continúa ...
Cuando Fanny entró en la cocina, encontró un ambiente festivo de parte de los investigadores que disponían de las cosas de la casa a su entera libertad, sin pedir permiso o al menos informar y mucho menos lavar lo que usaban.
Traían bebidas, sándwiches y cosas para festejar. Usaban los platos, los cubiertos, los vasos y se servían cómodamente el almuerzo haciendo bromas al respecto.
Al parecer a ellos, todo este asunto, no había sino despertado sus apetitos.
Arrinconada contra el refrigerador y rodeada por cuatro investigadores, tenían sentada a Alejandra, encogida, medio resfriada y sin ropa de abrigo. Ella temblaba visiblemente, tal vez de frío o tal vez de susto o, más probablemente, de ambos, ya que los investigadores —todos ellos hombres— se hallaban muy cerca de ella… ¡Demasiado cerca!
Cuando vieron que Fanny entraba, cogieron a Alejandra del brazo y la llevaron casi a rastras fuera de la casa. Al pasar a su lado, Alejandra la miró un instante. ¡Se le veía muy asustada!
Fanny, con los nervios que traía, colocó en silencio las tazas de té en el microondas… ¡con bolsitas filtrantes y todo!
Cuando vieron que Fanny entraba, cogieron a Alejandra del brazo y la llevaron casi a rastras fuera de la casa. Al pasar a su lado, Alejandra la miró un instante. ¡Se le veía muy asustada!
Fanny, con los nervios que traía, colocó en silencio las tazas de té en el microondas… ¡con bolsitas filtrantes y todo!
Otros detectives que permanecieron en la cocina comiendo y haciendo comentarios sobre las tablas de horarios que estaban pegadas en el refrigerador y lo ordenados que eran en la casa, aprovecharon la ocasión para hacerle conversación. Se mostraron muy simpáticos y amistosos. Le preguntaban de qué parte de Chile era y cosas por el estilo, pero ella, respondiendo en la forma más escueta posible, se apuró en salir de la cocina tan rápido como pudo, con tres tazas de té a medio calentar, una de las cuales le alcanzó a la pasada a Ricardo y las otras dos las llevó al dormitorio.
Sería entre las tres y las cuatro de la tarde cuando trajeron a Alejandra de regreso y la hicieron pasar al dormitorio de las mujeres. Temblaba más marcadamente aún que antes.
Beatriz no pudo evitar sentir mucha pena por ella al verla tan indefensa, tiritando de frío y asustada y reaccionando inmediatamente, cogió la casaca que había separado para sí misma para cuando los llevaran arrestados a Santiago y sin decir palabra, se la puso sobre los hombros para que se abrigara.
Gaby le miró los pies, que al estar con sandalias y sin calcetines, se habían puesto morados por el frío. Tanta pena le dio verla así, que se arriesgó a pedirle permiso a una de las investigadoras para alcanzarle unas medias de su clóset (una de las pocas cosas que aún quedaba en su lugar en una de las divisiones). La investigadora de pelo castaño y aspecto bastante viril, asintió con desgano.
Alejandra se había sentado junto a Beatriz y le sujetaba fuertemente la mano.
No había pasado ni quince minutos cuando vino un investigador y se la llevó rudamente del dormitorio. Ahora estaba un poco más abrigada, pero aún seguía sumamente asustada...
continuará ...
ahhhhhhhhhhhh, que relato de ese tiempo del terror que ustedes vivieron. Muy bien que hagan publico el trato vejatorio que se les dio.
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