... continúa
Ahora que Mara había quedado sola en la oficina de la brigada, el detective joven con pelo en forma de cepillo, aprovechó de acercársele e intentó iniciar conversación. Le hablaba de cosas triviales pero Mara, que no confiaba en ninguno de ellos y menos aún en este «chicoco» que intentaba desesperadamente parecer su amigo, no se dejó envolver con sus palabras simpáticas.
Alrededor de las ocho de la noche, vinieron a buscarla nuevamente y la llevaron a un pasillo donde la dejaron esperando.
La mamá de Beatriz y Roberto, otro hermano de ella al cual Mara no conocía pero de quién había oído hablar, también se hallaban allí, además de la esposa de su hermano Héctor, la cual se mantenía tan apartada del resto que casi no parecía pertenecer al mismo grupo.
En cuanto la vieron, doña Eloísa y Roberto se acercaron a ella. La pobre señora estaba muy alterada y confundida por todo lo que estaba sucediendo y más aún ahora, ya que los investigadores la habían hecho pasar por la famosa sala de exposición que habían preparado tan escandalosamente para impresionar a sus visitantes y a los televidentes.
La mamá de Beatriz le dijo que estaba sumamente molesta por las fotos en las cuales su hija había participado y que ahora estaban siendo exhibidas a todo el mundo y que a estas alturas, no tenía muy buena impresión de ninguno de ellos, pero Mara la interrumpió inmediatamente con firmeza:
— Usted nos conoce bien y sabe muy bien cómo somos. ¡¿Cómo puede dudar de esa manera de nosotros?! No todo lo que parece, es. Recuerde cuando ha ido a visitarnos y las cosas que hemos vivido juntos. Recuerde las veces que nos ha dicho que le gustaba estar en nuestra compañía. Usted misma les decía a sus hijos que Ricardo era su yerno favorito.
La señora le explicaba que eso era lo que la tenía tan confundida, ya que los conocía y cuando había ido a visitarlos a Los Maquis no había visto ni oído nada raro, pero por otro lado, los investigadores le habían dicho cosas horrorosas sobre ellos y no podía comprender por qué Ricardo le había hecho eso a su hija y cómo era que Mara no aparecía en ninguna foto. Estaba muy alterada.
Mara se dio cuenta que estaba terriblemente envenenada y que en esos momentos era inútil intentar razonar con ella para explicarle los motivos por los cuales ella había actuado de fotógrafo para unas imágenes que jamás hubieran sido publicadas si Policía de Investigaciones no las hubiera entregado tan libremente a la prensa, hasta el punto que sólo eran conocidas por los miembros directos de la familia, ya que estaban siendo utilizadas para que Mercedes, que era diseñadora gráfica —y que incluso había tenido que participar como una de las modelos debido a que no estaban en condiciones de costear modelos profesionales— pudiera utilizarlas como base para los dibujos que ilustrarían un libro que Ricardo estaba escribiendo y que muchas de esas fotos incluso habían tenido que ser trucadas para poder representar los contenidos de la obra. En lugar de eso, Mara prefirió hacerla reír alegando que Beatriz tenía mejor facha que ella y cosas por el estilo.
Le daba mucha lástima ver a la pobre señora en aquel estado y comprendía que ya tenía suficiente con todo lo que estaba viviendo como para detenerse en largas explicaciones que incluso a ella ya la tenían harta.
Mara intentó conversarle de cosas sin importancia. Empezó a preguntarle por su familia, por sus nietos y cómo andaba su salud. A ratos le resultaban sus intentos de distraerla, pero la señora estaba tan envenenaba que una y otra vez volvía al ataque con sus acusaciones, a lo que Mara sin defenderse, intentaba hacerla entrar en razón esforzándose por hacerle recordar lo que había visto en ellos tantas veces, lo agradecida que estaba con Ricardo por lo feliz que era Beatriz y enfatizándole una y otra vez que ellos seguían siendo los mismos que había conocido y no los que estaban pintando las noticias producidas por los detectives. Cada cierto rato le repetía no todo lo que parece, es y le insistía para que no se dejara envenenar y no se olvidara quienes eran ya que ella lo sabía muy bien.
