Aclaración: A pesar de lo que pueda haber dicho la Prensa sensacionalista, nuestro reclamo no es “contra Chile” sino, específicamente contra los malos funcionarios de una mala administración, quienes quebraron no sólo múltiples puntos de la Declaración De Derechos Humanos, sino hasta las mismas Leyes y Constitución del Estado Chileno.

miércoles, 21 de agosto de 2013

002 • Ellos eran... La Ley


continúa ...
 
     Continuó entrando apretadamente gente por ambas puertas y en cuestión de segundos se armó un alboroto realmente impresionante. La pequeña casa se llenó con alrededor de dieciocho extraños de ambos sexos que, pistola en mano, se hallaban gritando y empujándolos en todas las direcciones.
 
     Los segundos se hacían eternos mientras los intrusos en su desorganización, no paraban de gritarles y gritarse órdenes entre ellos, las cuales no se alcanzaban a entender y aumentaban aún más la confusión.
 
     Gaby cargó a Taffy y lo abrazó con fuerza para intentar tranquilizarlo un poco. Cindy, por su parte, corrió a refugiarse donde Mara que aún permanecía en la cama junto a Mercedes y desde allí siguió ladrando descontroladamente y a pesar de los intentos desesperados de Mara por sujetarla se le escapaba una y otra vez de las manos.
 
     A Mara le preocupaba sobremanera que los perritos siguieran haciendo ruido ya que pensaba que esta gente no tendría ningún reparo en lastimarlos.
 
     Después de varios minutos más, alguno de los recién llegados gritó:
 
     Policía de Investigaciones…
 
     Pero sus palabras quedaron ahogadas entre el alboroto reinante y los ladridos de los perros. Luego, la voz de una mujer que a duras penas se alcanzó a oír, les ordenó:
 
     ¿Qué es lo que esperan? ¡¡¡Encierren a esos animales de una vez!!!
 
     Llevaron a Cindy y Taffy a la pieza que hacía las veces de sala-comedor, en la que tan sólo unos minutos antes habían estado almorzando animadamente y donde se veía aún parte del servicio que no habían alcanzado a recoger. Allí estaba Lucky, trepado sobre uno de los muebles, ladrando con desesperación.
 
     Los investigadores ordenaron a Alejandra y a Elsa que salieran y los tres perros fueron dejados solos con la puerta de la sala trabada para que no pudieran escapar.
 
     Fue todo tan violento que no tuvieron oportunidad de hablar ni de hacerse comentarios entre ellos y, mudos como estaban, las ideas iban y venían rápidamente por sus cabezas.
 
     Carlos, que ahora había sido empujado hacia un lado de la habitación de las mujeres, miraba toda la escena desconcertado, lo único que podía pensar era que todo esto tenía que tratarse de una especie de broma de mal gusto, aunque las pistolas en las manos de aquellos individuos que venían entrando en una forma bastante agresiva, lo obligaban a plantearse posibilidades más terribles, pero su mente se negaba enérgicamente a aceptarlas como algo real y en esos momentos ni siquiera era capaz de alzar la voz para formular alguna de las muchas preguntas que se iban formando en su cabeza.
 
     Mercedes, desde la esquina de la cama en la que aún seguía postrada, no podía hallar para todo esto otra explicación que atribuirlo a una banda de asaltantes que se estaba escondiendo de la policía.
 
     Mara, a su costado, aguardaba tranquila, convencida de que eran policías que estaban persiguiendo a un asaltante y que en cualquier momento les iban a preguntar si lo habían visto pasar.
 
     Pero Gaby, manteniéndose todo lo cerca de Ricardo que podía, veía la escena con ojos más preocupados, ya que si bien inicialmente había pensado que tal vez se tratara de un grupo de terroristas, casi inmediatamente había desechado esta idea, pensando más bien que eran víctimas de un asalto, pero fuera lo uno o lo otro, de toda la situación lo que más la asustaba era ver que en su mayoría eran jóvenes con apariencia de inexpertos, por la poca firmeza de su presencia y la forma en que parecían asirse al arma, moviéndola constantemente, dando la impresión de querer disimular el temblor de sus manos o intentar darse un aplomo del que carecían.
 
     Aún sin explicarles nada, se gritaron órdenes entre ellos para reunir a todos en un solo ambiente: el dormitorio de las mujeres.
 
     La inspectora rubia, que seguía apuntando a Fanny en la cocina, le ordenó que fuera para allá y sin esperar a que obedeciera, la llevó ella misma con violentos empujones hacia la habitación de las señoras Badani.
 
     Allí, en forma un poco más organizada y algo más calmada —pero aún encañonándolos muy de cerca con las armas— les informaron que eran de la Policía de Investigaciones y les ordenaron que no se movieran ya que ¡¡¡los vamos a llevar a todos arrestados!!!
 
     En esos momentos recién pudieron darse cuenta de que tan sólo dos o tal vez tres de ellos, llevaban colgando del cuello, mediante una cadena, lo que parecía eran sus placas de identificación, las cuales quedaban parcialmente cubiertas por sus ropas, y que otros dos más allá, traían puesta una chaqueta azul con las nada explicativas siglas «BRISEXME» en amarillo, pero el resto no parecía tener identificación alguna, al menos, nada visible o que ellos pudieran observar y por supuesto, ninguno de ellos tenía apariencia de ser el juez o el fiscal que en teoría debía estar presente en este tipo de actos, ya que todos empuñaban con la misma agresividad sus armas.
 
