... continúa
Habría pasado cerca de una hora desde que se habían llevado a Mara cuando por fin la trajeron de regreso a la oficina del tercer piso donde Gaby, Mercedes y Elsa seguían aguardando. Habían colocado un investigador parado en cada puerta que vigilaba que no hablaran, no se durmieran y no se movieran en lo más mínimo.
Gaby la observó detenidamente cuando pasó a su lado, no tenía marcas de golpes y se la veía tranquila. Mara la quedó mirando al pasar a su costado y le susurró algo de un abogado. ¡Por fin había logrado ponerse en contacto con uno! Eso era realmente muy bueno.
Cuando Mara se sentó, hizo el intento de susurrarle algo más, pero el investigador que las vigilaba se dio cuenta e inmediatamente le ordenó a Mara que diera vuelta a su silla y se sentara mirando hacia la ventana.
Allí, castigada, Mara miraba hacia la calle, hacia un edificio cercano donde un hombre pasaba frente a la ventana una y otra vez. Ella se decía a sí misma quien como esa persona que no tiene problemas y está feliz de la vida en su casa y en su propio mundo, sin imaginar que es observado por alguien que está siendo torturada injustamente junto a sus compañeros. ¡Que horror! Nadie afuera sabe lo que está pasando aquí, incluso a nuestras propias familias no se les pasa por la mente todo lo que estamos viviendo, ellos aún creen que existe la justicia.
Poco más de una hora después de que Mara retornó a la oficina, su abogado entró en la habitación y se acercó muy contento a ella para decirle que había arreglado las cosas con los detectives para que esa misma noche la pongan en un lugar mejor.
Para su total sorpresa, Mara alegó inmediatamente diciéndole que prefería estar junto a las demás, pero el abogado, aún con cara de asombro, le insistió:
— Mara, eso ya ha sido debidamente arreglado con investigaciones, te van a poner aparte del resto y vas a estar sola ahí, tú acéptalo nomás, es lo mejor para ti, eso ya ha sido coordinado. Ahora yo voy a tener que marcharme, pero tú estate tranquila nomás, no te va a pasar nada.
Mara continuó alegando, pero el abogado insistió en que eso era lo mejor para ella, que ese era el deseo de su familia y ya que ellos la estaban ayudando en todo, ella debía comprender y poner también de su parte. En cuando ella aceptó de muy mala gana, el abogado se marchó rápidamente, dejándola no muy convencida y definitivamente nada tranquila.
continuará ...
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