Aclaración: A pesar de lo que pueda haber dicho la Prensa sensacionalista, nuestro reclamo no es “contra Chile” sino, específicamente contra los malos funcionarios de una mala administración, quienes quebraron no sólo múltiples puntos de la Declaración De Derechos Humanos, sino hasta las mismas Leyes y Constitución del Estado Chileno.

viernes, 31 de enero de 2014

044 • Con su Hermano

continúa ...


     A la cafetería entró una investigadora, señaló a Mara y le indicó que la siguiera hacia el segundo piso sin darle mayores explicaciones. Carlos y Ricardo, que seguían sentados en el pasillo al lado del baño, la vieron desaparecer escaleras arriba.

     Tanto Mara como los demás, pensaron que ya le había tocado el turno a ella de ser interrogada y sabría Dios que le irían a hacer.

     La obligaron a entrar a una oficina grande, con aspecto de consultorio médico y le dijeron que esperara allí, mientras la famosa inspectora Yelka —la más agresiva y machona de todas las mujeres y, porque no decirlo, de los hombres también— que ya se encontraba adentro y hacía como que buscaba algo en el escritorio de al lado.

     Buen rato después, apareció por la puerta el hermano de Mara, que en cuanto vio a Mara, empezó a mover levemente la cabeza de un lado a otro como diciendo ¿Qué es todo esto…? ¿Qué es lo que está pasando…?


     ¡A Mara casi le dio un infarto! Nunca se imaginó que la hubieran llevado allí para verlo a él.

     Su hermano, que había estado viendo las noticias de la medianoche cuando se topó con que su hermana aparecía en una de ellas, le contó que su mamá estaba sumamente preocupada y muy mal de salud por lo que habían visto en la televisión. Le dijo, también, que le habían mostrado fotos de ellos y que todo se veía espantoso.



     Mara firmemente le aclaró que muchas de las cosas que le habían mostrado habían sido plantadas por los mismos investigadores y que alguien quería, no sabían ellos con que motivo, involucrarlos en un gran escándalo.

     La inspectora Yelka, que seguía haciéndose la que buscaba algo en el mismo punto del escritorio, hacia oídos sordos de lo que Mara decía, como si no estuviera ahí, pero seguía sin moverse del lugar.

     Su hermano le preguntó en qué la podía ayudar y Mara, sin pensarlo dos veces, le pidió que contratara un abogado ya que a ellos no los dejaban ni pedir uno ni hacer un llamado telefónico.

     A los pocos minutos su hermano se marchó, prometiéndole que iba a hacer por ella todo lo que estuviera en sus manos.

     Mucho rato después, Mara fue llevada de regreso a la cafetería donde le indicaron volver a sentarse en la misma mesa. A la pasada se quedó mirando unos segundos a Gaby, intentaba contarle algo de lo que había pasado, pero ella no le entendió y Mara tuvo que volver a mirar su esquina de la habitación sin decir palabra.


continuará ...


martes, 28 de enero de 2014

Liberación






     Ricardo A. Badani y Sras. cumplen con el deber de informar que el día 25 de Enero del 2014, ha fallecido la que en vida fuera Mercedes de Badani después de padecer de un cáncer generalizado que la aquejó los últimos años, habiendo sido sus restos incinerados el lunes 27, según los usos de nuestra Religión, sus últimas declaraciones aparecen en un video en nuestro Blog sobre nuestro caso contra el Estado Chileno. Pedimos a quienes la conocieron que, en vez de llorar su partida, la recuerden como era en vida y vean esto como su Liberación, dejando que ella siga viviendo en nuestros recuerdos.

     La foto y el video de más arriba corresponden respectivamente a la última escultura que Gatita hizo (a fines del 2012) antes de quedar imposibilitada por su enfermedad y a sus últimas declaraciones sobre nuestro caso.


     Cabe acotar que su Facebook personal fue cerrado un mes después y que se emitió una Nota De Prensa para informar que no se darían entrevistas al respecto ni se aceptaría comunicación alguna con los reporteros que, como aves de carroña, suelen aparecer ante estos acontecimientos.


miércoles, 22 de enero de 2014

043 • ¿Interrogándolos...?

continúa ...


