continúa ...
No les permitían comunicarse con alguien de afuera para avisar lo que les estaba pasando y cuando Ricardo solicitó hacer la llamada telefónica a la que lo facultaba la ley chilena, la sub-comisario Correa, en tono irónico le respondió:
— Lo siento Ricardo, pero es imposible, ya que, según ustedes mismos dicen, en la casa no hay teléfono… Pero no te preocupes, ya podrás hacer tu llamada cuando sean llevados a Santiago.
Esta no era sino otra más de sus excusas ridículas, ya que ellos se comunicaban todo el tiempo a Santiago vía radio y celulares y varios de ellos los mantenían colgando visiblemente de sus cinturones.
Ricardo insistió:
— Si vamos a ser llevados a Santiago necesitamos que alguien se venga a quedar en la casa para cuidar a los perros y nuestras cosas, tenemos computadoras que son equipo muy costoso y que no puede ser dejado así como así, además…
La sub-comisario lo interrumpió para repetirle que ya llamarían de Santiago y se fue dejándolo con la palabra en la boca.
Mientras tanto, las conversaciones por radio iban y venían y podía oírse cómo, desde Santiago, les iban informando en dónde se encontraba el grupo que venía a su encuentro.
Los detectives en la casa ponían especial cuidado en la distribución de las cosas y cada vez se veían más ansiosos.
Desde donde Carlos estaba observándolo todo, empezó a sospechar que seguramente vendría la prensa y a la primera oportunidad que tuvo se lo dijo a Ricardo, quién pidió hablar inmediatamente con la sub-comisario Correa, la cual se apareció mucho rato después por la casa pero sin prestarle ninguna atención.
Ricardo la abordó y le recordó en tono bastante firme que si bien ellos, con la orden del juez, tal vez tuvieran autoridad para allanar y hacer todo lo que estaban haciendo, la prensa no podía entrar a propiedad privada sin la autorización del dueño.
La sub-comisario lo calmó asegurándole que no iba a ser así, que no iba a pasar nada y que la prensa no iba a entrar a la casa y siguió revoloteando vigilando cómo su gente organizaba todo.
A medida que el grupo que venía de Santiago se acercaba, el nerviosismo entre los policías aumentaba, hasta el punto que se despreocuparon un poco de sus detenidos y de la investigación misma.
Ahora los investigadores se encontraban muy interesados en su apariencia personal, se preguntaban entre ellos cómo se veían, se peinaban y se arreglaban los unos a los otros frente al espejo de cuerpo entero que había en el hall de distribución.

Mara encontró muy raro el comentario. ¿Qué está listo? Pensó que tal vez se referían a que ya habían sido arrestados. Nunca imaginó siquiera que se trataba del espectáculo que estaban montando.
Gaby, que había alcanzado a oír al investigador, se volteó muy alarmada y le dijo a Ricardo que la prensa estaba rumbo a donde ellos, pero otro detective la hizo callar bruscamente.
Nuevamente Ricardo abordó a la sub-comisario Correa para recordarle que el terreno era propiedad privada y que la orden que ellos tenían para allanar no incluía a los periodistas.
— Definitivamente NO autorizo, por ningún motivo, la entrada de la prensa en mi propiedad y menos aún en mi casa. ¡No autorizo la entrada de ninguna persona que no esté amparada por una Orden Judicial! —Remarcó.
Esta vez, la actitud de la sub-comisario fue muy distinta, hizo callar a Ricardo de forma ruda y ya no le importó mantener la tranquilidad con engaños como había hecho la vez anterior.
— ¡Mira Ricardo, tú mejor te callas, si yo quiero ellos van a entrar y todos ustedes ya me están cansando, así es que mejor estate tranquilo y callado de una buena vez si no quieres que tome otras medidas! —Le dijo, sin siquiera mirarlo de frente a la cara.
Ahora era evidente que el gran momento era la llegada de los medios de prensa y que todos los preparativos eran para eso.
continuará ...
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