Mara le contó un poco sobre el arresto y de cómo los detectives estaban fascinados por aparecer ante las cámaras atrapando a estos «peligrosos delincuentes», cómo se aplaudían y se felicitaban, cómo habían organizado y acomodado todo y que los había escuchado comentar muy alegremente el que esto les iba a significar un ascenso.
La pobre mujer pasaba de la rabia al cariño. Realmente estaba preocupada por todos y constantemente le preguntaba por cada uno de los demás, en especial por las mujeres y más aún por Elsa por la que sentía un cariño especial.
Doña Eloísa le comentó que tenía la esperanza de ver a su hija y darle un queque que había preparado para todos, ya que pensaba que estarían muy mal alimentados. Mara no pudo sino corroborar sus sospechas y le contó, en su animado estilo, sobre la «comida» que les habían dado y cómo ella no se atrevería a dársela ni a sus perritos.
En su intento de aliviar lo más posible las tensiones, Mara aprovechó de conocer un poco a Roberto y preguntarle sobre su vida. La conversación con él fue bien relajada, su actitud era imparcial y colaboraba ayudando a serenar a su madre. Sirvió mucho que él estuviera ahí.
Unos cuarenta y cinco minutos después de que Mara había llegado —tal vez fueran más o tal vez menos, a ella le resultaba difícil medir el tiempo bajo esas circunstancias donde todo pasaba muy rápido y las vivencias eran muy intensas— se abrió una puerta por donde aparecieron Beatriz y su hermano Héctor, el cual tenía una expresión que a Mara no le gustó nada, parecía un investigador más, o al menos parecía estar decididamente del lado de los detectives.
Mara no entendía por qué Héctor había presenciado la declaración de Beatriz si a ella no le iban a permitir ni siquiera que estuviera su abogado presente, pero cuando su mirada se cruzó con la de él y vio la incomodidad y rabia que contenía y cómo desviaba rápidamente la vista con vergüenza, como sintiéndose pillado en falta, supuso que lo habían incluido para aumentar al máximo la tensión sobre Beatriz. Sintió mucha indignación por todo lo que les seguían haciendo.
Mara se preocupó al ver el estado en que venía Beatriz y sin importarle lo que pudieran hacerle los detectives, se acercó a ella. Lo poco y nada que pudo hacer fue preguntarle cómo estaba, cómo se sentía. La veía sumamente demacrada y con la cara roja por el llanto.
Beatriz, con la mirada ausente, le contestó a duras penas que estaba bien, pero ella sabía que no era así, la conocía demasiado y sabía que se encontraba bajo una tremenda presión familiar.
La sub-comisario Correa intervino rápidamente para llevarse a Mara al mismo cuartito del que había visto salir a Beatriz minutos antes. Mara se despidió aprisa de todos y se dejó conducir mansamente.
Roberto aprovechó de acercarse a Beatriz para decirle que su mamá estaba unos metros más allá y quería verla. Beatriz no estaba de humor de ver a nadie más, estaba totalmente alterada y lo único que le preocupaba en esos momentos era que tal vez no volviera a ver nunca más a Ricardo, a las chicas y a la demás gente de su Religión, pero finalmente, después de mucha insistencia por parte de Roberto, accedió a ver a su madre, aunque realmente no deseaba hacerlo ya que sabía que estaba demacrada por todas las horas de tensión vividas en este corto tiempo y no quería que se preocupara aún más, pero accedió para tranquilizarla un poco y también para que de esa manera la dejaran tranquila a ella.
La señora la abrazó cariñosamente, se veía muy descompuesta y en su mirada había mucha amargura y una rabia contenida.
— Hijita, te ves muy mal, estás muy delgada, ¿cómo te sientes? —Le preguntó doña Eloísa con preocupación.
Beatriz la tranquilizó diciéndole que se encontraba bien y que si se encontraba delgada era porque en aquel lugar no le habían dado una sola comida decente.
La señora continuó preocupándose por el estado en que la hallaba y criticó con amargura a Ricardo culpándolo de haberla metido en este lío.
Beatriz, muy ofendida, recriminó duramente a su madre por creer las mentiras de los policías, sobre todo cuando ella los conocía a todos e incluso había visitado la casa y se negó a seguir conversando.
Doña Eloísa le dejó el queque del cual le pidió que le convidara al resto, una bolsa con algo de ropa y una manta, la abrazó muy fuerte y se marchó sumamente dolida.
continuará ...
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