continúa ...
La noche se hacía eterna y cuando
ya daban casi las seis de la mañana, entró a la cafetería una investigadora que, dirigiéndose a los dos guardianes, les dijo secamente:
— Llévenlas para afuera, ya
nos vamos.
Las llevaron hasta la habitación
de la entrada en la que estaba el mostrador que parecía la recepción de un hotel y las hicieron avanzar
hacia la pared del fondo, cerca de los sofás. A Alejandra, de un tirón, la
obligaron a permanecer de pie cerca del mesón, aparte de las demás mujeres.
Allí estuvieron durante largo rato paradas, esperando.
Ahora había otro investigador de
guardia.
Un detective trajo a Mercedes a
la recepción y al instante siguiente trajeron también a Beatriz para reunirla
con las demás.
Mercedes le preguntó varias veces
muy bajito si a ella también le habían pegado, pero Beatriz, que se veía
totalmente desencajada, miraba sin contestar, como si no comprendiera el
significado de las palabras, finalmente, en un tono impersonal y mirando
fijamente más allá de Mercedes, respondió que sí, que le habían pegado en el
cuello.
Mercedes se quedó durante mucho
rato sin decir palabra, mirando muy seria al investigador del mostrador, y
después, con una voz quebrada, casi imperceptible, que fue escuchada a duras
penas por las que estaban más cerca de ella, dijo:
— A mí también me han pegado,
ese de ahí me pegó…
El investigador se veía bastante
joven, era alto, muy blanco, de cabello negro y ojos verdes, no se veía nada
especial en él, pero cuando se volvió para mirar a Mercedes, había verdadero
odio en sus ojos.
— ¡Oye tú, que me miras, mejor
estate con cuidadito conmigo! —Le advirtió.
Gaby rozó con su mano a Mercedes
para intentar serenarla ya que temía las consecuencias que pudieran caer sobre
ella si llegaba a hacer enojar a esa gente.
continuará ...
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