     Se abrió la puerta de la oficina donde tenían a Beatriz y apareció la sub-comisario Correa trayendo algo escondido en las manos y mostrándolo bruscamente, le preguntó con rudeza qué era aquello.

     Ella le contestó que era un masajeador de espalda pero la sub-comisario, gritándole en un tono prepotente y agresivo que hizo que se encogiera aún más en su silla pensando que la iban a golpear, la retó para que le dijera para qué servía.

     Beatriz, intentando mantener la calma a pesar del susto, le explicó que, como su nombre así lo decía, el masajeador de espalda servía para dar masaje en la espalda.


     La sub-comisario le gritó mentirosa y le dijo que ese masajeador servía para otra cosa y empezó ella misma a detallar los múltiples usos —todos ellos sexuales— de los vibradores. Le dijo que no entendía para qué lo necesitaba si tenía un hombre y la insultó diciéndole que ella era una pervertida al igual que los demás, que todos eran unos degenerados.


     Una y otra vez la sub-comisario le decía que ella era la esclava de Ricardo y una y otra vez Beatriz le aclaraba que era su esposa.

     Beatriz les dijo que ella quería declarar que era mayor de edad, que estaba en este grupo y con Ricardo por su propia voluntad, que lo amaba y que era muy feliz, pero la sub-comisario Correa le gritó:

     ¡¡¡¿Y de qué nos sirve esa declaración a nosotros?!!!

     Ante esto, Beatriz se limitó a responder que no deseaba hacer ninguna otra declaración mientras no tuviera la asesoría de un abogado.

     Ya me estás cansando, eres una tonta, no te imaginas lo que te puede pasar en la cárcel —le decía la sub-comisario cada vez más y más irritada, pero ella le contestaba que eso no le preocupaba y la rabia de la mujer aumentaba aún más.

     Otros investigadores que se habían unido al grupo le gritaban que no pensaba y que era una tonta. La instaban para que hablara de una vez y le insistían para que incriminara de algún modo a Ricardo.

     Beatriz los miraba fastidiada y la sub-comisario, a cada momento más molesta, iba levantando cada vez más la voz y ahora, a gritos le dijo:

     ¡Cabra huevona, ya me cansaste! ¿Sabes lo que te vamos a hacer? Te vamos a llevar a otro cuarto, te vamos a desnudar delante de un montón de hombres y te vamos a sacar fotografías para que las publiquen los diarios y todos vean lo puta que eres.



continuará ...


domingo, 19 de enero de 2014

042 • Las Calumnias

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     Poco después de las dos de la mañana, uno de los hermanos de Mara se presentó en la brigada preguntando por ella. Sin darle explicaciones sobre su situación, dos investigadores lo llevaron directamente hasta el tercer piso, a la habitación en la cual habían acomodado con malicia todas sus «evidencias».

     A través de la puerta abierta, Alberto podía oír cómo los investigadores, mostrándose ahora muy seguros de la solidez de sus hallazgos, le explicaban el significado de la atmósfera que ellos mismos habían armado. Podía escuchar, también, como le decían que todas esas cosas eran la prueba de lo degenerados que eran y le preguntaban cómo había podido su hermana implicarse con esa clase de gente.


     El hermano de Mara se limitó a insistir en su pedido de verla, pero los investigadores, ignorándolo, continuaron todavía por unos minutos intentando escandalizarlo con las atrocidades que decían sobre ellos.

     Después de un rato, los tres hombres volvieron a pasar por el costado de Alberto y desaparecieron escaleras abajo.


continuará ...


viernes, 17 de enero de 2014

041 • Las Vejaciones a Beatriz

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     Tan sólo unos minutos después, apareció en la cafetería la inspectora Yelka y su aspecto era aún más viril que antes.

     Al parecer, ella y la sub-comisario Correa, eran las que más disfrutaban amenazando, asustando y golpeando a la gente, ya que durante toda la noche no cesaron de entrar y salir de las distintas salas de interrogatorio para participar en los momentos de mayor tortura.

     La inspectora las miró lentamente deteniéndose en cada una y luego dijo, como hablando para sí misma:

     ¿A ver… con quién me voy a desquitar primero...? —Después de una larga pausa, señalando a Beatriz continuó— ¡¡Tú, ven conmigo!!

