continúa ...
Continuó entrando apretadamente gente por ambas puertas y en
cuestión de segundos se armó un alboroto realmente impresionante. La pequeña
casa se llenó con alrededor de dieciocho extraños de ambos sexos que, pistola
en mano, se hallaban gritando y empujándolos en todas las direcciones.
Los segundos se hacían eternos mientras los intrusos en su
desorganización, no paraban de gritarles y gritarse órdenes entre ellos, las
cuales no se alcanzaban a entender y aumentaban aún más la confusión.
Gaby cargó a Taffy y lo abrazó con fuerza para intentar
tranquilizarlo un poco. Cindy, por su parte, corrió a refugiarse donde Mara que
aún permanecía en la cama junto a Mercedes y desde allí siguió ladrando
descontroladamente y a pesar de los intentos desesperados de Mara por sujetarla
se le escapaba una y otra vez de las manos.
A Mara le preocupaba sobremanera que los perritos siguieran
haciendo ruido ya que pensaba que esta gente no tendría ningún reparo en
lastimarlos.
Después de varios minutos más, alguno de los recién llegados
gritó:
— Policía de Investigaciones…
Pero sus palabras quedaron ahogadas entre el alboroto reinante y
los ladridos de los perros. Luego, la voz de una mujer que a duras penas se
alcanzó a oír, les ordenó:
— ¿Qué es lo que esperan? ¡¡¡Encierren
a esos animales de una vez!!!
Llevaron a Cindy y Taffy a la pieza que hacía las veces de sala-comedor,
en la que tan sólo unos minutos antes habían estado almorzando animadamente y
donde se veía aún parte del servicio que no habían alcanzado a recoger. Allí
estaba Lucky, trepado sobre uno de los muebles, ladrando con desesperación.
Los investigadores ordenaron a Alejandra y a Elsa que salieran y
los tres perros fueron dejados solos con la puerta de la sala trabada para que
no pudieran escapar.
Fue todo tan violento que no tuvieron oportunidad de hablar ni
de hacerse comentarios entre ellos y, mudos como estaban, las ideas iban y
venían rápidamente por sus cabezas.
Carlos, que ahora había sido empujado hacia un lado de la
habitación de las mujeres, miraba toda la escena desconcertado, lo único que
podía pensar era que todo esto tenía que tratarse de una especie de broma de
mal gusto, aunque las pistolas en las manos de aquellos individuos que venían
entrando en una forma bastante agresiva, lo obligaban a plantearse
posibilidades más terribles, pero su mente se negaba enérgicamente a aceptarlas
como algo real y en esos momentos ni siquiera era capaz de alzar la voz para
formular alguna de las muchas preguntas que se iban formando en su cabeza.
Mercedes, desde la esquina de la cama en la que aún seguía
postrada, no podía hallar para todo esto otra explicación que atribuirlo a una
banda de asaltantes que se estaba escondiendo de la policía.
Mara, a su costado, aguardaba tranquila, convencida de que eran policías
que estaban persiguiendo a un asaltante y que en cualquier momento les iban a
preguntar si lo habían visto pasar.
Pero Gaby, manteniéndose todo lo cerca de Ricardo que podía,
veía la escena con ojos más preocupados, ya que si bien inicialmente había
pensado que tal vez se tratara de un grupo de terroristas, casi inmediatamente
había desechado esta idea, pensando más bien que eran víctimas de un asalto,
pero fuera lo uno o lo otro, de toda la situación lo que más la asustaba era
ver que en su mayoría eran jóvenes con apariencia de inexpertos, por la poca
firmeza de su presencia y la forma en que parecían asirse al arma, moviéndola
constantemente, dando la impresión de querer disimular el temblor de sus manos
o intentar darse un aplomo del que carecían.
Aún sin explicarles nada, se gritaron órdenes entre ellos para
reunir a todos en un solo ambiente: el dormitorio de las mujeres.
La inspectora rubia, que seguía apuntando a Fanny en la cocina,
le ordenó que fuera para allá y sin esperar a que obedeciera, la llevó ella
misma con violentos empujones hacia la habitación de las señoras Badani.
Allí, en forma un poco más organizada y algo más calmada —pero
aún encañonándolos muy de cerca con las armas— les informaron que eran de la Policía
de Investigaciones y les ordenaron que no se movieran ya que ¡¡¡los vamos a llevar a todos arrestados!!!
En esos momentos recién pudieron darse cuenta de que tan sólo
dos o tal vez tres de ellos, llevaban colgando del cuello, mediante una cadena,
lo que parecía eran sus placas de identificación, las cuales quedaban
parcialmente cubiertas por sus ropas, y que otros dos más allá, traían puesta
una chaqueta azul con las nada explicativas siglas «BRISEXME» en amarillo, pero
el resto no parecía tener identificación alguna, al menos, nada visible o que
ellos pudieran observar y por supuesto, ninguno de ellos tenía apariencia de
ser el juez o el fiscal que en teoría debía estar presente en este tipo de
actos, ya que todos empuñaban con la misma agresividad sus armas.
