... continúa
Poco antes de las seis de la tarde, un investigador vino a la oficina y se llevó a Mara con él.
Después que Mercedes, Beatriz y Fanny les habían contado como las habían maltratado el día anterior, Gaby sintió un escalofrío ahora que quedaba sola en aquella habitación, no sabía que esperar, no sabía hasta donde serían capaces de llegar ahora y pensaba que tal vez, este día, no se librarían de que también a ellas las golpearan.
Llevaron a Mara a la oficina del sub-prefecto Bravo donde ya estaban esperándola sus dos hermanos.
— Yo he venido para ver cómo estás y si necesitas algo. En realidad a ti se te ve bastante bien y eso me tranquiliza —le dijo uno de sus hermanos muy serio— pero lo que a mi me preocupa ahora, por sobre todo, es la mamá, ella está muy preocupada y alterada por todo esto…
El verlos a ellos dos ahí le dio a Mara mucha fuerza y valor, ni ella misma se reconocía ahora, e interrumpiendo a su hermano a la mitad de su discurso, le contestó en tono cortante:
— A mí también me preocupa la mamá, pero no hay nada que yo pueda hacer por mejorar su situación. ¡Todo esto no depende de mí, sino de ellos!
Señalaba furiosa al sub-prefecto Bravo, pero el sub-prefecto, como quien oye llover, ni se inmutó y cuando Mara les contó que estaban siendo golpeados y los estaban obligando a firmar declaraciones falsas, el hombre se volvió con todo el cinismo del caso hacia ella para preguntarle:
— ¿La hemos golpeado?
Mara le contestó que a ella no pero que a sus compañeros sí les habían pegado y que ella había escuchado cómo los golpeaban y había visto como los habían dejado.
Por indicaciones del sub-prefecto Bravo la entrevista se hizo muy breve.
Al momento de despedirse, su otro hermano le aseguró que en el transcurso de ese día iba a venir a verla un abogado y que cualquier cosa que ella necesitase se la comunicara a él, que el abogado sería el enlace entre ambos.
Poco menos de media hora después, un investigador la condujo hasta un pasillo lateral donde la aguardaba el mismo hombre de terno que habían visto pasar poco después de que fueran traídas ese día a la brigada y que le informó que era el abogado contratado por su familia.
A esas alturas, ella no creía en nada ni en nadie —bien podía ser uno de los investigadores suplantando a un abogado— verdaderamente sentía una desconfianza atroz. Sólo después de que el abogado empezó a hablar y le dio algunas pistas pudo estar segura de que era quién decía ser.
Cuando Mara le contó que los estaban obligando a hacer declaraciones bajo amenazas y golpes, el Abogado le aseguró que legalmente no era necesario que contestaran a los interrogatorios de investigaciones y se excusó diciéndole que él no podía hacer nada hasta que el caso pasara al juez, aunque le aseguró que no había nada de qué preocuparse ya que aún aquellos a los que habían obligado por la fuerza a firmar declaraciones falsas podían estar tranquilos, ya que sus declaraciones no tenían valor a menos que las ratificaran ante el juez. Por último, le informó que el día viernes serían llevados al juzgado a declarar.
La presencia del abogado allí realmente no servía de mucho, ya que los investigadores tenían un poder tal que podían hacer y deshacer como mejor quisieran con ellos, pero al menos evitaba que cometieran demasiados atropellos con Mara por temor a las consecuencias y para ella, significaba un vínculo con el mundo exterior, con su familia y la esperanza de que todo terminaría por aclararse muy pronto.
El abogado, que en realidad no tenía nada más por hacer, terminó por sugerirle que si se lo solicitaban, lo mejor sería que hiciera su declaración, ya que así no la maltratarían y que ahora que ellos sabían que ella tenía un abogado, lo más probable era que la dejaran declarar libremente para no arriesgarse.
Al poco rato se despidió preguntándole si necesitaba algo. A Mara no se le ocurría qué pedir, lo único que ella necesitaba era que los sacaran de allí, pronto, ¡a todos!
continuará ...
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