... continúa
Karim, que tan indignado como estaba por el trato que les habían dado, estaba decidido a hacer la vida tan imposible a los detectives como pudiera y, ciñéndose al consejo de Ricardo, se mantenía firme en la resolución de no dejar que los investigadores lo alteraran y lo sacaran fuera de control, comenzó a aburrirse de la espera y, a modo de entretenimiento, se decidió a bromear un rato con ellos.
Así, en un momento en que la sub-comisario Correa pasó a su costado, él la detuvo para decirle deseo hablar, quiero contarlo todo, quiero que tomen mi declaración y les voy a contar todo, absolutamente todo lo que sé.
No hay que decir la cara que puso la sub-comisario. Sin decir una sola palabra, partió rápidamente a buscar a un investigador y le ordenó que llevara a Karim a una oficina y que trajera una máquina de escribir.
Cuando todos los preparativos estuvieron listos, Karim dijo que se habían demorado demasiado y que ya había perdido por completo las ganas de hablar.
Los detectives que estaban presentes, sumamente molestos, lo insultaron y lo golpearon, pero él los amenazó con que de ese modo jamás obtendrían nada de él.
Los investigadores, furiosos, fueron a buscar a la sub-comisario para pedir nuevas instrucciones.
Poco rato después vino a la oficina otro investigador que representó el papel de policía bueno y, después de que Karim lo dejó hablar durante bastante tiempo, hastiado ya de escucharlo, le dijo que finalmente lo había convencido y que declararía. El detective rápidamente se sentó tras la máquina de escribir, puso un papel en blanco y cuando terminó de tipear sus datos personales, Karim alegó otra vez que se había aburrido por la demora y que debido a ello había vuelto a perder las ganas de hablar.
Un rato después entró el «policía malo» que lo amenazó y lo golpeó sin conseguir tampoco nada de él.
Karim se entretuvo de esta manera, viendo cómo corrían a tomarle declaración distintos detectives que poco rato después se marchaban desilusionados, insultándolo, diciendo groserías y amenazándolo con las represalias que tomarían.
Se divirtió principalmente viendo correr a las mujeres —las machonas con placa— que eran las más virulentas en sus reacciones.
No le importaban los golpes que recibía a cambio, estaba fascinado molestándolos, y así pasó el resto de la noche, en medio de golpes y amenazas, pero con la satisfacción de tener a los detectives corriendo a su capricho sin darles nada a cambio.
Finalmente, pasadas las once de la noche se decidió, esta vez en serio, a hacer una declaración, la cual los investigadores encontraron nada atrayente y esta vez fueron ellos los que se negaron a aceptarla.
continuará ...
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