     Beatriz se levantó sin decir palabra y caminó hacia ella con los ojos fijos en el suelo.


     ¡Perdóneme usted! Por favor, señora… ¿me haría el favor de acompañarme? —Continuó diciendo la inspectora en un tono totalmente fingido y cuando Beatriz, aún muda y con la vista baja, pasaba a su lado, le pegó con la mano un violento golpe en la nuca y gritó— ¡¡¡Ya, puta, camina de una vez si no quieres que yo misma te lleve a patadas!!!


     Mara dio un brincó en el asiento. ¡¡¡Estaba furiosa!!! ¿Con qué derecho trataban así a Beatriz a la que sentía como su hermana menor? ¡Si hubiera podido se hubiera parado a tomarle cuentas a aquella mujer!

     Pero Beatriz ni siquiera se inmutó ante la violencia del golpe y siguió caminando con la mirada firmemente clavada en el piso.

     Fue llevada a una sala amplia con un solo escritorio pegado a la ventana y un par de sillas al costado. La inspectora Yelka le ordenó que se sentara y se dedicó a hacerle comentarios desagradables sobre su persona y a continuar insultándola mientras ella callaba.

     Beatriz estaba muy impactada e intimidada ante su agresividad. ¡Era tan machona!… Jamás la habían tratado de aquella manera.


continuará ...


miércoles, 15 de enero de 2014

040 • Presionando a Gaby

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     Cuando faltaban unos diez minutos para las dos de la mañana, el inspector Silva pasó por la cafetería y se quedó parado en la puerta mirando a las mujeres.

     El investigador bajito, que aún seguía intentando que hablaran, se levantó de la mesa para reunirse con él y en susurros cruzaron unas cuantas frases. Luego el gordo habló con buen volumen dirigiéndose a ellas. Gaby alzó la vista aunque sin prestar ninguna atención a lo que decía. Era la primera vez que lo veía.

     Parece que tú estás muy fresca aquí ¿no? ¡Ven conmigo para interrogarte! —Le ordenó el inspector al ver que ella era la única que lo miraba.

     Gaby —que había empezado a mirarlo todo como una pasiva espectadora— no hizo ningún intento de protestar, se levantó de la silla y lo siguió por donde el inspector le iba indicando.

     Subieron hasta el tercer piso y entraron en una diminuta oficina con un único escritorio. El inspector se sentó del lado de adentro y le indicó a Gaby sentarse frente a él, cerca de la puerta.

     El gordo cogió una hoja en blanco, un bolígrafo y empezó a interrogarla. Le preguntó su nombre, su edad, el nombre de sus padres, y en fin, las mismas preguntas que tres veces les habían hecho ya desde que llegaron a la brigada y ella le dio exactamente las mismas respuestas.

     El inspector, animado por la aparente cooperación, continuó interrogándola sobre el tiempo que había permanecido en Chile y si se hallaba ilegal en el país, pero en este punto, Gaby dejó de contestar para informarle que no iba a responder a ninguna otra pregunta sin la presencia de un abogado.

     El inspector queriendo intimidarla, se paró de su silla, empezó a subir el tono de su voz y a adelantar su enorme humanidad en el escritorio con un gesto amenazador. Ella se esforzó por mantener la calma y se limitó a repetirle, muy lentamente, que no hablaría mientras no le dejaran llamar a un abogado.


     ¡¿Es que eres tonta, imbécil o qué?! ¡¡Aquí no vas a tener un abogado mientras nosotros no queramos que tengas uno!! Además, las leyes en este país no son así, tú tienes primero que declarar. ¡Haz visto demasiadas películas! —Dijo furioso.

     Películas o no, no voy a hacer ninguna declaración mientras no esté un abogado presente —le dijo por tercera vez, remarcando cada palabra y su tono denotaba la firmeza de su decisión.

     El inspector, que ahora la miraba con fiereza, continuó levantando cada vez más el volumen de su voz y siguió con sus amenazas diciéndole que ellos allí tenían técnicas para forzarla a hablar, que la podían golpear y hacer lo que quisieran con ella, ya que nadie se iba a enterar.

