Aclaración: A pesar de lo que pueda haber dicho la Prensa sensacionalista, nuestro reclamo no es “contra Chile” sino, específicamente contra los malos funcionarios de una mala administración, quienes quebraron no sólo múltiples puntos de la Declaración De Derechos Humanos, sino hasta las mismas Leyes y Constitución del Estado Chileno.

sábado, 27 de septiembre de 2014

116 • La Declaración de Mara

... continúa


     Poco después de las nueve de la noche, Mara fue llevada a una habitación muy pequeña con un escritorio en el que se hallaba sentada una rubia oxigenada y de aspecto vulgar. Ella reconoció enseguida a la sub-comisario Cristina Rojo, ya que antes la había visto pasar por los pasillos y siempre le había dado la impresión de que se trataba del tipo de persona que intenta dárselas de muy elegante a pesar que evidentemente no lo es.

     La sub-comisario Correa le ordenó a Mara sentarse en el asiento vacío frente a la sub-comisario Rojo y luego se marchó muy apurada dejándolas solas. Los investigadores se veían cada vez más ansiosos por obtener sus declaraciones, como si estuvieran contra el tiempo.

     La sub-comisario Rojo, mientras hurgueteaba en el cajón de su escritorio, procedió a jugar el papel del policía bueno quitándole importancia al interrogatorio,  y se lanzó a hacer conversación a Mara como si fueran grandes amigas. La trataba muy bien y no le metía ninguna presión y Mara, que por consejo de su abogado y de Karim, ya estaba decidida a hacer su declaración voluntariamente, decidió seguirle el juego.

     La sub-comisario le preguntó cómo había conocido a Ricardo y a Beatriz y qué le parecía cada uno de ellos. Mara le contó que hacía seis años que conocía a ambos, así como a Mercedes, Lola, Elsa y Gaby, las cuales vivían ya con él, que aproximadamente un año después había empezado a apoyar en el trabajo de cómputo y que entre todos hacían trabajos para empresas o particulares y que eso les daba para vivir. También le explicó que ella vivía ahora en Los Maquis con ellos y que entre todas las mujeres hacían las labores de la casa.

     La sub-comisario, en medio de su interrogatorio le contaba a Mara que ella en ese trabajo veía a diario cosas muy terribles, gente que abusaba y se aprovechaba de los niños y muchos malos tratos y Mara, siguiéndole la corriente —ya que no le creía nada de lo que hablaba y pensaba que todo lo que decía era para intentar que ella afirmara sus mentiras— se limitaba a contestarle en forma muy breve cosas como ¡Qué horror! ¡Qué gente tan mala!

     La sub-comisario Correa entraba constantemente a la oficinapara ver los progresos del interrogatorio, si Mara estaba cooperando o se estaba haciendo la difícil, aunque siempre hacía como si entrara a buscar algún papel que nunca se llevaba consigo y era evidente que era un simple pretexto.

     Mara explicó a la Sub-comisario Rojo que la gente que vivía en la calle Guanaco eran todos amigos suyos, pertenecían a la misma Religión y constantemente se visitaban así como con personas de la colonia Hindú. Que a la casa constantemente los iban a visitar personas interesadas en la Religión o en programas de cómputo y le remarcó que jamás había visto a nadie ser forzado a nada, respondiéndole exactamente lo mismo que los demás habían dicho ya en sus interrogatorios sobre las fotos y el libro electrónico que Ricardo estaba escribiendo.

     Mara se limitaba a contarle únicamente sobre las cosas que le preguntaba y cada vez que podía intercambiaba papeles con la sub-comisario haciendo ella las preguntas. No era que le interesara realmente conversar, sino que el preguntar le daba más tranquilidad y al mismo tiempo contribuía a hacer más llevadero el paso de los minutos. Indagaba sobre si la sub-comisario era casada, si tenia hijos, le preguntaba por su familia y cosas de su trabajo, cuánto tiempo trabajaba ahí y si era aquello lo que siempre había soñado ser.

     Poco más de una hora después, la sub-comisario Rojo le leyó —ella misma—la declaración que había tipeado y le pidió —siempre en el mismo tono amistoso— que firmara, aunque no le dio opción de ver con sus propios ojos lo que estaba escrito.

     Aprovechando que estaban en plan de amigas, Mara le pidió para usar sus duchas al día siguiente, ya que a esas alturas se sentía bastante incómoda al no haberse podido ni siquiera asear. La sub-comisario aceptó gustosa asegurándole que no habría ningún problema y afirmándole que al día siguiente ella misma se encargaría de gestionarlo.

     Poco rato después vino por ella la sub-comisario Correa. El pasillo estaba desolado y con la luz apagada, ya no estaba Beatriz ni sus parientes y no se escuchaba nada… como si Mara fuera la última que quedara en las instalaciones.

     La tuvieron esperando hasta que perdió la noción del tiempo y luego vinieron dos detectives que en auto la llevaron de regreso al cuartel central. Las calles estaban desiertas, no se vía un alma circulando en ellas y Mara supuso que sería ya bien tarde en la noche.

continuará ...

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