... continúa
Ricardo, que fue el último en llegar ese día a la brigada, tuvo una larga noche de interrogatorios. Los investigadores le hacían preguntas, lo presionaban y lo golpeaban tal como habían hecho la noche anterior y de la misma manera, insistían constantemente para que aceptara las cosas que ellos decían.
Los detectives le mostraban uno a uno los diversos cinturones de ropa de las mujeres y pretendían mediante golpes, amenazas e insultos, que él les dijera que eran instrumentos usados para tortura o cosas por el estilo. ¿Cómo podían pensar que aquellos cinturones eran elementos de tortura? ¡Definitivamente aquello estaba únicamente en sus cerebros!
La sub-comisario Correa, que iba de una oficina a otra muy preocupada intentando obtener de una vez las declaraciones que fundamentaran todos sus atropellos, entró al interrogatorio de Ricardo para intentar presionarlo de alguna manera.
Después de zarandearlo un poco, tal como se limitaba a hacer con él, intentó presionarlo con sus acusaciones:
— ¿Cómo puede ser que dos de tus esclavas hayan estado en tratamiento psiquiátrico? ¡Yo creo que te aprovechas de ellas porque son débiles mentales!
— Las mujeres a las que se refiere son mis esposas en la Religión. Además, lo de Beatriz fueron visitas al psicólogo y no al psiquiatra, a las cuales asistió por insistencia de su familia ya que pasó por una corta etapa de depresión, fueron entre 1988 y 1989 y las suspendió un año antes de conocerme y casarse conmigo, pero en último caso, en Chile es tan común visitar al psicólogo, que más del noventa por ciento de la población en distintas etapas de su vida ha visitado alguno —le respondió tranquilamente Ricardo aclarándole la situación para evitar que hubiera algún malentendido del que después se quisieran aprovechar.
También le aclaró que Mercedes, la otra aludida, jamás había estado en tratamiento psiquiátrico o psicológico y que el documento al que hacía mención era una declaración jurada de doce páginas, presentada a finales de 1989, por ella misma, ante los tribunales limeños y ratificada ante el Consulado peruano en Chile cuando llegaron a Arica, en el cual dejaba constancia que en realidad había sido su familia la que la había secuestrado e internado a la fuerza en una clínica psiquiátrica de manera absolutamente ilegal y en confabulación con el médico a cargo y con la clínica (que era conocida por realizar ese tipo de «trabajos» para familiares ansiosos de recibir herencias o realizar trámites fraudulentos), después de que esos mismos familiares presentaran falsas denuncias por el secuestro de Mercedes a manos de Ricardo, para intentar separarla de él y «curarla» de su Religión. En cuanto Mercedes logró quedar libre, con la intervención de un juez, hizo una extensa declaración explicando la realidad de los hechos y sentó una denuncia contra sus parientes. Denuncia que por la idiosincrasia peruana no había podido prosperar, pero que demostraba la realidad de lo sucedido.
— ¡...Y, en última instancia, Mercedes está aquí para aclarárselo. ¡Mis esposas por Religión no son ninguna suerte de débiles mentales, ya que si lo fueran, sería fácil que firmaran cualquier cosa o que las convencieran de las mentiras que hace más de veinticuatro horas las están queriendo obligar a afirmar! —Terminó diciéndole Ricardo enérgicamente y visiblemente fastidiado.
La sub-comisario le lanzó acusaciones por los látigos, fustas y folletos eróticos encontrados, pero Ricardo le volvió a explicar —como lo había hecho ya varias veces— que las cadenas, los látigos y las fotografías estaban siendo usados para desarrollar el libro virtual «El Secreto de O», basado en la famosa novela «La Historia de O», escrita en los años ’50, obra clásica que había ganado varios premios literarios y le recordó que los progresos de su trabajo, que ya tenía bastante avanzado, se los había mostrado en su casa de Los Maquis.
También le recordó que le había mostrado tres cartas firmadas y selladas por carabineros de Chile que demostraban que ellos tenían conocimiento de las encuestas que se estaban realizando a personas mayores de edad y que lo que ellos llamaban material pornográfico no era tal, hasta el punto que copia de ese material había sido adjuntado a las cartas presentadas, que estos folletos eran usados solamente para efectos de obtener la opinión de personas adultas y que era lógico que en ellos se hablara de esclavitud ya que era sobre ese tema que se desarrollaba la novela.
— No sólo no era distribuido a menores de edad, como ustedes afirman, sino que ni siquiera era distribuido, ese material era mostrado a mayores de edad, personas seleccionadas a las cuales se les pedía su opinión y en base a eso se estaba armando una estadística para el libro. Era una encuesta de opinión. Nosotros no buscamos promover la esclavitud ni ningún tipo de prácticas y definitivamente no sólo no somos sadomasoquistas sino que estamos en contra de ello —concluyó.
También les aclaró que se trataba de un trabajo, que eso era estrictamente personal y que no debían mezclar el trabajo literario y profesional con la Religión.
— Mercedes y yo hemos pasado horas en la biblioteca del Instituto Cultural Francés sacando altos fajos de fotocopias, ustedes deben haber encontrado nuestros carnés de la biblioteca y si quieren, puede preguntar allí.
Mientras estaban en estas confrontaciones entró un investigador trayendo consigo un documento donde Ricardo solicitaba la intervención del cónsul peruano. Ricardo lo leyó detenidamente y lo firmó.
Le habían traído ya otros documentos para que firmara y todos ellos los había rechazado con firmeza, pero de éste no tenía ninguna duda, definitivamente quería que el cónsul peruano tomara cartas en este asunto.
Desde ese momento el maltrato de los investigadores pareció frenar un poco, la sub-comisario Correa cambió bruscamente su actitud y empezó a jugar el papel del policía bueno mostrándose sumamente comprensiva.
Poco rato después, la mujer se marchó dejándolo en manos de dos detectives para que continuaran interrogándolo.
continuará ...
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Danos tu opinión...