Aclaración: A pesar de lo que pueda haber dicho la Prensa sensacionalista, nuestro reclamo no es “contra Chile” sino, específicamente contra los malos funcionarios de una mala administración, quienes quebraron no sólo múltiples puntos de la Declaración De Derechos Humanos, sino hasta las mismas Leyes y Constitución del Estado Chileno.

martes, 26 de noviembre de 2013

022 • Roxana y Claudia en Policía de Investigaciones

 continúa ...


     Eran pasadas las ocho de la noche cuando el auto que conducía a Roxana y a Claudia llegó a lo que parecía ser un local de la policía y, con sus ya características malas maneras, las obligaron a apearse del vehículo.

     La primera habitación del edificio antiguo, de techos elevados y paredes pintadas con pintura barata, estaba decorada con unas bancas de madera nada acogedoras y cuando cruzaron el umbral a la habitación contigua, el panorama no cambió mucho: había un mesón alto como el mostrador de un hotel de mala muerte al fondo, dos sofás de un cuerpo a la derecha y una silla algo desvencijada a la izquierda.

     Un letrero, que pegado en la pared decía Segunda Brigada de Delitos Sexuales y Menores, recién respondió parcialmente a sus preguntas.

     Las hicieron subir a un segundo piso y las colocaron separadas en habitaciones contiguas, vigiladas por una única mujer que no les permitía hablar.

     Después de un rato de espera, otra oficial mujer se acercó a ellas y les pidió sus nombres para investigarlos. Al poco tiempo regresó para decirle a Roxana:

     Usted está ilegal en el país y por lo tanto, está frita.

     Roxana, manteniendo la calma, le respondió que eso ella ya lo sabía, pero que también estaba segura que aquello no tenía nada que ver con su arresto y que eran los cargos para su arresto los que le interesaba conocer. La detective contestó cualquier cosa y se marchó rápidamente de la habitación.

     Roxana empezó a sentir entonces el temor de lo incierto, de no saber en qué terminaría todo, temió por Alberto y por Jaime pues supuso que alguien los esperaría para aprenderlos también cuando volvieran a casa.

     Claudia, por su parte, no paraba de tiritar de puros nervios. No entendía nada y tenía mucho miedo de lo que estos tipos pudieran hacerles. Sin ningún reparo habían irrumpido en su casa por la fuerza y, a pesar de que Karim era egresado de derecho y conocía las leyes, no le habían mostrado las órdenes que había solicitado… ¡podía esperar cualquier cosa de ellos!

     Mientras las horas transcurrían se acercaban diferentes detectives, tanto hombres como mujeres, a hacerles todo tipo de preguntas: indagaban sobre qué relación tenían con «la secta», preguntaban detalles de la convivencia en la casa o por la distribución de las habitaciones.

     Cuando pasaban apenas de las diez de la noche, otro de los miembros de investigaciones, un detective joven, bajito, moreno, medio regordete y con un pelo que parecía un cepillo recortado, entró a la habitación doble donde tenían a las dos mujeres. Se presentó como un curioso, aficionado a todo lo místico y decía querer saber en qué andaban y en qué creían:

     Se los pregunto por curiosidad, es totalmente extraoficial. Ustedes me simpatizan y por eso las quiero ayudar… más tarde les van a tomar declaraciones otros detectives los cuales no van a ser tan agradables como yo.

     El detective las exhortaba para le hablaran un poco sobre su forma de vida y le explicaran en que creían, ya que quería comprender qué y quiénes eran. Se mostraba muy amable y era evidente que quería presentarse como el policía bueno en la historia.

     Les decía también, que en la biblioteca de la casa de calle Guanaco, habían encontrado de todo un poco, literatura Hinduista, la Biblia, libros Evangélicos, libros de los Mormones, de los Budistas… y que él era muy entendido en esas materias, aunque, según les comentó, él prefería a los Rosacruces ya que ellos tenían poderes mentales yotras gracias.

     Se dirigía a ambas mujeres indistintamente preguntándoles e instándolas para que hablaran y a pesar de asegurarles que lo que en realidad él quería era entenderlos un poco más y que era por ello que deseaba que le hablaran sobre sus creencias, las enconaba constantemente con comentarios desagradables como que ustedes no son ni chicha ni limonada, debido a la variedad de libros sobre otras doctrinas.

     Roxana, cansada ya de escucharlo decir sandeces sobre Religión, le citó la frase bíblica probadlo todo y quedaos con lo bueno y le explicó que para ellos no se podía asumir una decisión religiosa sin estudiar antes las otras líneas, que ésa era la razón de la variedad de obras que habían hallado, pero que ellos eran Hinduistas ortodoxos.

     Cuando ella se mostró capaz de discutir sobre diversas creencias, el detective perdió súbitamente el interés en el tema religioso y empezó a interrogarlas —en tono malicioso— sobre un calzón pequeño, de color rojo, que habían encontrado colgado en el patio de la casa. Parecía estar muy interesado por saber a cuál de las dos pertenecía y si les gustaba usar ese tipo de ropa.

     Ambas mujeres, visiblemente indignadas, se negaron a aclarar la pertenencia de la prenda y le reclamaron por lo extraño y desatinado de sus preguntas.

     A mí me agrada la ropa femenina, pero lo de ustedes raya en lo exagerado —les dijo el investigador, esforzándose por mantener su pose en todo momento.

     Roxana volvió a brincar:

     ¿Se supone que estamos aquí por usar ropa íntima atrevida? —Le preguntó a boca de jarro, dejándolo de una pieza.

     El investigador se disculpó mascullando un claro que no y se lanzó al ataque nuevamente acusándolas de tener algún tipo de anormalidad o algo así.

     Esta vez fue Claudia —quien hasta ahora se había permanecido bastante aparte de la conversación— la que lo retó a que le dijera exactamente a qué se refería, le preguntó si él mismo se consideraba normal y empezó a explicarle cómo veían ellos la relación entre hombre y mujer.

     El investigador les habló de su propia madre, les dijo que ella era una mujer sujeta a su marido pero que de ninguna manera iba a tolerar que él la mandara o la tratara como a una esclava y dirigió la conversación a temas relacionados con cadenas, látigos, azotes y cosas por el estilo, para finalmente terminar acusándolas de fomentar la esclavitud femenina.

     Lo que nosotros planteamos es la subordinación y sujeción voluntaria de la mujer al hombre. Sí, en alguna ocasión una mujer con la que conversamos nos dijo que lo nuestro rayaba en esclavitud, pero a mí me da lo mismo como quieran llamarlo ya que yo soy muy feliz con mi estilo fe vida — Roxana terminó diciéndole, a modo de acusación, que en Chile la mujer era demasiado viril porque el hombre no daba la talla para protegerla y que habían demasiados hombres pisados en ese país.

     Conforme la conversación avanzaba y no llegaban a los temas sórdidos que quería escuchar, el detective empezó a impacientarse y a cambiar de actitud, las acusó de tomarle el pelo y se marchó poco después, muy enojado, sin poder mantener por más tiempo su pose bonachona.

     Ellas volvieron a quedarse solas en la habitación doble, vigiladas por la misma mujer detective que, cada vez que podía, insistía con sus compañeros para que la reemplazaran, pues decía que ya había acabado su turno.

     Roxana, con lo desabrigada que se hallaba, sumado a los nervios por toda la situación, sentía un frío terrible y a pesar de que se lo manifestó un par de veces a la detective, las obligaron a permanecer con las ventanas abiertas. Su situación no podía ser peor.



continuará ...




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