continúa ...
Era poco antes de las ocho de la mañana en las oficinas de la Brigada de Delitos Sexuales y la ciudad, con sus oficinas, estaba empezando nuevamente a despertar.
Vinieron por Carlos y lo llevaron hasta el hall del tercer piso donde lo volvieron a esposar a una silla al lado de Alberto, siempre en la misma dolorosa posición.
Los dos hombres tan sólo pudieron intercambiar unas pocas miradas.
La ubicación de Carlos, cuya
silla quedó exactamente frente a la oficina donde tenían guardadas las cosas
que habían incautado de Los Maquis y de calle Guanaco, le permitía ver en
detalle cómo los investigadores paseaban constantemente gente por este centro
de exposiciones que ellos habían armado con malicia, mostrándoles imágenes, fotos,
arneses para perro y una infinidad de cosas más, amenizando el recorrido con
las más disparatadas explicaciones sobre los usos de los diversos objetos.
Al menor descuido de los investigadores, Alberto y Carlos aprovechaban para hacerse rápidas preguntas sobre cómo se encontraban, qué le había pasado a Ricardo, qué había sido de las mujeres y de los demás del grupo, dónde tenían a los demás…
En su paso por el tercer piso, el inspector Silva hizo un alto frente a los dos hombres para saludar muy amablemente a Carlos; su cara era muy cordial a esas horas de la mañana, como si ya no recordara que hacía muy pocas horas él había sido su principal torturador. Luego, con la ayuda de otros investigadores, el Inspector empezó a separar algunos objetos de lo que había en la sala de exhibición y con ellos llenaron un par de cajas grandes que se llevaron.
continuará ...
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