Aclaración: A pesar de lo que pueda haber dicho la Prensa sensacionalista, nuestro reclamo no es “contra Chile” sino, específicamente contra los malos funcionarios de una mala administración, quienes quebraron no sólo múltiples puntos de la Declaración De Derechos Humanos, sino hasta las mismas Leyes y Constitución del Estado Chileno.

lunes, 5 de mayo de 2014

076 • ¡Qué Tal Cinismo!

continúa ...


     Pasaba el rato y aún las mantenían en la recepción paradas, como esperando algo.

     En la pared que estaba detrás de ellas se podía ver el decálogo en el que, supuestamente, se basaba la Policía de Investigaciones. Lola empezó a leerlo y se volteó, visiblemente impresionada, para indicarle a Gaby que leyera lo que decía allí: Investigar para detener y no detener para investigar se leía en una de las frases, y en otra, un poco más abajo, Mantener la dignidad de la persona detenida.

     ¡Eso sí que era cinismo!

     Con nosotros están haciendo exactamente lo contrario —susurró Lola indignada.

     Gaby asintió en silencio y desistiendo de continuar con la lectura, se sentó en el brazo del sofá que tenía al lado mientras dos investigadores en la habitación contigua conversaban animadamente:

     ¿Quién de ellas es la morena de las fotos? —Se escuchó que preguntaba uno de ellos en un tono de voz muy malicioso.

     El collage, que con fotos privadas habían preparado los investigadores en el tercer piso, estaba abierto a todo el mundo y había sido puesto en exhibición tanto a gente del personal policial, como a periodistas, familiares y cuanta persona visitara la brigada aunque no tuviera nada que ver con la investigación.

     Poco rato después, el mismo investigador que había hecho el comentario, vino y se sentó en uno de los sofás en medio de las mujeres y las miró una a una descaradamente y con lascivia, mientras su compañero lo observaba divertido. Ellas se esforzaron en ignorarlo.

     Otros investigadores, un poco más allá, se hacían preguntas entre ellos sobre unas llaves y se ponían de acuerdo sobre que auto iban a usar. Al parecer, el que habían tenido en mente se lo había llevado alguien y de la otra alternativa no estaban seguros de quien podría tener las llaves. ¡Eran igual de desorganizados para todo!

     Después de mucho rato, llegó a la recepción el inspector Silva muy orgulloso, exhibiendo en alto un manojo de llaves y preguntó a su gente si las mujeres ya estaban listas para partir.

     A Lola, Elsa y Mara, a las que también habían obligado a permanecer sentadas derechitas en una silla y a no cerrar los ojos durante toda la noche para provocarles agotamiento, al parecer, no las interrogarían todavía. De Roxana desconocían el paradero, tal vez todavía se hallase declarando, pero por lo visto no pensaban ir a buscarla.

     Ahora que los detectives tenían las llaves, se veían muy apurados por llevárselas de una vez y las hicieron salir muy rápidamente hasta la puerta en donde habían estacionado… la camioneta de la familia Badani. Por lo visto, después de muchas vueltas, habían decidido transportarlas en su propio auto.

     ¡Qué cínicos! Mara estaba furiosa, le daba mucha rabia todo este asunto. ¿Hasta cuando iban a seguir disponiendo de la camioneta? Hacían y deshacían con ella como si fuera de su propiedad, sin ninguna vergüenza. Incluso pensó que lo más probable era que la usaran también para sus propios intereses.

     Subieron dos investigadores al vehículo de doble cabina y se sentaron en el asiento delantero. A Claudia y a Alejandra —las dos a las que habían logrado obligar a firmar declaraciones— las hicieron subir al asiento trasero. A las seis señoras Badani y a Fanny las hicieron trepar detrás, en la parte descubierta de la camioneta.

     Les ordenaron sentarse en el piso y acomodarse como pudieran. En cuanto otros dos investigadores, que subieron también en la parte descubierta para vigilarlas, se acomodaron bien, cerca de la puerta, y sin esperar a que las mujeres terminaran de asegurarse, la camioneta partió rápidamente hacia el cuartel central que quedaba a unas pocas cuadras de allí.

     Hacía mucho frío y las mujeres que viajaban en la parte descubierta del vehículo, se pegaron un poco para intentar abrigarse entre ellas.

     Cruzaron con auto y todo por una puerta de metal, la cual fue vuelta a cerrar en cuanto entraron. Las hicieron bajar a un gran patio y esperar mientras uno de los investigadores ingresaba a una oficina construida en ladrillo, que quedaba sobre el lado derecho.

     El investigador, que había ido a coordinar el ingreso de ellas, volvió a los pocos minutos para hacerlas pasar a la oficina. Con un seco las estamos entregando, dio por terminada su parte del trabajo y se marchó en la camioneta con su compañero, dejándolas allí, como si fueran un paquete del cual se quisieran desprender, no sin antes indicar, de manera que todas pudieran oírlo, que las pusieran en celdas separadas, de ser posible.

     Ellas todavía no sabían exactamente a dónde habían llegado y se preguntaban qué sería lo que vendría ahora…


continuará ...

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