continúa ...
Sin decir nada más, el guardia llevó a Claudia y Alejandra
hasta un calabozo pequeño en el pabellón izquierdo, que era el sector destinado
a las mujeres. ¡El lugar parecía una cloaca! El ambiente era irrespirable y su
apariencia era aún peor.
El cuchitril de dos metros por dos metros y medio, estaba bloqueado por un grueso portón de madera el cual ocupaba prácticamente todo el ancho de la celda —que no era mucho— y tenía una minúscula ventanilla de rejas desde donde podían ser vigiladas pero que no servía para que entrara el aire en él.
En la pared del fondo había una ventana cerrada, sumamente alta y con barrotes.
Los pisos, a pesar de ser de un cemento poroso y absorbente, estaban mojados e incluso en algunas partes se habían formado verdaderos charcos de un líquido oscuro y pestilente.
Las bancas de concreto, que adosadas a la pared rodeaban dos de los lados de la celda formando una «L» y que se suponía que eran para descansar, estaban manchadas y pegoteadas, al igual que el resto de las paredes.
En la esquina derecha había «algo», una especie de tubo con una apariencia entre silo y wáter closet con un reborde de ladrillos y cemento que le daban una altura y un diámetro tal, que hubiera sido imposible utilizarlo sin tocarlo con el cuerpo. De él brotaban todo tipo de olores y la mierda, que rezumaba por el vertedero formando un montoncito amarronado, mezclada con papeles medio arrugados, ofrecía un espectáculo que era imposible dejar de ver, a pesar de todos los esfuerzos que hacían para no mirar en aquella dirección.
La celda entera estaba inundada por un fuerte olor a berrinches y excrecencias descompuestas y en cuanto el guardia cerró la puerta, la oscuridad se volvió casi total a pesar de la hora.
El ambiente era repulsivo y el aire allí era absolutamente irrespirable. ¡¡Era una letrina asquerosa!!
Alejandra, que hasta aquí había permanecido absolutamente callada y con los brazos muy apretados alrededor de su propio cuerpo, se abrazó a Claudia con fuerza. Estaba terriblemente asustada.
Preguntó qué era lo que estaba pasando, pero Claudia no supo qué responderle —tampoco ella sabía realmente qué era lo que estaba sucediendo— y lo único que pudo hacer fue asegurarle que todo iba a terminar muy pronto… aunque esto era más un deseo que una verdadera certeza. Se esforzó por serenarla lo mejor que pudo.
En cuanto Alejandra se tranquilizó lo suficiente, Claudia se trepó sobre la banca y, parada sobre las puntas de sus pies, alcanzó con las justas a llegar hasta la ventana. Forcejeó para abrirla… pero para colmo de sus desgracias, estaba trabada y con mucho esfuerzo pudo abrir una pequeña rendija que realmente no lograba procurarles mucho más aire que antes.
El cuchitril de dos metros por dos metros y medio, estaba bloqueado por un grueso portón de madera el cual ocupaba prácticamente todo el ancho de la celda —que no era mucho— y tenía una minúscula ventanilla de rejas desde donde podían ser vigiladas pero que no servía para que entrara el aire en él.
En la pared del fondo había una ventana cerrada, sumamente alta y con barrotes.
Los pisos, a pesar de ser de un cemento poroso y absorbente, estaban mojados e incluso en algunas partes se habían formado verdaderos charcos de un líquido oscuro y pestilente.
Las bancas de concreto, que adosadas a la pared rodeaban dos de los lados de la celda formando una «L» y que se suponía que eran para descansar, estaban manchadas y pegoteadas, al igual que el resto de las paredes.
En la esquina derecha había «algo», una especie de tubo con una apariencia entre silo y wáter closet con un reborde de ladrillos y cemento que le daban una altura y un diámetro tal, que hubiera sido imposible utilizarlo sin tocarlo con el cuerpo. De él brotaban todo tipo de olores y la mierda, que rezumaba por el vertedero formando un montoncito amarronado, mezclada con papeles medio arrugados, ofrecía un espectáculo que era imposible dejar de ver, a pesar de todos los esfuerzos que hacían para no mirar en aquella dirección.
La celda entera estaba inundada por un fuerte olor a berrinches y excrecencias descompuestas y en cuanto el guardia cerró la puerta, la oscuridad se volvió casi total a pesar de la hora.
El ambiente era repulsivo y el aire allí era absolutamente irrespirable. ¡¡Era una letrina asquerosa!!
Alejandra, que hasta aquí había permanecido absolutamente callada y con los brazos muy apretados alrededor de su propio cuerpo, se abrazó a Claudia con fuerza. Estaba terriblemente asustada.
Preguntó qué era lo que estaba pasando, pero Claudia no supo qué responderle —tampoco ella sabía realmente qué era lo que estaba sucediendo— y lo único que pudo hacer fue asegurarle que todo iba a terminar muy pronto… aunque esto era más un deseo que una verdadera certeza. Se esforzó por serenarla lo mejor que pudo.
En cuanto Alejandra se tranquilizó lo suficiente, Claudia se trepó sobre la banca y, parada sobre las puntas de sus pies, alcanzó con las justas a llegar hasta la ventana. Forcejeó para abrirla… pero para colmo de sus desgracias, estaba trabada y con mucho esfuerzo pudo abrir una pequeña rendija que realmente no lograba procurarles mucho más aire que antes.
Las dos mujeres se acurrucaron
juntas en una esquina de la celda a intentar descansar… si es que se podía
descansar en aquella cloaca.
continuará ...
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Danos tu opinión...