A pesar de lo terrible que se veía todo, aún seguían convencidos
de que cuando las cosas se calmaran, iba a quedar claro que se habían
confundido de casa.
Ricardo, con el control y la calma que lo caracterizan,
intervino de manera enérgica, aunque excepcionalmente educada a pesar del tan
brutal atropello del que estaban siendo objeto, para decirles:
— ¡¿Por favor, serían tan amables de
mostrarme la orden por la cual vamos a ser todos arrestados, como ustedes dicen
o, al menos, podrían mostrarme la Orden de Allanamiento?!
La señora de pelo castaño rojizo, que se veía la mayor de todos,
les dijo que ella era la oficial a cargo del operativo, pero se negó a
mostrarles su identificación o a darles su nombre y cargo. Mucho después, por
comentarios laterales de los otros investigadores, se enteraron que era la sub-comisario
Cecilia Correa Correa.
La sub-comisario, además, rotundamente se negó a mostrar toda
orden, alegando que tenían amplio poder que les
había otorgado el juez para investigar y allanar…
Ante los firmes alegatos de Ricardo de que legalmente tenían
derecho a que se les mostrara las mencionadas órdenes, la sub-comisario Correa
sacó un único papel que le pasó, literalmente, por las narices, en un gesto
insultante y en evidente intento por demostrar su autoridad, exhibiéndolo de
una manera tal que era imposible que se pudiera leer nada, no sólo por la
rapidez con que no dejaba de sacudirlo, sino además, porque lo mantenía doblado
en una forma extraña, tapando la mayor parte del documento con otro papel y
dejando visible solamente un último párrafo, en el cual, ni siquiera Carlos —que
hábilmente se había desplazado hasta el costado izquierdo de la sub-comisario
para lograr ver de cerca el documento— pudo descubrir ningún tipo de firma,
timbre o membrete que pudiese oficializarlo.
Luego, ella misma les leyó un pedazo, en teoría del escrito,
donde supuestamente constaba que por orden judicial tenían un amplio poder para
allanar y requisar cuanto hubiera en la casa, pero en aquel párrafo no se
especificaba la dirección de la casa a la que se referían, ni los nombres de
las personas involucradas, ni mucho menos, los cargos de los que eran acusados.
La sub-comisario mantuvo el papel tan lejos como pudo del
alcance visual del resto y luego concluyó gritándole a Ricardo:
— ¡No tengo por qué darte
explicaciones! Tenemos amplio poder que nos ha otorgado el juez, así que ¡¡quédate
callado!!
Luego de tutearlo de esta manera y sin responder realmente a sus
preguntas, procedió a armar mucho alboroto a su alrededor, daba la impresión de
que estaba intentando distraer la atención del documento, sobre todo porque se
apresuró a guardarlo rápidamente de nuevo en su bolsillo.
Hasta el final de todo ese atropello, nunca se pudieron enterar
qué decía realmente el dichoso papel, qué juez había otorgado el «amplio poder»
o incluso, si de verdad existió una orden y qué era lo que ésta realmente
abarcaba.
continuará ...
.........bueno; no me extraña el modo del operativo, al menos fue suave, en relación con los tiempos que se vivían, en donde los atropellos ciudadanos era pan de cada día, hoy no ha cambiado mucho, es una técnica sistemática. Claro está que a los traficantes les tratan con mas decoro, ni tanta vulgaridad, por otro lado claramente está demostrado que existen sórdidos actos y tan asquerosos, en que se ven envueltos personajillos que detentan un trabajito de poder, en el que se involucra a niños para sus bajezas, como la prostitución infantil. Ahora en lo sucedido a ustedes siendo mayores de edad, me queda claro que hubo mano negra, pueden pedir una revisión de lo sucedido acá, sobre todo de los que ostentan la nacionalidad Chilena, como es derecho a vivir en la patria, y recurrir de casación si procede.
ResponderBorraro trasladarse libremente en rededor del mundo, ya que no hablamos de personas terroristas, ni tampoco de personas que promuevan el odio, discriminación etc. Realmente creo que se está hoy frente a un escenario en que se podría revertir el caso.
Efectivamente, como tú dices, en nuestro caso fue un total abuso. Quedó claro que no había menores de edad, que no éramos terroristas y que tampoco éramos traficantes —más aún, ni siquiera consumimos ningún tipo de droga—, dado que finalmente fuimos dejados en libertad. A pesar de eso fuimos ilegal y escandalosamente deportados y el Gobierno Chileno jamás tuvo la decencia de aclarar nuestra inocencia.
ResponderBorrarEl perjuicio que sufrimos —moral, económicamente— ha sido muy grande y han sido muchos los trámites que venimos realizando por aclarar lo que ocurrió. A través de este Blog vamos a ir colocando las pruebas de cada uno de nuestros intentos por aclarar las cosas.
No hemos dejado de luchar en estos 17 años y pensamos continuar luchando hasta que se haga justicia.