumplir con su trabajo.
— Si las cosas son como
ustedes dicen, ¿por qué es que han golpeado a mis amigas?
— ¿A quien han golpeado? Ninguna
tiene marcas. ¿Cómo es que dices que las han golpeado? ¿Tú te crees todo lo que
te dicen tus amigas?
— ¡¡Es porque ustedes saben
como golpear sin dejar marca!! ¡A Mercedes la han golpeado en el ojo que tiene
malo y a Roxana la han abofeteado en la cara y desde ayer tiene en la mejilla
izquierda la marca nítida en rojo de tres dedos que no se le han borrado!
—Gaby, sin medir las consecuencias sobre ella, continuó echándoles los hechos
en la cara cada vez más enojada por el cinismo de aquella gente.
Después de algunos cuchicheos, el
investigador volvió al ataque:
— Pero si tu amiga lo que
tiene es una erupción, y eso, es una reacción alérgica. ¡No seas ignorante!
—Afirmó con desprecio.
— ¡¿Una reacción alérgica que
le surgió justo en el punto en el que le pegaron?! Además, es obvio que cada
piel reacciona diferente. ¡Si mi amiga me dice que la han golpeado y ella me ha
demostrado que es una persona en la cual yo puedo confiar, yo le creo a ella,
no así a ninguno de ustedes que ni siquiera me han permitido hablar con un
abogado hasta ahora!
— ¡Mira! Por si no lo sabes,
nosotros aquí podemos hacer lo que queramos y nadie se va a enterar. Tú, ni
ninguno de ustedes tiene derecho a ningún abogado si nosotros no lo queremos,
así es que vayan terminando de una vez con esa cancioncita que ya me está
cansando y mejor subes de una buena vez esas escaleras o si no…
El investigador se veía
visiblemente cansado ya de esta discusión que no lo estaba llevando a la
victoria y mientras hablaba, miró a los otros detectives que se acercaron aún
más, ahora estaban todos rodeándola muy de cerca.
Ella, forzándose por mantener la
calma, le contestó que su cónsul ya había sido informado de su presencia allí y
que iba a presentarse en cualquier momento. No sabía si realmente le habían
informado al cónsul y menos aún si vendría, pero necesitaba conseguirse apoyo
de algún tipo.
El investigador miró al detective
que tenía a la derecha, y éste, moviendo negativamente la cabeza y alzándose de
hombros, dijo suavemente: es peruana…
— ¡Tu cónsul! ¡Qué va a hacer
tu cónsul! ¡Tú, ni ninguno de tus compatriotas le importa nada y aunque
nosotros le informemos que ustedes están aquí, probablemente ni venga! ¡Todos
ustedes no son sino un verdadero estorbo, deberían llevarlos a las cárceles de
su país para que vieran lo que es bueno, allí sí que los golpearían! ¡Peruanos
ignorantes! ¡Ojalá se vayan pronto todos de aquí…! —Continuó el hombre
furioso.
Y así siguió, con una serie de
insultos a ella y a su país, pero ahora Gaby simplemente permaneció en silencio.
Cuando por fin se cansó de
hablar, se la quedó mirando un rato más, luego, volteándose hacia el
investigador que tenía a su izquierda, le ordenó que se la llevara para que le
hicieran el acta de filiación.
Gaby no sabía qué era el acta de
filiación ni si debía permitir que se la hicieran, pero ya no tenía a quien
preguntarle y mansamente se puso de pie.
Recorrió con la vista el salón y
pudo ver que el camarógrafo era el único que había quedado en su posición
inicial y que todos los demás estaban tan sólo unos pasos alrededor de ella.
Salieron del salón y descendieron
nuevamente por las escaleras hasta el primer piso.
El investigador encargado de
cuidarla era joven, de cabello claro, terno y de aspecto limpio. Si bien su
apariencia era agradable, mantuvo a Gaby todo el tiempo firmemente sujeta por
el brazo mientras bajaban y al momento de hacer la curva en la escalera, le dio
un tirón tan fuerte que la lastimó hasta el punto que ella, sin querer, hizo
una mueca de dolor.
— Te sujeto así para que no te
vayas a rodar por las escaleras y lastimarte… —dijo el hombre a manera de
disculpa, sonriéndole hipócritamente.
Salieron hacia la derecha y casi
inmediatamente doblaron nuevamente a la derecha para entrar por un corredor en
el que, un par de metros sobre la mano izquierda, había una puerta cerrada que
ostentaba el letrero «Filiaciones» a un costado.
El hombre le hizo una indicación
para que se sentara en la banca frente a la puerta e intentó mostrarse
simpático y convencerla por las buenas de que participara en el vídeo de
fichaje, pero ella, firme en su decisión lo increpó:
— Tú y cada uno de ustedes,
saben que todo lo que están haciendo aquí es ilegal, que nuestro arresto fue
ilegal, que la historia que han contado a la gente sobre nosotros no es cierta y que nosotros tenemos
derecho, al menos, a tener un abogado…
El investigador, que en
apariencia se veía algo más decente que los demás del lugar, se paseó un tanto
inquieto de un lado a otro y no hizo ningún otro intento de convencerla.
Después de unos veinte minutos de espera, la obligó a levantarse y la llevó de
regreso a su celda.
Ella se sentía victoriosa.
Podrían inventar lo que quisieran de ellos, pero no iban a lograr doblegarlos.
continuará ...