continúa ...
Miércoles 27
Estaba ya amaneciendo y el reloj
de la recepción del cuartel central de investigaciones marcaba las siete de la
mañana. No habían transcurrido todavía veinticuatro horas desde que todo había
comenzado y sin embargo parecía que habían vivido una eternidad.
La fría oficina de ladrillos
estaba decorada con una larga banca de madera a la derecha, un mostrador alto y
largo frente a la puerta y una especie de estantería con pequeñas divisiones
—como las casillas de las oficinas de correos— en la pared del fondo. En las
murallas no había nada que realmente les llamara la atención. Era aún más fría
que la destartalada recepción de la brigada.
Una por una las fueron llamando
al mostrador donde llenaban una ficha con su nombre y edad, luego les quitaban
todos los objetos que llevaban —sin importar si tenían poco o ningún valor—
cuya relación era anotada en la parte de atrás de la tarjeta y todo junto lo
guardaban en uno de los cajones con divisiones del mostrador o en la estantería
del fondo. Así les fue quitado dinero, relojes, collares, pulseras, aretes,
anillos y hasta sus rosarios.
Los guardias del mostrador
llamaron a un tercer guardia que vino y se llevó a Claudia y a Alejandra
primero, para ponerlas juntas en una celda. Al igual que cuando las
distribuyeron en el auto, también ahora las mantuvieron a ellas dos aparte.
Las demás mujeres se alegraron
por Alejandra, le había tomado mucho cariño a Claudia y ella sería quien mejor
la podría acoger en estos momentos tan difíciles.
Guiadas por el guardia, ambas
mujeres cruzaron en silencio el umbral de la pequeña oficina y se dirigieron
hacia el interior de las instalaciones. Subieron primero unas escaleras y
atravesaron luego una gran reja para entrar al sector de los calabozos, donde
se hizo cargo un cuarto guardia que cerró la reja tras de ellas. La parte
interior del edificio era aún más fría y desagradable.
Frente a la reja de entrada,
había una escalera ancha central que descendía dejando un pasillo bastante
espacioso que rodeaba todo el perímetro del primer piso y que conducía a
calabozos con rejas a la derecha y calabozos con portones de madera a la
izquierda, ambos lados igual de lúgubres.
Entre la escalera de bajada y la
reja de entrada había un escritorio de madera con la silla del guardia.
El carcelero les ordenó entrar en
un cuartucho del pasillo de la derecha que quedaba justo antes de los
calabozos. El portón de madera sólida, que mantenían entrecerrado, daba a una
pequeña habitación llena de cachivaches, platos sucios, papeles tirados en el
suelo, restos de comida, chaquetas hechas bollo e incluso unos peroles
mugrosos.
El guardia les indicó secamente
sacarse los pasadores de los zapatos, los cinturones y sostenes mientras,
parado firmemente bloqueando la única entrada, permanecía sin moverse y
mirándolas fijamente.
Las mujeres estaban recién
empezando a obedecer la orden, cuando sin previo aviso, el hombre se acercó a
Alejandra y empezó a registrarla por encima de la ropa. Ella parecía ni
siquiera darse cuenta de que estaba siendo manoseada y se dejaba hacer
mansamente.
Perdiendo rápidamente el interés,
el guardia se dirigió decididamente hacia Claudia, que al darse cuenta de su
mirada maliciosa, le dio la espalda y terminó de sacarse apresuradamente el
sostén por debajo de la ropa.
Ella intentó atajarlo mostrándole
la prenda que se acababa de quitar, pero el hombre, ignorándola por completo,
hizo a un lado su brazo y obligándola a girar el cuerpo, la tomó con fuerza por
detrás de la cintura e introdujo las manos por debajo de su ropa hasta entrar
en contacto directo con su piel.
Ese fue uno de los momentos más
difíciles que tuvo que soportar. No tenía ninguna experiencia con este tipo de
situaciones pero le parecía que había algo raro, nunca había visto que
registraran como le estaban haciendo a ella. Sabía que este procedimiento no
correspondía pero sentía muchísimo miedo, temía lo que les podían hacer si
hacía algún escándalo… no sabía cómo reaccionar.
El hombre continuó subiendo,
arrastrando sus manos en un contacto constante con su cuerpo, hasta llegar a
sus senos, los cuales tomó, apretó con fuerza y empezó a manosearlos con
descaro.
Entonces Claudia no pudo
soportarlo más. ¡Definitivamente esto no podía ser parte de ningún
procedimiento! ¡¡¡Estaban abusando de ella y lo peor era que lo hacía un
guardia de la Brigada de Delitos Sexuales!!!
Ella empezó a forcejear con el
hombre que la sujetó con aún más fuerza y ya estaba empezando a gritar cuando
el guardia se retiró bruscamente, le ordenó callarse y les indicó que lo
siguieran.
continuará ...
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