Aclaración: A pesar de lo que pueda haber dicho la Prensa sensacionalista, nuestro reclamo no es “contra Chile” sino, específicamente contra los malos funcionarios de una mala administración, quienes quebraron no sólo múltiples puntos de la Declaración De Derechos Humanos, sino hasta las mismas Leyes y Constitución del Estado Chileno.

miércoles, 2 de abril de 2014

066 • Preocupados Por Los Otros

continúa ...


     Poco después de la cinco de la mañana volvió la inspectora Yelka y junto con otra investigadora, llevaron a Roxana al tercer piso. En el camino se cruzó con Fanny que iba bajando las escaleras llevada por un detective, conversaba con él pero se le veía muy afectada. Era la primera vez que Roxana veía a alguien de la casa de Los Maquis y supuso que tendrían a los demás por allí.

     Cuando la hicieron entrar en la habitación donde habían colocado los objetos que habían traído de Los Maquis, Roxana quedó boquiabierta: Las imágenes de las Deidades en medio de condones, vídeos y revistas porno, las cadenas del auto y las traíllas de los perros, todo mezclado de manera que se veía sucio. ¡Eran increíblemente hábiles para hacer parecer todo tan terrible!

     Le mostraron algunas fotos de las esposas de Ricardo que Roxana sabía que las habían tomado expresamente para ilustrar la versión computarizada de «La Historia de O» que Ricardo estaba escribiendo, pero ella no les dio ninguna explicación ya que no quería que retorcieran más lo que decía y se limitó a permanecer callada.

     Luego la llevaron a la habitación de enfrente como habían hecho antes con Fanny y también a ella la tuvieron cerca de media hora interrogándola hasta que la inspectora Yelka se enfureció y la sacó bruscamente de la habitación.

     Al salir, intercambiaron miradas con Alberto al cual mantenían en una posición que era evidente que le tenía que estar resultando muy dolorosa, Roxana supuso que lo habían tenido así toda la noche y pensó en lo mal que debía estarla pasando.

     Alberto por su parte, al ver a Roxana pensó que estaba pasando frío con su polito de manga corta y atajó a la inspectora Yelka para explicarle que su esposa estaba muy desabrigada, que él tenía una chompa en el maletín que le habían requisado y le preguntó si sería posible que se la alcanzara, pero Roxana, intentando mantener su orgullo a pesar del terrible frío que sentía, se dirigió a su vez a la inspectora para responderle que no era necesario y le pidió a Alberto que no se preocupara ya que ella estaba bien.

     La inspectora Yelka, sin decir palabra, continuó conduciendo a Roxana a la habitación del segundo piso donde la habían interrogado inicialmente, llamó a tres investigadores, todos ellos hombres y se marchó dejándola sola con ellos.

     Poco rato después, la inspectora Yelka regresó por el tercer piso y Alberto volvió a abordarla para insistirle en la chompa para Roxana.

     La inspectora, por toda respuesta, le dijo que iba a ver lo que podía hacer y se marchó. Al rato regresó, soltó a Alberto de la silla y volviéndolo a esposar, lo llevó a la sala de enfrente donde tenían acomodada la evidencia.

     Era una sala grande. En una de las paredes laterales, ocupándola por completo, habían ordenado todo tipo de cosas, desde fotos enchinchadas a las paredes, objetos sobre la mesa y cosas desparramadas por el suelo. Al fondo, a la izquierda, en una habitación más pequeña a donde la rubia lo condujo, tenían arrumadas aún más cosas. ¡Quedó impactado! ¡Qué gran revoltijo!

     Entre el desorden de la habitación más pequeña Alberto pudo distinguir su maletín. La inspectora le quitó las esposas y él, sin decir una sola palabra, buscó y sacó la chompa que la mujer se comprometió a entregarle a Roxana.

     Mientras buscaba, encontró también un paquete de margarina que había comprado poco antes de ir a su casa y pensando que en el maletín se iba a descomponer, se lo ofreció a la inspectora para que dispusieran de él en la Brigada pero ella lo rechazó explicándole que no podían tocar nada ni recibir nada de nadie. Parecía como si la inspectora Yelka se hubiese humanizado un poco… pero tan sólo un poco. Sin embargo, a pesar de la aparente honestidad demostrada por la mujer, Alberto nunca volvió a saber de la margarina, ya que cuando pudo recuperar su maletín, el paquete había desaparecido. Al parecer, no podían recibir nada, pero sí podían tomar las cosas por sí mismos.

     La mujer condujo después a Alberto a su silla en el hall y lo volvió a esposar en la misma incómoda y dolorosa posición.


continuará ...


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