... continúa
A pesar de que les habían dicho que en cuanto firmaran el documento en que solicitaban la presencia del Cónsul las iban a llevar nuevamente al cuartel central, Mercedes, Elsa y Gaby, pasaron casi un par de horas sentadas en aquella oficina sin que se les permitiera cerrar los ojos por mucho rato. Por fin, cerca de las once de la noche les dijeron que se las llevarían.
Salieron a la oficina contigua pero ya no quedaba nadie en aquella habitación y parecía no haber nadie en las demás oficinas, sin embargo, la casaca de Ricardo había quedado en el respaldo de una de las sillas.
Gaby pensó que tal vez Ricardo la había olvidado cuando lo habían traído a verlas y que alguien de allí podría robársela. Sintió un gran deseo de llevarla consigo por seguridad, pero los sucesos ocurrieron con tanta rapidez que no atinó a nada.
Las hicieron bajar al primer piso y sentarse a esperar en el hall junto al baño hasta que vinieran a buscarlas. A pesar de la pésima impresión que le había causado aquél minúsculo cuartucho, Gaby prefirió pedir permiso para usarlo, ya que los silos asquerosos que había en el cuartel central eran terriblemente peores.
Mientras aguardaban a que vinieran a buscarlas, el investigador que las vigilaba —el que parecía hablando todo el tiempo para sí mismo— empezó a hablar, nuevamente, como si no conversara con nadie en particular:
— Realmente los envidio… a todos ustedes… yo me paso toda la noche aquí, sin poder dormir, pendiente del caso de ustedes y mi esposa no me cree y ya me echó de la casa… qué no daría yo por tener una esposa como una de ustedes…
Las tuvieron esperando durante al menos media hora más, hasta que vino el investigador de barba y con apariencia de tramitador, acompañado de otros dos detectives, uno de los cuales era el bajito, gordito, que había intentado desesperadamente que confiaran en él. Ellos tres serían los encargados de llevarlas de regreso al cuartel central.
Esta vez irían caminando.
A Gaby le ordenaron ir delante junto al investigador con apariencia de tramitador y Mercedes y Elsa debían caminar juntas detrás, con un investigador a cada lado que las vigilaba.
El investigador que marchaba junto a Gaby se esforzó por mostrarse amable y hacerle conversación. Mientras le habló de Santiago de Chile, de las calles o del clima, ella le respondió con igual amabilidad, hasta que, intentando parecer casual, empezó a interrogarla.
— No voy a responderle a usted, ni a nadie, nada relativo al caso mientras no se me permita hablar con un abogado —se limitó a informarle, manteniendo en todo momento el tono cortés.
El investigador se enojó muchísimo, toda la amabilidad anterior desapareció instantáneamente y continuó el resto del camino hasta el cuartel central bociferando toda clase improperios.
Gaby, sin contestar, se esforzó por no escucharlo y con la vista fija en el piso se centró únicamente en su Mamntra y en caminar, esperando que llegaran pronto al cuartel, antes que el enojo del detective —el cual iba en aumento— llegara a salir fuera de control.
continuará ...
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