     A pesar de lo terrible que se veía todo, aún seguían convencidos de que cuando las cosas se calmaran, iba a quedar claro que se habían confundido de casa.
 
     Ricardo, con el control y la calma que lo caracterizan, intervino de manera enérgica, aunque excepcionalmente educada a pesar del tan brutal atropello del que estaban siendo objeto, para decirles:
 
     ¡¿Por favor, serían tan amables de mostrarme la orden por la cual vamos a ser todos arrestados, como ustedes dicen o, al menos, podrían mostrarme la Orden de Allanamiento?!
 
     La señora de pelo castaño rojizo, que se veía la mayor de todos, les dijo que ella era la oficial a cargo del operativo, pero se negó a mostrarles su identificación o a darles su nombre y cargo. Mucho después, por comentarios laterales de los otros investigadores, se enteraron que era la sub-comisario Cecilia Correa Correa.
 
     La sub-comisario, además, rotundamente se negó a mostrar toda orden, alegando que tenían amplio poder que les había otorgado el juez para investigar y allanar…
 
     Ante los firmes alegatos de Ricardo de que legalmente tenían derecho a que se les mostrara las mencionadas órdenes, la sub-comisario Correa sacó un único papel que le pasó, literalmente, por las narices, en un gesto insultante y en evidente intento por demostrar su autoridad, exhibiéndolo de una manera tal que era imposible que se pudiera leer nada, no sólo por la rapidez con que no dejaba de sacudirlo, sino además, porque lo mantenía doblado en una forma extraña, tapando la mayor parte del documento con otro papel y dejando visible solamente un último párrafo, en el cual, ni siquiera Carlos —que hábilmente se había desplazado hasta el costado izquierdo de la sub-comisario para lograr ver de cerca el documento— pudo descubrir ningún tipo de firma, timbre o membrete que pudiese oficializarlo.
 
     Luego, ella misma les leyó un pedazo, en teoría del escrito, donde supuestamente constaba que por orden judicial tenían un amplio poder para allanar y requisar cuanto hubiera en la casa, pero en aquel párrafo no se especificaba la dirección de la casa a la que se referían, ni los nombres de las personas involucradas, ni mucho menos, los cargos de los que eran acusados.
 
     La sub-comisario mantuvo el papel tan lejos como pudo del alcance visual del resto y luego concluyó gritándole a Ricardo:
 
     ¡No tengo por qué darte explicaciones! Tenemos amplio poder que nos ha otorgado el juez, así que ¡¡quédate callado!!
 
     Luego de tutearlo de esta manera y sin responder realmente a sus preguntas, procedió a armar mucho alboroto a su alrededor, daba la impresión de que estaba intentando distraer la atención del documento, sobre todo porque se apresuró a guardarlo rápidamente de nuevo en su bolsillo.
 
     Hasta el final de todo ese atropello, nunca se pudieron enterar qué decía realmente el dichoso papel, qué juez había otorgado el «amplio poder» o incluso, si de verdad existió una orden y qué era lo que ésta realmente abarcaba.
 
continuará ...
 
 

2 comentarios:

  1. .........bueno; no me extraña el modo del operativo, al menos fue suave, en relación con los tiempos que se vivían, en donde los atropellos ciudadanos era pan de cada día, hoy no ha cambiado mucho, es una técnica sistemática. Claro está que a los traficantes les tratan con mas decoro, ni tanta vulgaridad, por otro lado claramente está demostrado que existen sórdidos actos y tan asquerosos, en que se ven envueltos personajillos que detentan un trabajito de poder, en el que se involucra a niños para sus bajezas, como la prostitución infantil. Ahora en lo sucedido a ustedes siendo mayores de edad, me queda claro que hubo mano negra, pueden pedir una revisión de lo sucedido acá, sobre todo de los que ostentan la nacionalidad Chilena, como es derecho a vivir en la patria, y recurrir de casación si procede.
    o trasladarse libremente en rededor del mundo, ya que no hablamos de personas terroristas, ni tampoco de personas que promuevan el odio, discriminación etc. Realmente creo que se está hoy frente a un escenario en que se podría revertir el caso.

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  2. Efectivamente, como tú dices, en nuestro caso fue un total abuso. Quedó claro que no había menores de edad, que no éramos terroristas y que tampoco éramos traficantes —más aún, ni siquiera consumimos ningún tipo de droga—, dado que finalmente fuimos dejados en libertad. A pesar de eso fuimos ilegal y escandalosamente deportados y el Gobierno Chileno jamás tuvo la decencia de aclarar nuestra inocencia.
    El perjuicio que sufrimos —moral, económicamente— ha sido muy grande y han sido muchos los trámites que venimos realizando por aclarar lo que ocurrió. A través de este Blog vamos a ir colocando las pruebas de cada uno de nuestros intentos por aclarar las cosas.
    No hemos dejado de luchar en estos 17 años y pensamos continuar luchando hasta que se haga justicia.

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