Aclaración: A pesar de lo que pueda haber dicho la Prensa sensacionalista, nuestro reclamo no es “contra Chile” sino, específicamente contra los malos funcionarios de una mala administración, quienes quebraron no sólo múltiples puntos de la Declaración De Derechos Humanos, sino hasta las mismas Leyes y Constitución del Estado Chileno.

jueves, 9 de octubre de 2014

119 • Repartiéndolas en las Celdas

... continúa


     Después de lo que les pareció una eternidad, Elsa Gaby y Mercedes finalmente terminaron su tormentosa caminata hasta las instalaciones del cuartel de Policía de Investigaciones.

     Estaban cruzando el portón del cuartel central, cuando el investigador bajito tiró suavemente del largo cabello de Gaby. Ella se dio vuelta rápidamente, visiblemente enojada ante su atrevimiento y se lo quedó mirando fijamente.

     Sólo deseaba tocarlo, se ve tan bonito… —dijo el hombre en un tono infantil, a manera de disculpa.

     Gaby no respondió, lo continuó mirando unos instantes más con desprecio y luego se dio media vuelta ignorándolo por completo.

     Era poco menos de las doce de la noche cuando los investigadores las dejaron en el mismo mostrador del primer día y luego se marcharon.

     Después de que verificaron sus nombres llamaron a un guardia para que las llevara a las celdas.

     Esta vez, no las hicieron descender a La Patilla. El guardia las condujo por el pabellón izquierdo del primer piso y abrió la imponente puerta de madera de la primera celda, en el interior de la cual sólo se veía una gran oscuridad. El hombre le ordenó a Elsa que entrara y sin esperar a que su vista se adaptara, cerró la puerta detrás de ella.

     Caminaron en silencio por el pasillo hasta la siguiente celda donde el guardia encerró a Mercedes y por último, puso a Gaby en la tercera celda de aquel sector.

     Elsa, sujetando visiblemente desconfiada un grueso abrigo negro en el cual estaba enfundada, se quedó paralizada, pegada firmemente contra el portón cerrado sin atrever a moverse, sentía pánico. Estaba terriblemente obscuro y no tenía idea de qué podría esperarle allí.

     Cuando su vista se adaptó un poco a la obscuridad, vio unos bultos obscuros e irreconocibles al fondo. Escuchó la voz de Claudia que la llamaba por su nombre y sintió que el alma le volvía al cuerpo y dio gracias a Dios de que ella estuviera allí.

     Guiada por el brazo estirado de Claudia, recién se animó a moverse y tanteando antes de dar cada paso, logró avanzar hasta la banca de cemento. Escuchó las voces de Roxana y de Fanny y ya un poco más adaptada a la obscuridad pudo reconocer a Alejandra que se mantenía un poco ensimismada.

     Se abrazaron fuertemente durante largo rato como para transmitirse todo aquello que por sus corazones pasaba en esos momentos: las angustias de las últimas horas y el gran afecto que se tenían, el cual con los sufrimientos vividos había aumentado aún más. Realmente era un consuelo encontrar a alguien amigo en medio de toda esa podredumbre.

     Entre ellas se juntaron muy apretadas en una esquina, bien lejos de Margarita, que si bien hasta el momento se había mostrado amigable, continuaba siendo una perfecta desconocida.

     Entre susurros se pusieron contarse sus experiencias y lo que sabían respecto de los otros. La que menos, la había pasado bastante mal.

     Roxana, que dentro de todo se veía bastante serena, les explicó que ella veía todo esto como una prueba que le servía para reforzar aún más su fe.

     La pobre Alejandra, en cambio, estaba muy asustada y se veía como si cargara un gran peso sobre sus hombros. Se mantenía unida al grupo pero totalmente encerrada en sí misma y muy afectada. Claudia continuó serenándola. La abrazaba y le hablaba en forma normal para que ella se fuera sintiendo más segura y protegida y si bien poco a poco se le veía más tranquila, aún así se mantenía terriblemente hermética y apesadumbrada.

     No había pasado mucho rato cuando vinieron a buscar a Fanny y se la llevaron nuevamente sin decirle a dónde.

     Mientras las mujeres conversaban de los tormentos vividos desde que esta pesadilla había comenzado, Claudia no podía dejar de pensar en el incidente de la noche anterior con el guardia, el cual todavía le molestaba terriblemente, y sin poder contenerse por más tiempo, tomó el valor necesario y preguntó a las otras mujeres si ellas también habían tenido que pasar por lo mismo.

     ¡Elsa se escandalizó! Le contó que con ellas el guardia había permanecido afuera en todo momento y les había permitido incluso juntar la puerta sin hacer ningún intento de abrirla y mucho menos de revisarles el cuerpo. Evidentemente, el hombre había aprovechado que estaban solas Alejandra y Claudia para abusar de ella.

     Elsa le aconsejó que a la primera oportunidad que tuviera se quejara de lo ocurrido, pero Claudia no estaba muy convencida de hacerlo ya que tenía mucho miedo por las represalias.

     Durante toda la noche fueron obligadas constantemente a salir al corredor donde les pasaban lista, las tenían unos minutos allí y luego, cuando ya las veían bien despiertas, las hacían entrar nuevamente a sus celdas y las volvían a encerrar.

     Roxana, para intentar tomar con algo de filosofía todo el asunto, hacía bromas sobre que tal vez sus carceleros no sabían contar o en su desorganización habían extraviado a alguien.

     En algún momento vino el guardia a despertarlas para alcanzarles una frazada con la cual abrigarse: una sola frazada para todas. A las mujeres se le cruzó por la mente que lo más probable fuera que tuviera chinches, pero Margarita la tomó prestamente sin hacerle ningún asco.

     En otros momentos, venía el guardia, les abría la puerta sin motivo alguno y se marchaba a los pocos minutos.

     El hedor en la celda iba subiendo en intensidad con el transcurso de las horas. Parecía como si se hubieran propuesto asfixiarlas. Roxana empezó a sentir un vahído, nauseas y un dolor intenso en la boca del estómago por la falta de comida. Ya estaba sintiendo que se desmayaba cuando Elsa le cogió la cabeza y le presionó un punto debajo de la nariz que sirve para controlar las nauseas. Se esforzó por serenarla, la obligó a respirar tranquila y a controlar la sensación, le daba ánimo y le repetía que tenía que dominarse, que era muy importante y que ella tenía la fuerza para hacerlo, hasta que finalmente logró que Roxana se repusiera y felizmente el incidente no volvió a repetirse en el resto de la noche.


continuará ...

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