     Pueden hacer lo que quieran, pero definitivamente no voy a decir una sola palabra más mientras no cuente con la presencia de un abogado. Están perdiendo su tiempo conmigo.

     El inspector Silva cada vez se veía más furioso.

     Mira, habla si quieres o si quieres calla, total, a mí no me importa lo que hagas. De todos modos… ¡¡Aquí te vamos a cagar!! —le gritó a pocos centímetros del rostro.

     Gaby, que a esas alturas ya estaba convencida de que todo esto no era sino algún tipo de persecución debido a sus creencias y su forma de vida, se sentía cada vez más firme y segura en su fe y sin dejarse intimidar, tan sólo se limitó a mirarlo directamente a los ojos, sin siquiera parpadear y firme en su propósito de no decir una sola palabra más sin un abogado.

     Se quedaron los dos mirándose fijamente en una especie de lucha de poder y después de un largo y silencioso período, el inspector desvió la mirada, se paró bruscamente y le dijo:

     ¡Ya, de una vez, sal de aquí y que venga otra!

     El mismo inspector Silva la condujo de regreso hasta la cafetería y a la mesa en la que había estado sentada antes.

     Se quedó parado en medio de la habitación mirando una a una a todas las mujeres como evaluándolas y un par de minutos más tarde, sin decir una palabra, dio media vuelta y se marchó.

     En la cafetería nada parecía haber cambiado durante su breve ausencia.


continuará ...


sábado, 11 de enero de 2014

039 • Amedrentando a Fanny

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     A la una cuarenta y cinco de la mañana, cuando Fanny salió del examen médico, un investigador la llevó directamente a una oficina del segundo piso donde ya se encontraba la inspectora Yelka esperándola.

     Fanny no alcanzó ni a hablar cuando la inspectora empezó a darle rudas órdenes:

     ¡¡Ya, sácate la casaca!! ¡¡Ya, sácate la chompa!!

     A pesar que Fanny le explicó que tenía mucho frío, la inspectora, después de contestarle que a ella eso la tenía sin cuidado, siguió insultándola y apurándola para que obedezca.

     Su aspecto era sumamente amachado, hablaba de forma terriblemente grotesca y se burlaba de Fanny diciéndole:

     ¿Cómo quiere que la trate la dama? ¿Señorita, por favor, se puede sacar la chaqueta?

     La inspectora Yelka continuó amenazándola e insultándola durante un rato más y luego se marchó dejándola con la investigadora que había tomado sus datos cuando llegaron y que según le dijo a Fanny esta vez, sí estaba embarazada de varios meses.

     A pesar de su estado, esta mujer se irritaba todo el tiempo y se ponía sumamente furiosa debido a que no recibía respuestas aceptables para lo que ellos querían escuchar. Ver a esta detective era chocante, embarazada y —según ella misma decía— con dolor en el estómago debido a lo irascible que se colocaba, pero ese era su trabajo y eso era lo único que le importaba.

     La detective embarazada, al ver que Fanny no paraba de mover las piernas en forma nerviosa por la gran tensión que le significaba enfrentarse a ellos, le dio un violento manotazo en las rodillas, ya que según le dijo, estaba poniéndola nerviosa a ella también.


continuará ...

miércoles, 8 de enero de 2014

038 • El Policía Malo

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     Varios investigadores, uno mestizo, uno de ojos verdes y uno gordo, junto con una mujer de pelo negro y largo, estaban aguardando ya a Mercedes en la habitación y secamente le ordenaron pararse en el centro del cuarto.

     Uno de los investigadores quiso que les dijera cuánto tiempo hacía de que había entrado al país. Ella, haciendo visibles esfuerzos por hablarles con educación, les respondió que no recordaba la fecha exacta y que tendrían que verificarla en su pasaporte, ya que eran ellos quienes lo tenían.

     ¡No nos digas como hacer nuestro trabajo! —Le dijo furioso el detective de ojos verdes, levantándose bruscamente de la silla donde estaba sentado.

     Yo entiendo que es su trabajo, pero aquí están cometiendo un gran error y una injusticia… —les dijo, intentando contener las lágrimas que ya empezaban a correr por su rostro.

