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Cuando trajeron a Karim a la oficina en que mantenían a Mercedes, Elsa y Gaby, las mujeres le explicaron las versiones contradictorias que habían recibido pero él, que no estaba muy familiarizado con esa parte del derecho, les dijo que pensaba que el hecho de firmar simplemente implicaba que el cónsul tomaría cartas en el asunto, pensaba además que no las podían mandar a continuar el juicio en Perú, pero que si no firmaban nada, sí debían mandarlas a la frontera, lo que no sabía realmente era si lo harían en bus o en avión, pero que lo más probable era que de todos modos las mandarían.
La sub-comisario Correa volvió al poco rato, le indicó a un investigador de la habitación contigua que se llevara de regreso a Karim y luego volvió con sus intentos para que firmaran.
La explicación de Karim, si bien había sido bastante clara, no había terminado de convencerlas, ya que como él mismo afirmaba, no estaba lo suficientemente familiarizado con esa rama del derecho, por lo tanto, no podían estar del todo seguras de que las cosas fueran como él suponía, pero sobre todo, aún no comprendían la necesidad de firmar nada.
— No pensamos firmar, ni para sí, ni para no. ¡Simplemente, no firmaremos! —Le volvieron a repetir a la sub-comisario.
La sub-comisario Correa quedó callada un rato y las miró una por una con desesperación, aunque sin pronunciar palabra. Su siguiente intento fue ofrecerles que Ricardo viniera a hablar con ellas.
Nuevamente le repitieron que si deseaba lo trajera, pero que no se comprometían por ello a firmar nada ya que aún no tenían claro que hacer. Ellas confiaban lo suficiente en Ricardo como para firmar sin dudarlo cualquier cosa que él les aconsejase y si bien deseaban verlo, aunque fuera un instante, no querían ofrecer nada, ya que temían que si tomaban una decisión que no le agradara a la sub-comisario, lo culparían a él y tomarían represalias en su contra.
Media hora más tarde, volvía la sub-comisario trayendo consigo a Ricardo, al que durante todo el trayecto por el laberinto de oficinas había estado intentando convencer de que ahora ella quería ayudarlos y que todo lo hacía para evitarles problemas.
Las mujeres se alegraron muchísimo al verlo. Todavía llevaba el buzo con que lo habían sacado de la casa y seguía con esa mirada de tranquilidad que les infundía tanto ánimo.
Gaby empezó a hablar para explicarle lo que la investigadora gordita les había dicho sobre que serían llevadas a Perú a ser juzgadas, pero la sub-comisario Correa la interrumpió para afirmarles que no era así y que ella haría venir a la persona que había dicho eso para que vieran que todo era un error.
Mercedes, tan molesta como estaba, acusó a la sub-comisario de haberla golpeado.
— Viste Ricardo… yo te dije que iban a decir eso, pero a ti te consta que yo les estoy queriendo ayudar… —le dijo en su tono fingido.
Ricardo, siguiéndole el juego, sonrió a sus esposas y las serenó diciéndoles que conservaran la calma y que estuvieran tranquilas ya que ahora la sub-comisario los estaba intentando ayudar.
La sub-comisario, viéndose animada por las palabras de él, intervino para asegurarles que eso era cierto y que incluso Ricardo ya había declarado que todas ellas eran sus esclavas.
— Eso no es así, lo que yo he declarado es que ellas seis son mis esposas, no legalmente, pero sí en nuestra Religión —la interrumpió Ricardo, que aunque calmadamente, se aseguró de hacer las aclaraciones del caso.
La sub-comisario Correa volvió al ataque, manteniendo aún el tono angelical, y les aseguró que ahora ellas ya podían declarar, que no tenían por qué tener miedo.
— ¡Yo no pienso hacer ninguna declaración si no cuento con la presencia de un abogado! —Le volvió a repetir Gaby con firmeza.
— El papel solicitando la presencia del cónsul no nos puede perjudicar en ningún sentido, además, no pueden llevarlas para ser juzgadas en el Perú por un supuesto delito cometido en Chile… Yo considero que deben firmar ese documento, pero nadie las puede forzar a declarar sin un abogado presente —las respaldó Ricardo.
Eran bien pasadas las diez de la noche cuando, ya sin más demora, las tres firmaron el documento en que solicitaban la presencia del cónsul peruano.
La sub-comisario les pidió que le describieran a la investigadora que había originado toda la confusión y Mercedes, que es muy buena fisonomista, lo hizo con lujo de detalles.
Antes de que se lo llevaran, Ricardo pidió autorización para darle un beso a cada una de ellas y luego se despidió diciéndoles que pensaran en él durante la noche.
Ellas estaban muy felices ahora y se alegraban de que por ese dichoso papel, hubieran podido verlo aunque fuera por tan corto tiempo, era reconfortante y les daba aún más fuerzas para continuar luchando.
La sub-comisario se marchó llevándose a Ricardo y volvió un rato después acompañada de la detective gordita a la cual pidió que delante de ella, explicara que ocurriría si firmaban el papel solicitando la presencia del cónsul.
La investigadora volvió a repetir, casi literalmente, lo que había dicho, pero cuando llegó a la parte en que afirmaba que serían enviadas a ser juzgadas en Perú, la sub-comisario Correa la interrumpió muy enojada para afirmarle que la cosa no era así.
— Es que a mí me han dicho… —intentó explicar la investigadora con cara de desconcierto.
Nuevamente la sub-comisario la interrumpió con brusquedad y ya impaciente ante su actitud, la echó de mala manera diciéndole que luego arreglaría cuentas con ella.
Ahora las mujeres ya no podían estar seguras de si la investigadora gordita decía la verdad o si la sub-comisario Correa estaba en lo cierto, lo único que sí tenían muy claro era que esta «organización» estaba realmente desorganizada.
continuará ...
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