Aclaración: A pesar de lo que pueda haber dicho la Prensa sensacionalista, nuestro reclamo no es “contra Chile” sino, específicamente contra los malos funcionarios de una mala administración, quienes quebraron no sólo múltiples puntos de la Declaración De Derechos Humanos, sino hasta las mismas Leyes y Constitución del Estado Chileno.

domingo, 7 de septiembre de 2014

111 • Un Papel... ¿Sin Importancia?

... continúa


     Un rato después volvía otra vez a la oficina en dónde permanecían Mercedes, Elsa y Gaby, el mismo investigador con apariencia de tramitador sosteniendo los papeles en que afirmaban que no deseaban la presencia del cónsul y esta vez se puso tan furioso cuando las tres mujeres le repitieron que no iban a firmar ningún documento si no hablaban antes con un abogado, que empezó a vociferar:



     ¡¿Pero… qué son ustedes?! ¡¿Qué se creen?! ¡¿Es que todos los peruanos son así de ignorantes y de imbéciles?! ¡¿Creen que yo estoy aquí para perder mi tiempo con ustedes?!… Bueno, no firmen si no quieren, a mí me tiene sin cuidado. ¡¡¡Peruanos ignorantes, ojalá los echen pronto de mi país, cuanto antes nos deshagamos de todos ustedes, mejor!!!

     Tirando un sonoro portazo el investigador se marchó.

     Después de eso tuvieron todo un desfile de gente que intentaba convencerlas para que firmaran alguno de los dos documentos, ya fuera en el que pedían la presencia del cónsul o en el que renunciaban a este derecho, no importaba cual, lo único que querían era que firmaran, pero cuanto más les decían, tanto más desconfiaban ellas. Si no les importaba si firmaban o no, ¿por qué tanta insistencia?

     El investigador gordito y bajito que las había cuidado el día anterior en la cafetería entró en la habitación y con un gesto de seguridad en sí mismo, hizo salir a los otros investigadores para quedarse a solas con ellas. Intentó mostrarse como si fueran grandes amigos y diciéndoles que todo lo que a él le interesaba era el bienestar de ellas, se esforzó por convencerlas con palabras amables, de que él no tenía nada que ver con toda esta situación y que lo mejor que podían hacer era firmar.

     El investigador puso cara de decepción cuando al preguntarles si confiaban en él, las tres mujeres a coro le respondieron NO, no tenemos ningún motivo para confiar. Tardó algunos instantes en reaccionar y luego volvió al ataque asegurándoles que allí nadie quería hacerles daño.

     ¡Eso era el colmo del cinismo! Las mujeres se indignaron y Gaby, levantando la voz le respondió:

     ¡¿Si nadie quiere hacernos daño, como es que a varias de nosotras nos han golpeado, nos insultan constantemente y nos amenazan?!

     Antes de que ella pudiera terminar su frase, el detective ya había saltado de encima del escritorio en el que se hallaba sentado plácidamente con las piernas cruzadas en alto y corrido a cerrar la puerta. Luego, algo más tranquilo ya, le preguntó en voz muy baja si acaso le habían pegado a ella.

     Gaby, sin preocuparse de susurrar como había comenzado a hacer el detective, le contestó que a ella no, pero que a sus amigas sí.

     El investigador, no pudiendo refrenar un suspiro de alivio, le afirmó que sus amigas mentían ya que ninguna de ellas tenía marcas de golpes y le aseguró que ella hacía muy mal en creerles.

     ¡¡A mí sí me han golpeado!! ¡A mí me han pegado unos detectives y la sub-comisario Correa, además, ustedes saben pegar sin dejar marcas! —Intervino Mercedes furiosa.

     ¡Y por último, yo en mis amigas confío ya que me han demostrado que cumplen lo que dicen, en cambio en ustedes no he visto nada bueno desde el principio y en eso están todos incluidos! — Añadió Gaby a manera conclusión.

     Durante un buen rato reinó nuevamente el silencio y luego, sin volver a dirigirles la palabra, el investigador se marchó llamando al detective del terno arrugado, que parecía ser su guardián principal, para que tomara su lugar en la habitación y sobre el escritorio.

     El investigador tenía cara de dormido y hablaba como si lo hiciera para sí mismo:

     Yo aquí no puedo confiar realmente en nadie… mi padre también es investigador… él me enseñó a no confiar en nadie, él ni siquiera confía en mí y yo pienso hacer lo mismo con mis hijos… es terrible confiar en una persona… ¿Ustedes creen que acaso yo estoy mal? ¿Creen que no debo vivir así?

     Ellas ni lo miraban mientras hablaba y no hicieron ningún intento por responder. Era inútil razonar con aquella gente que ni siquiera conocía el significado de la palabra moral, honor o el sentido de la palabra «humano», además, ni siquiera podían saber si hablaba en serio o era tan sólo otro intento de ganarse la confianza de ellas y sacarles algún dato que pudieran retorcer.

