continúa ...
Los minutos pasaban y parecían
horas y Ricardo empezó a perder la noción
del tiempo. Tal vez pasó una hora y media, tal vez tan sólo fue una hora o tal
vez fue mucho más, hasta que por fin pudo ponerse en pie y respirar aire puro
nuevamente, realmente no lo sabía…
Sin decir ni siquiera un insulto
más, lo sacaron de aquella oficina y un investigador lo condujo, tironeándolo
del brazo, hasta un hall de distribución del segundo piso. Carlos, con quien se
cruzó en el camino, se fijó que tenía la cara roja e hinchada y no pudo dejar
de pensar que el sub-prefecto Bravo ya había cumplido la amenaza que tan
descaradamente había hecho frente a él en Los Maquis.
A Carlos lo llevaron a un pasillo
del segundo piso donde lo dejaron esposado a una silla, en la típica posición
dolorosa con los brazos atrapados en el respaldo. Ahí se quedó con un
investigador que lo vigilaba, el cual parecía ser el más cansado de los dos, ya
que de rato en rato dormitaba no pudiendo soportar más el sueño y Carlos
aprovechaba esas pausas para hacer lo mismo.
Mientras tanto, Ricardo fue
esposado a una banca y como algo coordinado, otro investigador vino y abrió la
puerta de la habitación que estaba en frente, justo en el momento en que una
detective golpeaba violentamente a Mercedes en el pecho y la lanzaba contra una
silla.
El hizo como si no lo hubiera
notado y cuando el detective se paró delante a conversar y a intentar que
mirara en aquella dirección, simuló distraerse en la conversación sobre
trivialidades y no darse cuenta de nada más. Sabía que si demostraba la más
mínima preocupación por ella, esto únicamente serviría para aumentar las
torturas de Mercedes como un medio para coaccionarlo.
Poco rato después vinieron
nuevamente por él y lo llevaron a otra oficina, esta vez sí a interrogarlo.
En cuanto entraron, el detective
que jugaba el papel del policía bueno intentó convencerlo para que firmara lo
que el sub-prefecto Bravo quería, ya que sino —le dijo— sería mucho peor para
él y terminó amenazándolo con que los interrogatorios estaban recién empezando
y los métodos que emplearían después serían mucho peores que los que habían
usado hasta el momento.
— Mira… —le dijo Ricardo
con paciencia— el dolor, tan sólo viene en dos sabores: soportable e
insoportable. Si es soportable, soy hombre, lo aguanto y eso me fortalece. Si
es insoportable, me desmayo y no tengo que aguantarlo más. Definitivamente NO
voy a firmar las mentiras que ustedes quieren.
Más que un interrogatorio,
parecía un lavado de cerebro, ya que eran los detectives los que le decían lo
que querían que él reconociera e intentaban insistentemente que firmara
distintos documentos.
Esta nueva sesión también estuvo
acompañada de golpes e insultos ante cualquier respuesta que no les
satisficiera, esto es, prácticamente todo lo que Ricardo afirmaba.
continuará ...
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Danos tu opinión...