Aclaración: A pesar de lo que pueda haber dicho la Prensa sensacionalista, nuestro reclamo no es “contra Chile” sino, específicamente contra los malos funcionarios de una mala administración, quienes quebraron no sólo múltiples puntos de la Declaración De Derechos Humanos, sino hasta las mismas Leyes y Constitución del Estado Chileno.

jueves, 6 de marzo de 2014

057 • El Interrogatorio de Roxana

continúa ...


     Roxana quedó prácticamente olvidada en aquella oficina a donde la condujeron después del examen médico. Por momentos venía un detective a vigilarla, permanecía un rato con ella y luego se volvía a marchar.

     Ella sólo observaba y pensaba… No había nada más que pudiera hacer. La casi total oscuridad de esta húmeda habitación hacía que los momentos en que permanecía a solas fueran aún peores que aquellos momentos en que estaba siendo vigilada.

     El miedo la empezó a rodear, pero antes de que la angustia la dominara por completo, buscó encontrar nuevamente la calma que ella sabía era lo más importante en esos momentos. Recurrió al Mamntra del Guru, buscó a la Deidad en su corazón y su angustia cesó como por encanto.

     En algún momento de la noche los detectives vinieron también por ella y la llevaron a declarar a una de las habitaciones del segundo piso. La recibió una mujer de unos 32 años, de cabello rubio pálido y algo desaliñada: la inspectora Yelka otra vez.

     La inspectora, a manera de recibimiento le dijo:

     Todo puede ser muy sencillo para ti o muy difícil, tú debes elegir… así que será mejor que hables pronto porque hace cuarentaiocho horas que estoy de guardia y con lo que acaba de llegar el caso de ustedes, voy a tener que permanecer cuarentaiocho horas más fuera de mi casa y sin poder ver a mi hijo ni a mi marido. Realmente estoy harta de escuchar huevadas toda la noche.

     Roxana, sin dejarse amedrentar, le respondió en el mejor tono que pudo encontrar, que cada cual se ganaba la vida como mejor le parecía y que ella no era culpable de nada y por lo tanto, no se sentía responsable de sus desgracias.

     En la oficina donde la tenían ahora, ella podía escuchar golpes secos y gemidos de dolor, no podía determinar de donde exactamente venían los ruidos, pero los golpes parecían caer sobre cuerpos humanos. Temió por los muchachos… por todos.

     La inspectora Yelka le hizo primero algunas preguntas inofensivas sobre su relación con Ricardo Badani, con sus esposas, cómo se había conocido con ellos, en que trabajaba Alberto y cosas por el estilo.

     Roxana, manteniendo el tono amable, le contó cómo había conocido en Lima a Ricardo a través de un amigo mutuo hacía ya trece años y que poco tiempo después, a través de él, había conocido a Alberto con quien llevaba ocho años casada.

     También le relató que ella era secretaria ejecutiva y que había trabajado para personas importantes e instituciones y empresas de peso, como el departamento de cartografía de la dirección de hidrografía y navegación de la Marina del Perú, el agregado militar, naval y aéreo de la Embajada de Corea del Sur, la contraloría general de Bristol Myers peruana y que su último trabajo lo había realizado como secretaria de la dirección de la filial en el Perú del American Institute for Free Labor Development, institución que dependía directamente de la Embajada norteamericana, pero que desde que se había casado no había trabajado más, ya que Alberto era el que se ocupaba de mantener la casa con su trabajo en su empresa de cómputo, Analog, de la cual era socio de Ricardo.

     La inspectora, cuando vio que Roxana contestaba sin problema, procedió a hacerle preguntas maliciosas sobre si estaba al tanto del trato que Ricardo le daba a sus mujeres, que las encadenaba, las azotaba y otras cosas similares.

      ¡A mí no me consta que él las maltrate en forma alguna sino todo lo contrario, siempre lo he considerado un esposo cariñoso y protector y a ellas se las ve muy felices con él!

     Roxana mantuvo su posición a pesar de que la inspectora siguió insistiendo largo rato para que aceptara lo que ella afirmaba.

     Roxana exigió hacer una llamada para contar con la presencia de un abogado pero la rubia le respondió que por el momento no tenían derecho a tener uno y que estaba en la obligación de responder.

     La inspectora y los otros detectives que se sucedían en el interrogatorio, siguieron insistiendo durante varias horas con sus preguntas malintencionadas ante las cuales Roxana se esforzaba en permanecer en silencio tanto como podía y sólo aclaraba la situación, lo más escuetamente posible, cuando ya no le dejaban alternativa. Temía contestar, aún cuando fuera para aclarar malos entendidos, ya que sabía que los detectives eran expertos en retorcerlo todo.


continuará ...


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