     Los investigadores se mostraron indignados y empezaron a insultarla, mientras aseveraban que estaban muy seguros de lo que hacían, que lo sabían todo sobre ellos y que los habían estado vigilando durante semanas.

     Ella pidió que le permitieran llamar a un abogado pero se burlaron diciendo que había visto demasiadas películas y que allí las cosas no eran así.


     Ante la insistencia para que hablara, declaró que estaba en el grupo por su propia voluntad, que jamás habían hecho nada malo y que era feliz con su forma de vida, pero los detectives no quisieron tomar esta declaración y más bien empezaron a presionarla para que declarase actividades delictuosas de ella y de sus amigos.

     La presionaban de diversas maneras, tanto con insultos a su integridad personal y su condición de mujer —¡Eres una puta! ¡¡Todas ustedes son unas degeneradas!! ¡Seguro que son lesbianas! ¡¡Mariconas!! ¡Son todos una basura!— Insultos a su nacionalidad —En este país se odia a los peruanos, por eso no tienes derecho a un abogado. ¡Peruanos de mierda! Vienen a llevarse a nuestras chilenas. ¡Los vamos a botar de nuestro país!— Y, por supuesto, no podían faltar las amenazas de todo tipo —si no cooperas te vamos a incriminar en todo tipo de delitos, violaciones, tráfico de drogas, rapto a menores, terrorismo… ¡Te vamos a cagar igual!— Le insistían una y otra vez en que de ella tenían y sabían todo y que no iba a salir bien de esta situación —¡Nosotros te vamos a cagar! ¡No sabes lo que le hacen en la cárcel a los acusados de violación! ¡Ya vas a ver cuando las otras presas te violen! ¡Los vamos a acusar de violadores de menores!— Las mismas frases se repetían una y otra vez.

     La investigadora, que era la más agresiva de los cuatro, la pateaba, le tiraba del pelo, la abofeteaba y la empujaba golpeándola en el pecho y lanzándola sobre una silla, pero asegurándose previamente que estuviera lejos de la pared.

     Cada vez que la golpeaban cuidaban de hacerlo en lugares donde no dejaran huellas y siempre había alguien detrás, como para evitar que por la brusquedad con que le pegaban, se golpeara contra una pared o cayera al suelo dejándose marcas visibles de la tortura. ¡Eran incansables!

     Una de las veces en que la puerta se abrió, Mercedes, que en esos momentos estaba sentada en el centro de la habitación mirando en dirección a la entrada, pudo ver pasar a Alejandra escoltada por el inspector Silva, quien dijo burlonamente antes de cerrar la puerta:

     Dice que le daban clases de inglés…

     Los investigadores comenzaron a interrogarla sobre quién daba las clases y clases de qué otras cosas daban, pero Mercedes seguía sin responder.

     ¿Si no hay nada de malo en lo que hacen, entonces por qué no quieres contárnoslo?

     ¿Te han ayudado mucho? ¿Tanto te han ayudado? —Preguntaba una y otra vez la mujer en tono malicioso.

     Mercedes, aún sin hablar, sólo pensaba para sus adentros no me voy a dejar engañar por la repentina amabilidad que demuestren y no voy a contar ni el más mínimo detalle de mi vida personal hasta que no venga un abogado a explicarme mis derechos.

continuará ...

viernes, 3 de enero de 2014

037 • El juego del «Policía Bueno»

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      La habitación del primer piso, cuya puerta habían cerrado tan bruscamente cuando las hicieron subir, era simplemente la cafetería de la brigada, la cual estaba arreglada con un poco más de cuidado que el resto del edificio. Tenía distribuidas unas seis a ocho mesitas redondas, con cuatro sillas por mesa y una puerta a la izquierda que daba a una pequeña cocina.
 
     Poco después de la una de la mañana, trajeron a Mara. La hicieron sentarse en la mesa del fondo, a la izquierda, mirando hacia la esquina. La habitación estaba completamente vacía.
 
     A Elsa, la segunda en llegar, la colocaron en la esquina del fondo a la derecha, mirando también hacia su rincón.

