... continúa
A los pocos minutos de llegar a la brigada, vino una investigadora y se llevó a Beatriz a otro sector de oficinas donde la dejó sola con un detective, el cual, mostrándose muy amistoso, intentó convencerla para que declarara. Ella, firme en su posición, le contestó que no iba a hacer ninguna declaración hasta que no la dejaran hablar con un abogado, pero el investigador le respondió:
Beatriz le repitió que no le iba a decir nada y aunque el investigador insistió en que él sólo quería ayudarla, ella simplemente calló.
El investigador empezó a hacerle preguntas sobre su Religión y le aseguró que su interés era puramente personal y que nada tenía que ver con la investigación, pero Beatriz sonreía y se limitaba a mirar al suelo moviendo la cabeza de izquierda a derecha, como diciéndole ¿No entiende que no voy a hablar?
El detective estuvo por más de una hora tratando de convencerla para que declarara hasta que alguien vino y le avisó que la llevara a la oficina de la sub-comisario Cristina Rojo Vergara, la cual la recibió diciéndole:
— Hola linda, aquí estamos para ayudarte.
Sonaba tan falsa e hipócrita que a Beatriz le resultó insoportable. La sub-comisario siguió intentando ser amable y le ofreció un bocadillo, pero ella, a pesar de su hambre, le agradeció cortésmente y rechazó el ofrecimiento. Estaba visiblemente fastidiada por toda la situación.
La sub-comisario siguió intentándolo... Le preguntó por qué era que se negaba a declarar y Beatriz volvió a repetirle lo mismo que les había dicho a todos los demás, no haré ninguna declaración mientras no cuente con la asesoría de un abogado.
La sub-comisario continuó durante largo rato con su pose amable pero a cada pregunta de ella, Beatriz le volvía a repetir el pedido de un abogado.
Llevaban ya buen rato así cuando bruscamente la puerta se abrió y entró el sub-prefecto Bravo con su típica cara de pocos amigos.
La sub-comisario le explicó que Beatriz insistía en que quería un abogado.
— ¿Quiere un abogado? ¡Yo la voy a llevar donde un abogado!
El sub-prefecto la cogió bruscamente del cuello y la levantó en peso de la silla. Beatriz, muy molesta, quiso zafarse de esa garra que le lastimaba terriblemente, pero el sub-prefecto la sujetó aún con más fuerza produciéndole un intenso dolor y la condujo de esta brutal manera hasta su oficina.
Allí estaban esperándola su hermano Héctor y la esposa de éste, los cuales evidentemente acababan de tener una larga conversación con el sub-prefecto Bravo. Al verla se acercaron a ella para saludarla pero Beatriz, aún desconcertada, les respondió muy fríamente al saludo.
El sub-prefecto Bravo, dirigiéndose a otro investigador que estaba también en la oficina, le dijo en tono irónico:
— ¡Así que esta niña tiene antecedentes psiquiátricos!
Héctor intervino para decirle a Beatriz que tenía que colaborar, que estaba muy enferma y que necesitaba ayuda profesional, pero ella muy indignada le reclamó que le que creyera en los investigadores sin siquiera haberle preguntado qué era lo que realmente había sucedido y señalando con rabia al sub-prefecto Bravo le dijo que esa gente la había maltratado, la habían insultado y golpeado, pero tanto su hermano como su cuñada ignoraron todo lo que ella les decía.
— Tienes que darte cuenta de lo mucho que estás haciendo sufrir a tu mamá y a tus hermanos con todo este escándalo, nosotros sólo te queremos ayudar, queremos que muy pronto estés en casa. Tienes que colaborar con los investigadores —repetía su cuñada.
El sub-prefecto Bravo, con cara de satisfacción, la amenazaba una y otra vez con los psiquiatras y con que después de todo aquello iban a enviarla recluida en una clínica de por vida.
— Lo único que ellos quieren es que yo declare cosas que no son ciertas, esa es la única forma en que ellos quedarán contentos, yo ya les he dicho la verdad una y otra vez y no me han querido hacer caso, es por eso que no quiero hacer ninguna declaración mientras no tenga un abogado —les explicaba Beatriz, cada vez más desconsolada no pudiendo contener por más tiempo las lágrimas. Lloraba y lloraba y le suplicaba desesperadamente a su hermano para que no le creyera a los detectives— ¿No te das cuenta que si yo afirmo sus mentiras terminarán separándome de Ricardo? ¿No te das cuenta de que yo lo amo y no puedo vivir sin él?
Héctor, sin demostrar ni siquiera un poco de compasión hacia su hermana, seguía intentando forzarla a declarar y para convencerla, le aseguraba que podría ayudar más a Ricardo desde afuera y que lo mejor sería que colaborara con los detectives.
Ella lloraba sin consuelo, repitiendo lo mismo una y otra vez.
— ¿Así que a su hermana no le gustan los psiquiatras? ¡Ustedes mismos me han dicho que ella tiene antecedentes psiquiátricos y si no quiere declarar por las buenas, entonces declarará por las malas! —Intervino el sub-prefecto Bravo, visiblemente fastidiado ya de lo prolongado de la escena.
Héctor, que seguía del lado del sub-prefecto, le aseguró a Beatriz que después ellos la ayudarían con todo lo demás, pero que ahora debía colaborar.
continuará ...
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