... continúa
En la habitación en que mantenían retenida a Fanny, su mamá y su hermana continuaban presionándola y cada vez que ella intentaba hacerlas entrar en razón, la mamá y la hermana le repetían —a manera de diálogo aprendido— que tenía que cooperar, que los investigadores eran personas buenas que querían ayudarla y que Carlos la había engañado.
A pesar de que habían tenido fuertes diferencias, que no habían sabido comprenderla y respetar sus decisiones e incluso de lo mal que se habían comportado con ella y con Carlos, a Fanny no le gustaba ver a su madre y a su hermana en ese estado. Toda esta situación le resultaba muy difícil y los detectives aprovechaban para meterle aún más presión de toda la que ya tenía para intentar quebrarla y convencerla para que declare.
Después de un rato, la llevaron a una oficina contigua en donde, a los pocos minutos, apareció su hermana Ana, que sin decirle nada se largó a llorar desesperadamente. Fanny no pudo aguantar más las lágrimas y partió a llorar ella también, le dolía mucho verla así y entre sollozos le repetía:
— ¡Yo estoy bien Ana!… Pero no esperes que esté feliz de verlas después de la forma en que ustedes se comportaron con Carlos y conmigo. ¡Estoy bien! Y no voy a hacer ninguna declaración sin un abogado ¡Entiéndanme! —Fanny repetía ahora en su cabeza su Mamntra con mayor fuerza que antes. Luchar contra los investigadores la noche anterior le había resultado difícil, pero luchar ahora contra su propia familia era realmente duro para ella.
En ese momento entró a la oficina la sub-comisario Correa, que ignorándola por completo, le habló a Ana queriéndola convencer de la importancia de que Fanny colaborara y pegándole en la cabeza con un lápiz, terminó diciéndole que ella no quería entender.
Ana saltó inmediatamente en su defensa y le gritó a la sub-comisario que no le pegara a su hermana. Fanny aprovechó para repetirle que era así como los habían tratado todo este tiempo.
Fanny no aguantó más la presión y quiso salir de la habitación, pero los investigadores al verla vulnerable la obligaron a quedarse con su hermana y se marcharon dejándolas solas para que conversaran, pero con la puerta junta para escucharlo todo.
Ana le siguió repitiendo que tenía que colaborar, que tenía que hacerlo, que tenía que hacer lo que los investigadores querían y le contó que los detectives les habían dicho que la iban a condenar a cinco años de cárcel y que después iba a ir a un hospital psiquiátrico en donde no la iban a poder ni visitar.
— ¡No voy a ir a ninguna cárcel y no voy a estar en ningún psiquiátrico porque yo no he hecho nada! Todo lo que ellos están haciendo es un show. Le están pegando a los hombres. Nos tratan súper mal, con insultos y groserías. ¡No esperes que les diga las mentiras que ellos quieren! —Le respondió Fanny en forma muy enérgica.
En la mirada de Ana había pena e incredulidad, los investigadores la habían convencido de que Fanny estaba loca o lavada de cerebro y a pesar de las explicaciones que ella le daba no parecía alcanzar a entenderla.
Fanny le volvió a repetir que ella estaba bien y que era muy feliz con su vida a pesar de los momentos difíciles por los que estaban pasando ahora.
Después de muchas inútiles lágrimas y ruegos para que Fanny colaborara, Ana se marchó aún pensando que su hermana estaba perdida, engañada y quién sabe que más.
Fanny no podía hacer nada. Bastante años había tenido su familia para comprobar que ella era feliz con Carlos, que él era un hombre bueno que se preocupaba mucho por ella y ahora, era como que las cosas buenas que habían visto durante todo este tiempo se hubieran borrado totalmente, no querían ver, sólo creían lo que los investigadores les habían contado.
Pero bueno… no podía hacer nada y no había más vueltas que darle al asunto, ella sabía que no era culpable de nada y no pensaba renunciar a su forma de vida, no pensaba renunciar al amor de Carlos ni mucho menos decir las mentiras que los detectives querían.
Un detective vino por Fanny y la condujo fuera de este grupo de oficinas hacia algún otro lugar en el enredado edificio. Cuando pasó junto a las otras mujeres, que después de casi una hora aún seguían sentadas en las sillas del hall de distribución, tenía las mejillas muy rojas y expresión alterada.
Los detectives, al ver que no iban a obtener nada de Fanny le tomaron declaraciones a la mamá y a la hermana de ella, a pesar que ninguna era miembro de la Religión, que jamás habían participado de ceremonia alguna y peor aún, ni siquiera conocían al resto de los arrestados, a excepción de Carlos (su esposo) y Claudia (a quien habían visto en una sola ocasión).
Las mujeres que estaban fuera en el hall de distribución vieron venir poco rato después, de la misma dirección de la que había venido antes Fanny, a una mujer que lloraba, gritaba y no paraba de lamentarse. Adivinaron que se trataba de la hermana de Fanny. El parentesco era evidente. La mujer se mantuvo como histérica por algunos minutos hasta que al parecer recordó que debía hacer una llamada y, olvidando como por arte de magia la parodia que representaba, se volteó y en un tono absolutamente sereno le pidió prestado el teléfono a uno de los investigadores.
Gaby y Mara se quedaron mirando incrédulas todo el teatro. ¡Pobre Fanny, cuánto más habría representado en presencia de ella!
En el mismo instante en que Ana colgó el auricular, retornó a sus gritos y lágrimas desde el mismo punto en el que se había quedado y pocos minutos más tarde, con la misma brusquedad con que había cambiado sus estados de ánimo, se despidió de los investigadores en un tono sumamente amistoso, sereno y formal y luego se marchó acompañada por su silenciosa madre.
continuará ...
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