     Gaby quedó en la misma mesa que Mara y el investigador que las vigilaba les advirtió que más les valía que no se atrevieran a conversar. Su privilegiada ubicación con vista a la puerta de entrada, le permitía ver a todos los que pasaban.

     A Beatriz la hicieron sentarse junto a Elsa y por último a Lola, la sentaron en la misma mesa con Mara y Gaby, pero mirando a la pared del fondo.

     Había un solo investigador encargado de cuidarlas: el del pelo que parecía un cepillo recortado y que jugaba al policía bueno. No había participado en los allanamientos y las miraba con cara de diversión.


     El detective, abordando a las mujeres de la mesa de la izquierda, sacó con gran descaro del bolsillo de su camisa una agenda que habían «tomado» de la casa de Los Maquis y comenzó a leerles frases impresas en ella. ¡La repartición del botín había comenzado ya!

     La agenda, que Ricardo había preparado por pedido de sus esposas y que iba dirigida a ellas seis, contenía poemas sobre el amor, la verdadera feminidad y la entrega.

     El investigador hacía visibles esfuerzos para que las mujeres conversaran con él, pero a esas alturas, ellas habían optado por no contestar a nada, dijeran lo que dijeran y se limitaban a sonreír ligeramente y a mirarlo con desdén.

     Después de muchos intentos y al ver que ninguna de las tres mujeres le prestaba atención, el investigador se fastidió.

     ¡Yo simplemente estoy queriendo ser amable, después no se quejen… les convendría portarse bien conmigo y tener alguien que les ayude aquí!


continuará ...
 
 

miércoles, 1 de enero de 2014

036 • Examinan a los hombres

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     Cuando terminaron con todas las mujeres, un investigador subió al tercer piso a buscar a Alberto, le quitó las esposas que le sujetaban las manos contra el respaldo de la silla, le ordenó que se parara, le colocó nuevamente las esposas, esta vez con las manos hacia delante y lo llevó al segundo piso, a la antesala del médico, donde le ordenó que se sentara en una de las sillas.
 
     Poco rato después venía otro investigador trayendo a Karim y luego a Ricardo, al que hicieron pasar directamente a la revisión.

     Mientras esperaban en la antesala del médico, trajeron también a Carlos y por último a Jaime. Era la primera vez que los hombres estaban reunidos. No se les permitía hablar entre ellos y se tenían que limitar a mirarse en silencio.

     Al ver a Carlos, Jaime se dio cuenta que Ricardo Badani también estaba allí y pensó inmediatamente en su hermana, ¿qué habría sido de ella? Le preocupaba mucho la situación de Alejandra, acababa de llegar hacía pocos días desde Puerto Montt para pasar unas vacaciones en su casa, luego hacía un par de días que había ido a Los Maquis y ahora la habían detenido pensando… quién sabe qué, ya que ni siquiera él sabía por qué lo habían detenido. Definitivamente las cosas se veían más complicadas cada vez.


     Karim, que descalzo y tan desabrigado como estaba, tenía que estar pasando un frío terrible, se sentó sobre sus pies en la silla de madera para intentar abrigarse un poco, pero el investigador que los vigilaba lo insultó y le ordenó de muy mala manera que se sentara como la gente. Karim se limitó a mirarlo directo a los ojos con desprecio y bajó los pies al suelo sin responder.

     En el consultorio improvisado esperaban a Ricardo el médico acompañado de dos detectives hombres. Le ordenaron desnudarse completamente, dar una vuelta y luego lo examinaron para ver si tenía alguna lesión de cualquier tipo.

     El examen fue bastante simple y rápido y en cuanto volvió a vestirse se lo llevaron de regreso al hall del primer piso.

     Uno por uno el médico revisó a Carlos, a Alberto, a Jaime y por último a Karim y uno por uno los volvieron a conducir a su anterior ubicación y a su misma incómoda posición.

     Finalmente, en los partes médicos quedó legalmente asentado que ninguno de ellos —tanto hombres como mujeres— presentaba lesiones, marcas ni enfermedades de ningún tipo al momento de ingresar a los cuarteles de la Policía de Investigaciones… cómo saldrían de allí, ésa era otra historia.


continuará ...