continúa ...
Después de que filmaron todo, los periodistas se coordinaron durante unos quince minutos con los policías. Luego, uno de los investigadores dirigiéndose a las mujeres, les dijo:
— Bien, nos vamos, levántense. ¡Vamos, vamos, muévanse rapidito!
Las mujeres calmadamente cogieron la ropa de abrigo que habían separado para llevar, pero bruscamente les ordenaron volverla a dejar sobre las camas y ante la preocupación e insistencia de ellas, les dijeron que después la llevarían, pero se negaron a explicarles cuándo sería ese después.
El prefecto Sotomayor fue al baño y a modo de explicación le dijo a Ricardo que para que la prensa no le hiciera problemas posteriores, ni hubiera escándalo si todo este asunto se aclaraba, le iban a tapar la cara.
— Ustedes sabrán su procedimiento, igual yo estoy esposado de manera que no tengo mucha elección en el asunto.
El ofrecimiento no se hizo extensivo a Carlos, pero realmente… ¿de qué servía? Si bien no iban a sacar a Ricardo a rostro descubierto, fotografías de todos ellos eran mostradas a los medios de prensa y los nombres completos de cada uno eran divulgados sin reparo por los mismos detectives.
Recogieron un trozo de tela negra que había tirado en alguna parte del desorden y lo enrollaron en la cara de Ricardo como una especie de San Benito, que evidentemente no lo dejaba ver nada.
Rápidamente diseñaron la escena. Montones de periodistas se distribuyeron afuera de la casa con cámaras fotográficas, filmadoras y hasta reflectores apuntando a la puerta trasera mientras adentro, hombres y mujeres eran ordenados en fila en el hall de distribución, con Ricardo a la cabeza.
Carlos estaba desconcertado y no podía entender por qué iban a ser sacados por el extremo opuesto de la casa, por una puerta que daba al interior del terreno y no por el frontis donde tenían los autos estacionados. Supuso que tal vez los llevaban para hacer un reconocimiento del área o algo parecido, aunque toda la situación no dejaba de parecerle extraña.
En realidad era evidente que no los estaban llevando a ningún lado, los estaban obligando a salir para que la prensa pudiera filmar y fotografiar el espectáculo como si ya se estuviesen marchando. Era un show preparado para los periodistas, los cuales probablemente no habían querido esperar hasta que de verdad fueran llevados a Santiago y los detectives se habían asegurado que no llevaran nada en las manos para que no tuvieran forma de taparse el rostro.
Mara se dio cuenta de todo desde mucho antes de que los hicieran salir y volvió a taparse la cara usando sus manos a falta de otra cosa, dejando los dedos ligeramente entreabiertos para poder ver por donde caminaba y ver qué era lo que ocurría a su alrededor. Gaby la imitó y pasó la voz a las otras para que hicieran lo mismo.
Fanny cogió a la pasada una chompa roja de Ricardo y se la puso a Carlos sobre la cabeza y ella misma se cubrió la cara levantando el cuello de su chompa.
Los hicieron salir, pero tal como suponían, en vez de dirigirlos hacia la calle los condujeron unos doscientos metros hacia adentro en el terreno. Caminaban de a dos escoltados por uno o dos investigadores que simulaban guiarlos o cuidarlos para que no tropezaran, pero que al menor descuido, los empujaban, los tironeaban e intentaban de varios modos que descubrieran el rostro.
Ricardo encabezaba la comitiva con el diligente sub-prefecto Bravo —que no perdía ocasión de mantenerse en primer plano en las tomas— haciéndole de lazarillo y, siguiéndolos muy de cerca, caminaba la sub-comisario Correa conduciendo a Carlos.
Había cantidades de periodistas por todos lados filmando y fotografiando el desfile por el terreno y todo lo que podían a su paso, intentando por todos los medios conseguir una imagen reveladora.
¡El típico show de la Policía de Investigaciones cuando está en la escena del crimen y le va mostrando al público los supuestos criminales!
Mercedes fue la primera en darse cuenta de cómo llevaban a Ricardo. En ese momento, todo su deseo de justicia, la indignación y el enfado que había estado sintiendo hacia las personas que de esta manera los difamaban, se transformó en una tristeza inconsolable… alguien como él, digno de admiración y respeto, arrastrado por los investigadores como si fuera un delincuente de los peores que va a su ejecución… No pudo contener por más tiempo las lágrimas, sentía que todo su valor se desvanecía.
Gaby vio a Mercedes llorar y recién, levantando un poco la mirada, pudo darse cuenta del motivo. Sintió que su cuerpo temblaba de pies a cabeza y que sus mejillas estaban ardiendo, imaginaba que debían hallarse sumamente rojas por la rabia que sentía. De buena gana se hubiera abrazado a Mercedes para compartir su indignación, pero ella no quería llorar, no quería darles ese gusto, quería mantenerse firme.
A Elsa le dolía el corazón de ver cómo trataban a Ricardo. ¡Todo lo que esta gente hace es una injusticia, una canallada!, pensaba ella. No tenían el menor respeto ni consideración hacia las personas.
También la impresión de Mara fue grande al notar el espectáculo. Ricardo esposado y con la cara cubierta como el peor de los delincuentes. Sentía una mezcla de rabia e indignación.
Lola, impactada, no podía pensar y en su cabeza únicamente daba vueltas una pregunta ¡¡¿Qué le van a hacer?!! ¡¡¿Qué le van a hacer?!! Era como un reo al que llevaban a ahorcar o a la guillotina. Hizo un esfuerzo para sobreponerse e intentó serenar a Mercedes, pero le resultó imposible. A ella misma le resultaba difícil mantener el control, realmente se produce una gran indignación al saber que se está cometiendo una injusticia y darse cuenta de que uno es totalmente incapaz de hacer algo para detenerla. Era una gran mezcla de dolor e impotencia que la envolvía.
En un momento en que Carlos pasó al costado de su esposa, aprovechó de preguntarle cómo se encontraba. Fanny, aunque se veía bastante entera, aún continuaba muy nerviosa y no atinó a responder, estaba demasiado afectada y dolida al ver cómo eran llevados él y Ricardo y a lo único que acertó fue a preguntarle por qué eran tratados así.
— Por ser hombres —le respondió.
Carlos llevaba su rosario en la mano y Fanny, por temor a que se lo quitaran, se lo tomó y se lo guardó en el bolsillo del pantalón y recién se lo devolvió más tarde, poco antes de que partieran a Santiago. En realidad a Carlos no le habían quitado el rosario, se lo habían revisado varias veces, pero le permitieron mantenerlo consigo mientras permanecieron en Los Maquis.
Toda la escena era espectacularmente grotesca. Los periodistas, como aves de carroña en busca de podredumbre que tirarle a su público, habían caído en el juego de Policía de Investigaciones —se hubieran creído o no todas sus mentiras— y lo único que les interesaba era poder filmar una mejor escena que sus compañeros, de lo que amenazaba con ser la noticia del año.
Intentaban filmar sus caras de cualquier manera, incluso se tiraban a la tierra y les decían todo tipo de cosas.
continuará ...