continúa ...
Mientras tanto, a la oficina
donde tenían a Roxana, volvió la inspectora Yelka para ver el avance en los
interrogatorios.
Los tres hombres, que hasta aquí
no habían logrado nada de ella, parecieron verse motivados por la presencia de
la inspectora y aumentaron la agresividad de sus preguntas.
— Tú eres cómplice de todo esto, no puedes seguir haciéndote la huevona y quedarte callada —le dijo uno de ellos desafiándola a hablar y para terminar de convencerla (o intimidarla) acompañó sus palabras con una fuerte bofetada en la mejilla izquierda.
— Seguramente no estará satisfecho de mis respuestas hasta que no sean las que usted quiere escuchar. Usted quiere forzarme a decir lo que desea. En mi país esto es un atropello. ¡Esto es ilegal y yo deseo la presencia de un abogado! —Dijo ella visiblemente indignada.
Pero el detective, sin parpadear
siquiera, le respondió que eso poco importaba ya que el juez les había otorgado
carta blanca por cuarentaiocho horas con ellos y que en ese lapso podían
hacerles lo que quisieran, cualquier cosa, remarcó con cinismo.
Por su parte, otro de los
investigadores, intentó quebrarla diciéndole que no debía cuidar tanto a los
demás ya que algunas de las mujeres ya habían comenzado a hablar y que
inclusive Beatriz había dicho cosas contra ella, que no valía la pena que los
siguiera protegiendo y que cada cual estaba en esos momentos viendo por sus
propios intereses, pero su alegato fue inútil ya que Roxana se mantuvo firme en
sus principios.
— Seguramente a Beatriz y a
las demás también las están agotando y matando de hambre como a mí, ya me puedo
imaginar el trato que les deben estar dando y si alguna ha dicho algo, no dudo
que la han obligado a decir sólo lo que ustedes quieren escuchar.
También intentaron lograr sus
retorcidos propósitos amenazándola con la cárcel, diciéndole que por el delito
que habían cometido —el cual se negaron a especificar— iban a ser sentenciados
a cinco años de prisión como mínimo, pero ella seguía inquebrantable.
— ¡No se preocupe por mí! Si
yo tengo alguna deuda legal con el Estado chileno, si realmente soy culpable de
algo, yo quiero pagarla. No deseo evadirme de nada. Yo soy una mujer madura,
responsable y dueña de mis actos y sabré responder por ellos. ¡Agradezco su
preocupación pero yo sé cuidarme sola! ¡¡Gracias!! —Les gritó.
Uno de los detectives se la quedó
mirando fijamente en silencio, se levantó y salió bruscamente de la habitación.
Roxana le pidió a la inspectora
que por favor le trajeran su inhalador de la casa ya que se encontraba en medio
de un fuerte ataque asmático —lo cual era evidente— pero la inspectora, sin
conmoverse, le respondió un ya veremos… y siguió intentando forzarla a
declarar, ofreciéndole que si deseaba podía aclarar que era Ricardo quien la
azotaba, la violaba y la forzaba a realizar prácticas sadomasoquistas,
asegurándole que con eso saldría inmediatamente en libertad y podría ir a donde
quisiera, pero Roxana les siguió repitiendo lo que ya había declarado antes.
Insistió muchas veces en que ella no sabía nada de lo que ellos afirmaban.
continuará ...
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