Aclaración: A pesar de lo que pueda haber dicho la Prensa sensacionalista, nuestro reclamo no es “contra Chile” sino, específicamente contra los malos funcionarios de una mala administración, quienes quebraron no sólo múltiples puntos de la Declaración De Derechos Humanos, sino hasta las mismas Leyes y Constitución del Estado Chileno.

sábado, 14 de junio de 2014

087 • ¿Un Estado de Derechos...?


continúa ...


     Primero hicieron bajar a Alberto del segundo piso y lo llevaron en la forma más aparatosa que pudieron encontrar: esposado cual criminal peligroso y sin permitirle taparse el rostro ante las cámaras, con un investigador que lo sujetaba fuertemente del brazo. A la pasada, lo único que atinó a decirles a los periodistas fue:

     — Apúrense en entrar o se van a perder el gran show que ha montado la Policía de Investigaciones.

     Roxana, parada aún a la entrada de la casa, sentía un inmenso dolor al ver a su esposo tratado de aquella vil manera: un buen hombre expuesto a ese escarnio sin razón… ¡Quería llorar, quería gritar!… pero no podía, sabía que no serviría de nada. Le dolía tanto verlo así, le dolía terriblemente.

     Hasta el auto al que condujeron a Alberto lo siguieron los periodistas y casi le tocaban la cara con los micrófonos esperando alguna declaración de él.

     — Sin comentarios, por favor, ya no importa lo que diga, porque con el plantado de evidencia, da lo mismo lo que diga.

     Carlos fue el siguiente al que hicieron salir y en la misma forma escandalosa. La gente de la prensa se acercó con cámaras, flashes, radios, grabadoras… de todo para interrogarlo, y esta vez, esposado y con las manos firmemente sujetas por los detectives, le fue imposible cubrirse la cara como lo había hecho el día anterior en la casa de Los Maquis.

     Había un gran tumulto de gente a su alrededor y le hacían todo tipo de preguntas, incluso uno de los reporteros le preguntó si era chileno y si hablaba español… pero él no respondió, simplemente los miraba, no podía creer todo lo que estaba pasando.

     Todo ese montaje no solamente era por demás ridículo y fuera de toda razón, sino que era evidente que era totalmente falso, no sólo porque todos ellos ya habían sido arrestados el día anterior, sino porque además a él lo habían arrestado en la casa de Los Maquis y muchos de los periodistas que ahora le tomaban fotos lo habían intentado ya el día anterior, aunque en casi todas las oportunidades Carlos había sido más rápido que ellos al taparse la cara. Pero ahora, totalmente involucrados en este nuevo espectáculo, ninguno de los reporteros parecía recordarlo y, finalmente, Carlos apareció en todos los medios siendo arrestado en dos oportunidades y en dos casas distintas. ¿Se daría cuenta la gente? ¿Les importaría?

     Casi no se podía caminar por esta jauría humana que los rodeaba y los investigadores, fascinados, los obligaban de rato en rato a detenerse a pedido de los periodistas para que les pudieran sacar fotos desde distintos ángulos, mientras el sub-prefecto Bravo, micrófono en mano, se pavoneaba ante la prensa haciendo declaraciones donde los condenaba por los delitos que se le ocurrían.

     Ver cómo Policía de Investigaciones se convertía en su juez, jurado y verdugo, señalando los delitos y sindicándolos como culpables, pasando por encima del poder judicial mucho antes de siquiera haber declarado ante el juzgado y ver cómo todo giraba en torno a un espectáculo montado para la prensa sin que una persona tenga ni siquiera el más mínimo derecho a la honra y al buen nombre… Carlos no podía estar más impactado con toda esta situación. Había presenciado la parodia del día anterior en Los Maquis. La noche anterior había comprobado en carne propia que en Chile se torturaba a la gente y no en épocas pasadas del gobierno militar, sino en la actualidad, en estos nuevos tiempos, a pesar de que su propio presidente en sus giras afirmaba lo contrario y que su propio Gobierno había ratificado la Convención Americana de los Derechos Humanos… simplemente no había ningún respeto a los derechos humanos. Todavía a esas alturas no sabía por qué era que estaba allí… La única conclusión, la triste conclusión a la que llegaba y por propia constatación, era que en Chile, el Estado de derecho, simplemente no existía.


continuará ...

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