Por la razón...
¡O la fuerza!
La Inteligencia exige discutir las razones que se tiene;
la Fuerza se ejerce para compensar en algún modo la falta de argumentos.
Sofocleto
Manual del Perfecto Deportado
Fuimos arrestadas 15 personas —14 de nosotros miembros de la misma
Religión, además de la hermana de uno de los hombres, que casualmente se
hallaba de visita— en un asombroso despliegue de policías armados… y equipos de
camarógrafos de diversos canales.
Durante los cuatro días en que estuvimos inhumanamente detenidos en los calabozos de Policía
de Investigaciones —que son de la peor índole— NO se nos informó de los cargos
y NO se nos permitió hacer llamada alguna y durante todo ese tiempo e incluso
durante los cuatro días posteriores en que fuimos enviados a la penitenciaría,
entre presos comunes y de alta peligrosidad, se nos mantuvo —ilegalmente—
INCOMUNICADOS.
Policía de Investigaciones de Chile, en coordinación con los
medios de prensa nos hizo aparecer ante la opinión pública como una secta religiosa dedicada al secuestro y violación de
menores, tratantes de blancas, satanistas y sadomasoquistas, con la
intención deliberada —confesa por ellos mismos— de exacerbar los «deseos de
justicia por propia mano» que dichos cargos —en especial los primeros— hacen
aflorar en los presos con los cuales compartimos nuestro confinamiento, recibiendo
amenazas de muerte u otro tipo de escarmiento, conforme al «código de conducta»
de los presos locales.
La prensa, por su parte, aprovechó el escándalo para aumentar jugosamente
sus ventas y apoyándose en el material —plantado e intencionalmente
distorsionado— que Policía de Investigaciones ilegalmente
les proveía, contribuyó a seguir fabricando todo tipo de atrocidades en torno a
nosotros.
Las variadas y escandalosas acusaciones que los Policías
afirmaban que había en nuestra contra, finalmente quedaron reducidas a una inconsistente
denuncia de secuestro y violación —hecha por una solterona de treinta y cinco
años— la cual ni siquiera fue ratificada en su momento.
Al cabo de ocho días de arresto —mucho más de lo que la ley chilena
permite, incluso en los casos más extremos de terrorismo y narcotráfico— fuimos
dejados en libertad incondicional por falta de méritos,
término legal que —al menos en Chile— significa que JAMAS EXISTIO DELITO
ALGUNO.
Dada la magnitud de todos estos atropellos y del escándalo
desencadenado por la prensa conjuntamente con Policía de Investigaciones, el Gobierno
chileno se pronunció rápidamente… procediendo a expulsarnos a la brevedad del
país (?), cometiendo así aún más atropellos contra los derechos humanos y
eliminando, de paso, toda posibilidad de contra demanda por parte de los agraviados (o sea, nosotros).
Hasta la fecha, a pesar de que nuestra inocencia quedara ampliamente
probada por la sentencia emitida por el sexto juzgado del crimen de Santiago de
Chile, la persecución continúa, incluso fuera de territorio chileno.
Las organizaciones nacionales e internacionales —tanto
instituciones a nivel Perú y Chile, así como los organismos internacionales— de
derechos humanos que deberían al menos revisar el caso, se niegan a hacerlo o
dilatan el emitir una respuesta.
Creemos que es tiempo de que las organizaciones de derechos
humanos se den cuenta que la libertad religiosa también está siendo vulnerada a
nivel mundial. Este abuso implica el atropello —simultáneo— de las libertades individuales,
de expresión y religiosas y NO PUEDE SER TOLERADO. Aunque a nosotros pueda no
gustarnos una «secta», sus adherentes deben tener PLENA LIBERTAD de decidir
sobre sus propias vidas.
Aquí les presentaremos la historia real, según las versiones de nosotros mismos —acompañándola de la amplia documentación que tenemos al respecto— y sin alterar los nombres para «proteger a los inocentes», ya que después de que estos inocentes fueron tan vilmente satanizados, queremos dejar muy en claro aquí qué fue lo que realmente pasó.
No hay nada en el mundo (ni siquiera en los ámbitos del Absurdo) que justifique una deportación.
Deportar es admitir que la víctima es de una intachable conducta moral ya que,
aparte del exilio, el Régimen no ha encontrado otra manera de sacudírsela de encima.
Deportar es, también, admitir que el zambo tiene razón en lo que dice
y que el Gobierno carece de argumentos para retrucarle.
Sofocleto
Manual del Perfecto Deportado
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