continúa ...
Cada vez que tenía oportunidad,
Ricardo intentaba amenizarse un poco lo desagradable y prolongado de la sesión,
conversando con los investigadores y preguntándoles sus opiniones sobre
distintos planteamientos morales hasta que al poco rato los tenía enredados en
sus propios conceptos y todo terminaba en una gran discusión entre los mismos
detectives, con Ricardo de rato en rato avivando el fuego, hasta que alguno de
ellos se daba cuenta y cortaba la pelea con nuevos golpes y amenazas contra él.
Los investigadores se limitaban a
empujarlo y darle golpes secos, calculados para no dejar huella, tanto en la
columna como en el resto del cuerpo. En general golpeaban «al bulto» y evitaban
las zonas visibles o delicadas. El sub-prefecto Bravo fue el único que lo
golpeó fuertemente en la cara.
Lo mantuvieron en todo momento
acompañado por tres o cuatro detectives que se rotaban —aunque siempre eran
hombres los que entraban— hasta pasadas las seis y media de la mañana en que
sin haber conseguido que firmara las mentiras que querían achacarle, lo
llevaron a un hall de distribución donde lo esposaron a una silla.
continuará ...
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