Aclaración: A pesar de lo que pueda haber dicho la Prensa sensacionalista, nuestro reclamo no es “contra Chile” sino, específicamente contra los malos funcionarios de una mala administración, quienes quebraron no sólo múltiples puntos de la Declaración De Derechos Humanos, sino hasta las mismas Leyes y Constitución del Estado Chileno.

miércoles, 8 de enero de 2014

038 • El Policía Malo

continúa ... 

     Varios investigadores, uno mestizo, uno de ojos verdes y uno gordo, junto con una mujer de pelo negro y largo, estaban aguardando ya a Mercedes en la habitación y secamente le ordenaron pararse en el centro del cuarto.

     Uno de los investigadores quiso que les dijera cuánto tiempo hacía de que había entrado al país. Ella, haciendo visibles esfuerzos por hablarles con educación, les respondió que no recordaba la fecha exacta y que tendrían que verificarla en su pasaporte, ya que eran ellos quienes lo tenían.

     ¡No nos digas como hacer nuestro trabajo! —Le dijo furioso el detective de ojos verdes, levantándose bruscamente de la silla donde estaba sentado.

     Yo entiendo que es su trabajo, pero aquí están cometiendo un gran error y una injusticia… —les dijo, intentando contener las lágrimas que ya empezaban a correr por su rostro.

     Los investigadores se mostraron indignados y empezaron a insultarla, mientras aseveraban que estaban muy seguros de lo que hacían, que lo sabían todo sobre ellos y que los habían estado vigilando durante semanas.

     Ella pidió que le permitieran llamar a un abogado pero se burlaron diciendo que había visto demasiadas películas y que allí las cosas no eran así.


     Ante la insistencia para que hablara, declaró que estaba en el grupo por su propia voluntad, que jamás habían hecho nada malo y que era feliz con su forma de vida, pero los detectives no quisieron tomar esta declaración y más bien empezaron a presionarla para que declarase actividades delictuosas de ella y de sus amigos.

     La presionaban de diversas maneras, tanto con insultos a su integridad personal y su condición de mujer —¡Eres una puta! ¡¡Todas ustedes son unas degeneradas!! ¡Seguro que son lesbianas! ¡¡Mariconas!! ¡Son todos una basura!— Insultos a su nacionalidad —En este país se odia a los peruanos, por eso no tienes derecho a un abogado. ¡Peruanos de mierda! Vienen a llevarse a nuestras chilenas. ¡Los vamos a botar de nuestro país!— Y, por supuesto, no podían faltar las amenazas de todo tipo —si no cooperas te vamos a incriminar en todo tipo de delitos, violaciones, tráfico de drogas, rapto a menores, terrorismo… ¡Te vamos a cagar igual!— Le insistían una y otra vez en que de ella tenían y sabían todo y que no iba a salir bien de esta situación —¡Nosotros te vamos a cagar! ¡No sabes lo que le hacen en la cárcel a los acusados de violación! ¡Ya vas a ver cuando las otras presas te violen! ¡Los vamos a acusar de violadores de menores!— Las mismas frases se repetían una y otra vez.

     La investigadora, que era la más agresiva de los cuatro, la pateaba, le tiraba del pelo, la abofeteaba y la empujaba golpeándola en el pecho y lanzándola sobre una silla, pero asegurándose previamente que estuviera lejos de la pared.

     Cada vez que la golpeaban cuidaban de hacerlo en lugares donde no dejaran huellas y siempre había alguien detrás, como para evitar que por la brusquedad con que le pegaban, se golpeara contra una pared o cayera al suelo dejándose marcas visibles de la tortura. ¡Eran incansables!

     Una de las veces en que la puerta se abrió, Mercedes, que en esos momentos estaba sentada en el centro de la habitación mirando en dirección a la entrada, pudo ver pasar a Alejandra escoltada por el inspector Silva, quien dijo burlonamente antes de cerrar la puerta:

     Dice que le daban clases de inglés…

     Los investigadores comenzaron a interrogarla sobre quién daba las clases y clases de qué otras cosas daban, pero Mercedes seguía sin responder.

     ¿Si no hay nada de malo en lo que hacen, entonces por qué no quieres contárnoslo?

     ¿Te han ayudado mucho? ¿Tanto te han ayudado? —Preguntaba una y otra vez la mujer en tono malicioso.

     Mercedes, aún sin hablar, sólo pensaba para sus adentros no me voy a dejar engañar por la repentina amabilidad que demuestren y no voy a contar ni el más mínimo detalle de mi vida personal hasta que no venga un abogado a explicarme mis derechos.

continuará ...

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