... continúa
En la oficina en donde las mujeres aguardaban a que las llamaran a declarar, se oía mucho, mucho ruido... ruidos de voces, ruido de música e incluso ruido de golpes.
Eran pasadas las seis de la tarde cuando vino un investigador delgado, de barba y con apariencia de tramitador a explicarles cuáles eran sus derechos. La primera a la que se acercó fue a Gaby y empezó su maravilloso discurso diciéndole que sí tenía derecho a un abogado.
¡Resultaba realmente chocante! Después de más de treinta horas en que ellos habían insistido para que se les permitiera llamar a uno y los Investigadores recién admitían que, en realidad, sí tenían derecho a pedir su presencia.
Gaby no quiso dejar pasar el momento e interrumpió rápidamente el discurso del investigador. Realmente no sabía a quien iba a llamar, ya que los dos únicos abogados que conocía estaban allí arrestados también, pero si era su derecho, deseaba hacer su llamada, algo se le ocurriría. Solicitó que en ese caso, tal como era su derecho, se le permitiera llamar por teléfono, pero para nueva frustración de ella, a pesar del admirable discurso que le acababa de soltar el investigador donde parecía que al fin las leyes empezaban a cumplirse y algo de justicia habría, no le permitieron hacer la llamada. Se la negaron con un rotundo ¡NO!, sin mayores explicaciones y sin permitirle alegar o continuar hablando.
El investigador continuó desde el punto en el que se había quedado, explicándole que por el hecho de ser peruana, ella podía, si quería, pedir la presencia de su cónsul y que si ella así lo solicitaba, se redactaría un papel, el cual debía firmar y sería enviado al Consulado al día siguiente.
¡Otra más de las tretas de
Policía de Investigaciones! Recién les informaban del derecho que como
extranjeros tenían de exigir que se comunicara inmediatamente su situación a su
Consulado (tal como está estipulado en la Convención de Viena sobre Relaciones
Consulares), Ricardo se lo había exigido expresamente al sub-prefecto Bravo el
día anterior al ser arrestados, pero los policías no sólo lo habían ignorado
sino que habían manipulado los partes para que figurara como que todos habían
sido arrestados recién ese día y por si esto fuera poco, les informaban de su
derecho a estas horas de la tarde, con lo que la comunicación llegaría al
Consulado peruano recién al día siguiente, esto es, casi cuarenta y ocho horas
después del arresto y lo mismo harían con el oficio para el Ministerio de
Relaciones Exteriores y la Jefatura Nacional de Extranjería.
Gaby le dijo inmediatamente que sí, que ella deseaba la presencia de su cónsul, pero ni bien terminó de decir la frase empezó a dudar si había hecho lo correcto ya que no estaba totalmente segura de lo que esto implicaba, pero el investigador ya se había marchado y estaba ahora preguntándole lo mismo a Mercedes y ella, que no sabía ni sabe mucho de leyes, también le dijo que sí, aunque con una duda tremenda dando vueltas en su cabeza.
Después que el investigador con apariencia de tramitador le dio el mismo discurso a Elsa, se marchó rápidamente.
Las chilenas no fueron informadas de su derecho a solicitar un abogado… aunque de todos modos no importaba realmente, ya que igual no les hubieran permitido hacer uso de él.
Mercedes miraba con insistencia a Gaby como preguntándole que debía hacer, pero ella, que ni siquiera estaba segura que lo que había respondido fuera lo mejor para todos, no supo qué contestarle.
Mercedes movió disimuladamente las manos preguntándole, con el pseudo lenguaje de los sordomudos que de niña había aprendido en el colegio, con la esperanza de que Gaby la entendiera.
Gaby sí lograba entender lo que Mercedes quería preguntarle, más que por sus manos —ya que ella también en sus juegos infantiles había aprendido estas señas, aunque con algunas pequeñas variantes— porque ella también necesitaba que alguien le dijera cuál era la mejor opción pero, sin saber qué responder, se limitaba a mover negativamente la cabeza y a alzarse de hombros por toda respuesta.
El tiempo transcurría y Mercedes en su desesperación —la cual iba en aumento— movía insistentemente las manos repitiendo una y otra vez la misma pregunta. No quería hacer nada que perjudicara el caso.
Finalmente, Gaby se arriesgó a mover los labios diciéndole no sé, aunque sin emitir sonido alguno, pero el investigador, que parado al lado de Mercedes vigilaba la habitación, se dio cuenta y sin más juntó la puerta y ya no pudieron seguirse viendo.
Poco rato después, un investigador vino y se llevó a Mercedes a una sala contigua para intentar nuevamente hacerla declarar pero, en cuanto entraron, ella se apresuró a repetirles con firmeza que no iba a hacer ninguna declaración sin la presencia de un abogado.
En cuanto el detective verificó que ella era peruana, le preguntó si iba a esperar hasta que viniera su cónsul.
Mercedes, intentando ahorrarse los malos tratos del día anterior, respondió afirmativamente y los investigadores, sin intentar nada más, la sacaron de allí.
Cuando salió al pasillo, escuchó a unos investigadores que comentaban que dos de ellas ya habían firmado para que viniera el cónsul, pero no mencionaron los nombres y aunque lo hubieran hecho, a esas alturas igual no les habría creído.
Cuando la iban a hacer entrar nuevamente a la oficina donde aguardaba Elsa, se cruzó con Lola a la que estaban llevando de regreso al cuartel central. A la pasada, Mercedes le preguntó desesperada:
— ¿Has firmado algo? ¿Has firmado algo?
Ella quería que le dijera si debía o no firmar la solicitud para el cónsul, pero Lola la miró con extrañeza, no entendiendo a qué se refería y pensando que tal vez se tratara de los interrogatorios, le aseguró que ella no había firmado ningún papel.
continuará ...
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