... continúa
Cerca de las seis de la tarde recogieron a Jaime de los calabozos y lo llevaron nuevamente a la oficina donde lo habían tenido la noche anterior y en aquel lugar, mientras permanecía todavía esposado, se reanudaron los interrogatorios… y los golpes, junto con la insistencia para que declare.
— La mayoría de tus compañeros ya ha hecho sus declaraciones, todo el resto está salvando su pellejo, hazlo tú también. ¡Sálvate a ti mismo! —Lo engañaban los investigadores para presionarlo.
— Nosotros sabemos que tú eres el menos culpable, pero los demás te están inculpando a ti para salvarse.
Incluso le decían que Ricardo ya estaba declarando y que estaba diciendo que pertenecía a una secta y contando todo lo que en ella hacían.
Le insistían y le insistían, una y otra vez, en que lo único que ellos querían era su declaración y que más le valía que los ayudara porque era la única forma en que él podría salir de allí, ya que al paso en que iban, como él era el único que no se estaba defendiendo, iba a ser el único en caer, quedaría en la cárcel y cargaría con las culpas de todos los demás, en cambio, si colaboraba con ellos, le iban a dar toda la ayuda que necesitara, incluso le permitirían hablar con un abogado y saldría libre muy rápidamente.
Jaime se negaba firmemente una y otra vez, lo cual desesperaba aún más a los investigadores que se molestaban, lo amenazaban y lo golpeaban nuevamente.
Hartos ya de no obtener ningún resultado, los detectives optaron por llevar a la investigadora que supuestamente estaba embarazada para que le pidiera la declaración. La investigadora aludía su estado y le insistía para que, por favor, no dilatara más el asunto porque lo único que ella quería era irse a su casa y poder descansar, ya que se sentía bastante mal.
A Jaime, en realidad, le daba exactamente lo mismo los argumentos que usaba aquella mujer, pero al parecer, los detectives pensaban que a través de ella podrían generarle algún tipo de complejo de culpa.
continuará ...
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