continúa ...
Mientras tanto, en el hall de distribución, los investigadores hacían uso constante de la radio para ponerse de acuerdo con un segundo grupo —que al parecer venía en camino— sobre los preparativos y de rato en rato se les oía comentar ya están a una hora y media…, ya están a una hora.
Tal era el interés que demostraban en estas comunicaciones que en ocasiones era la misma sub-comisario Correa la que pasaba largo rato coordinando.
Carlos —que seguía sentado en una silla en el cuarto de cómputo— quedó impactado cuando vio aparecer en el umbral de la puerta a la inspectora Yelka Rot Sulin… Alta, flaca y desaliñada, más parecía un hombre y de muy malos tratos. La inspectora entró dando bruscas órdenes a los otros detectives y empezó ella misma a dar vuelta a todas las cosas que había allí.
Tal era el interés que demostraban en estas comunicaciones que en ocasiones era la misma sub-comisario Correa la que pasaba largo rato coordinando.
Carlos —que seguía sentado en una silla en el cuarto de cómputo— quedó impactado cuando vio aparecer en el umbral de la puerta a la inspectora Yelka Rot Sulin… Alta, flaca y desaliñada, más parecía un hombre y de muy malos tratos. La inspectora entró dando bruscas órdenes a los otros detectives y empezó ella misma a dar vuelta a todas las cosas que había allí.
Después de que hubieron revisado esta habitación, comenzaron a clasificar allí las «evidencias». Trajeron muchas cosas como casacas y faldas de cuero, las cadenas del tractor, fustas, látigos, objetos religiosos, fotos personales de Ricardo y de sus esposas e incluso, los tres arneses de los perros.
Diligentemente llevaban y traían cosas de toda la casa.
Carlos los veía entrar y salir con indiferencia, aunque hubo una caja de cartón que llamó especialmente su atención, ya que se veía distinta de todas las demás y no le pareció reconocerla como parte de la casa, incluso le dio la impresión de que los investigadores la habían traído con ellos de Santiago. Supuso que sería para guardar en ella las cosas que tan cuidadosamente iban seleccionando, pero lo raro era que daba la impresión de ya estar llena.
Los detectives, de manera muy esmerada, elegían y catalogaban las cosas y las llevaban luego a la habitación de Ricardo, donde todo era dispuesto en forma ordenada como para una exhibición, seleccionando en primer plano las cosas que encontraban más curiosas y a las que podían darle una connotación más obscena y lasciva. Cuidaron mucho de disponerlo todo con malicia.
Había transcurrido ya bastante rato desde que se había iniciado todo este atropello cuando la sub-comisario Correa entró brusco al cuarto en que mantenían a las mujeres y mirándolas con cara de desprecio, les dijo:
— ¡¡Todas ustedes son una tira de ignorantes, por eso es que están aquí, les lavan el cerebro y luego las usan como quieren, por ejemplo, tú…!! ¡¡¿Qué es lo que sabes hacer?!!
La sub-comisario señaló con un gesto despectivo a Gaby y la miró a los ojos con aire de superioridad. Ella, sosteniéndole firmemente la mirada, pero intentando mantenerse en el propósito de no pelear más, se esmeró en responder en el tono más afable que pudo conseguir y le dijo que era analista programadora.
Gaby no pudo evitar el sentirse orgullosa al contestar, ya que si bien la imagen que siempre se ha difundido de las «sectas» es que es un grupo de gente que capta personas ignorantes o débiles mentales para aprovecharse, en el caso de todos ellos esta afirmación resultaba imposible de sostener, además, lo que habían visto y vivido en todos los años que llevaban en su Religión, era totalmente opuesto.
La sub-comisario frunció un poco el ceño y pensando, tal vez, que podía amilanar con la misma pregunta al resto, procedió a preguntarle lo mismo a las demás.
Lola le informó que era arquitecto, Elsa le dijo que era diseñadora de modas y Mercedes que era diseñadora gráfica. Al parecer estas respuestas no eran las que la sub-comisario esperaba, ya que en este punto desistió de seguir preguntando y más bien agregó en tono irónico:
— Aquellas que tengan buenos puestos de trabajo… ¡ya los perdieron!
Poco rato después, la sub-comisario Correa se acercó disimuladamente a los demás investigadores que se hallaban en el dormitorio y en voz bien baja les dijo:
— Tranquilos no más, no traten tan mal las cosas… no sea que vayamos a tener problemas aquí…
La actitud prepotente de la sub-comisario se suavizó un poco y ella misma autorizó a Fanny para que, si deseaban, ella se encargase de ir a la cocina a traer un par de tazas de té caliente para que las repartieran entre todas. El día se estaba poniendo especialmente frío con el paso de las horas, de modo que Fanny aceptó la oferta y partió apresuradamente antes que la mujer se fuera a arrepentir.
continuará ...
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