     El detective les explicó que ninguno de los investigadores asignados a este caso podría irse a dormir mientras ellos no fueran transferidos a la penitenciaría y que, en realidad, lo único que les importaba era que firmaran para que se fueran de una vez de allí y ellos pudieran marcharse a sus casas a descansar.

     El deplorable aspecto de este investigador y las cosas que decía eran de dar lástima, pero aún así, las tres mujeres se mantuvieron en un firme silencio en todo momento.

     El hombre les contó también que llevaban dos meses siguiendo el caso y que habían pasado días y noches en el terreno espiándolos y ante los gestos de incredulidad de ellas, les empezó a contar cosas que habían visto, como una representación teatral que hicieron de la Caperucita Roja o las horas en que sacaban a pasear a los perros.

     Si bien lo de los dos meses definitivamente era un cuento, a Mercedes no le cupo duda que habían estado espiándolos mientras ellos seguían con su vida normal, sin sospechar absolutamente nada. Pero entonces, ¿por qué los habían arrestado si sabían perfectamente que no tenían un caso?

     La respuesta se las dio un investigador trigueño que entró a la oficina a la mitad de la conversación y después de una desagradable parrafada les aclaró definitivamente el panorama… de este asunto, lo que a nosotros realmente nos importa, es que todos los peruanos se vayan de Chile.

     El hombre, un poco más trigueño que el común de los chilenos, les dijo que era de Arica y que lo que había visto del Perú era ¡realmente horrible!, que le daba asco esa tierra y esa gente y que lo único que ellos querían era que los peruanos se fueran de regreso y dejaran en paz su tierra, ya que los peruanos y los bolivianos no hacían sino estorbarles.

     Como aún después de todo este agrio discurso no consiguió que hablaran, se acercó a molestar a Elsa tirándole el pelo, empujándola contra la pared y diciéndole que allí no se podía dormir, pese a que estaba visiblemente despierta. Después de mucho molestar y no conseguir lo que quería, también él se marchó.

     Los investigadores entraban y salían, intentaban hacerlas conversar de temas aparentemente sin importancia, hacerlas firmar o simplemente las amenazaban e insultaban.

     Muchos intentos después vino la sub-comisario Correa en persona a intentar que firmaran, las abordó una por una, pero la respuesta fue en todos los casos la misma: No pensamos firmar ningún papel mientras no hablemos con un abogado, ¡diga el papel, lo que diga!

     La sub-comisario se veía entre fastidiada y angustiada. Era raro todo lo que estaba pasando, tanta gente dando vueltas alrededor de ellas y todo por… ¿un papel sin importancia? ¡No tenía lógica!

     Ustedes son tontas, ustedes no entienden nada de lo que está pasando, en cambio el Manzur y el Pérez que están estudiando derecho, ellos sí que están muertos de la risa —les dijo la sub-comisario para intentar convencerlas.

     Gaby le respondió que precisamente porque no entendían nada de lo que estaba pasando era que estaban solicitando que se les permitiera llamar a un abogado para que él les explicara qué era lo que realmente les convenía.

     La sub-comisario, en un tono realmente amoroso, les dijo que si ese era todo el problema, ella misma se los podía explicar.

     Sí, pero nosotras no confiamos en usted. ¡En ninguno de ustedes! —Le respondió Gaby sin dejarse convencer por sus súbitos cambios de tono.

     Las tres se quedaron mirándola sin decirle nada más, entonces la sub-comisario Correa, en el colmo de la desesperación, les preguntó si es que trayendo a Karim aceptarían firmar.

     Si desea traiga a Karim para que él nos explique las alternativas, si lo que Karim nos dice nos convence, firmaremos, pero si no, no nos sentiremos obligadas a nada.

     La sub-comisario pareció tomar aquella respuesta por un sí, ya que salió inmediatamente diciendo que iba en busca de Karim y unos quince minutos más tarde volvía con él.

     Realmente a Karim se le veía muy fresco, como si no le estuviera pasando nada, de buen animo y con buena cara y al entrar a la habitación y verlas a ellas allí, su rostro se iluminó y les sonrió con la misma alegría y el mismo cariño con que lo hacía siempre que las veía. Eso las reconfortó.

     La sub-comisario Correa dejó allí a Karim y al investigador que las estaba vigilando y, muy preocupada aún, se marchó a la habitación donde estaban interrogando a Ricardo.

     Por favor, tienes que decirle a tus mujeres que colaboren porque sino esto no va a funcionar y van a tener todas más problemas. — Le dijo en cuanto entró.

     La sub-Comisario le explicó que Mercedes, Elsa y Gaby se habían negado a firmar el papel en que solicitaban la presencia del cónsul peruano y demandó a Ricardo que les enviara una nota exigiéndoles que lo hicieran.

     ¡Ni hablar! Ellas no van a hacer caso a ninguna nota a menos que me vean a mí, si no me ven, yo no tengo cómo ayudarla.

     La mujer se negó a llevarlo afirmándole que no se podía, que eso era completamente imposible y Ricardo le volvió a repetir que en ese caso él no podía hacer nada.


continuará ...

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Danos tu opinión...