continúa ...
A pesar de todos los esfuerzos de
los detectives, Beatriz permanecía en absoluto silencio y eso sólo los
enardecía más. Seguían golpeándola, zarandeándola, insultándola, gritándole y
maltratándola sin ninguna compasión.
La sub-comisario, enojadísima, la
sacó de esa habitación y la llevó a otra oficina del segundo piso donde la dejó
sola con el inspector grande y gordo que la aguardaba.
Cuando el inspector Silva,
después de insultarla como era costumbre en ellos, le dijo que hiciera su
declaración, Beatriz le respondió que lo que ella le podía decir era lo mismo
que le había dicho antes a la sub-comisario Correa.
El inspector la detuvo,
rápidamente se sentó frente a una máquina de escribir y la instó para que
continuara hablando.
Beatriz prosiguió diciéndole que
ella era mayor de edad, que era muy feliz, que estaba por su propia voluntad al
lado de Ricardo y que lo amaba, pero el inspector, muy molesto, sacó de un
tirón la hoja de la máquina de escribir y la arrugó furioso.
— ¿Para esta huevada de
declaración me haces cambiar de hoja? Ya huevona no te hagas la chistosita
conmigo.
Sería alrededor de las cinco de
la mañana cuando Beatriz fue sacada de aquella oficina y llevada a otra en
donde la tuvieron esperando, ya sin intentar nada más con ella, hasta poco
antes de las seis.
continuará ...
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