continúa ...
Más adelante en la noche, entró
violentamente la inspectora Yelka en la habitación a insultar a Jaime:
— ¡Así que aquí está el
hermanito! ¡¡Eres un degenerado!! ¿Para qué llevaste a tu hermana? ¡¡¡Seguro
que tú también haz abusado de ella!!!
Lo presionaban constantemente, lo
empujaban, lo tironeaban, lo golpeaban o lo pellizcaban, aún en los momentos en
que dejaban de interrogarlo.
En las pausas entre golpes, venía
el investigador joven que en todo momento intentaba mantener su pose amistosa
para decirle:
— Mira… Yo te quiero ayudar…
Si tú sabes por qué están detenidos, es mejor que lo digas. ¡Habla! ¡Sálvate a
ti mismo! Es mejor que hables antes que los demás te echen la culpa de todo a
ti, si no después va a ser peor…
Jaime insistió varias veces para que le permitieran hacer una llamada telefónica, incluso utilizó alegatos legales para reclamar su derecho, pero simplemente lo ignoraron y lo mantuvieron en todo momento incomunicado.
Lo que más le molestaba de toda la situación era que hasta ese minuto no sabía por qué estaban allí.
Era ya de madrugada cuando
escuchó detrás de él la voz de Karim y disimuladamente volteó para verlo. Iba
custodiado por un detective que lo llevaba al baño que quedaba entre aquel
grupo de oficinas.
Jaime pasó toda la noche esposado
a la silla mirando la pared, con las muñecas más adoloridas aún que los brazos
y sin que le permitieran dormir, ya que cada vez que lo intentaba, llegaba
alguien y lo sacudía de mala manera o lo golpeaban en la nuca. Hacían todo lo
que fuera necesario para que no descansara.
Cuando ya estaba amaneciendo, el
investigador que lo vigilaba no pudo más y se quedó dormido —los detectives
eran los que se veían más afectados por la falta de sueño— y Jaime aprovechó
para dormir también un poco. Descansó en esa incómoda posición, probablemente
durante una hora u hora y media.
continuará ...
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Danos tu opinión...