continúa ...
Durante el trayecto en auto, Jaime se sentía cada vez más asustado, no sabía lo que le podría suceder y no tenía ni idea de qué era «la casa» y para aumentar sus preocupaciones, los investigadores continuaban diciéndole que cuando llegaran a su destino, él iba a ver lo que era bueno por haberse resistido.
En su desesperación, intentó disimuladamente girar un poco la cabeza para ver hacia dónde se dirigían y si bien pudo identificar algunos lugares en el recorrido, cuando por fin llegaron, estaba totalmente perdido.
En su desesperación, intentó disimuladamente girar un poco la cabeza para ver hacia dónde se dirigían y si bien pudo identificar algunos lugares en el recorrido, cuando por fin llegaron, estaba totalmente perdido.
En el edificio no alcanzó a ver ningún letrero y un hombre que con metralleta y chaleco antibalas se encontraba parado a la entrada, lo miraba y se reía.
— ¡A ver si ahora eres tan chorito!
— Ahora vas a ver lo que es bueno, si allá te resististe, ya pues, resístete ahora, a ver...
Todos los detectives que estaban allí se burlaban de él. Había risas irónicas, insultos e insistían mucho en que ahora sí que iba a saber lo que era bueno.
Jaime pensaba que si bien lo más probable era que hubieran detenido también a las demás personas de su casa —ya que había visto con qué libertad se movían los detectives por ella—, a esas alturas del partido, la única esperanza que le quedaba era que al menos la gente de Los Maquis no estuviera viviendo la misma pesadilla para poder comunicarse con ellos a la brevedad y pedirles ayuda y sobre todo, para que averigüen qué estaba sucediendo.
Fue conducido a empujones, todavía esposado, hasta el hall de distribución donde tenían a Alberto.
Sólo pudieron tener un breve intercambio de miradas. Jaime se veía muy preocupado, en cambio Alberto tenía cara de resignación y le enarcó una ceja a manera de saludo.
Jaime pudo ver que no tenía marcas de daño visibles y eso lo tranquilizó un poco, pero para Alberto, la hipótesis inicial sobre Migraciones, quedaba ahora descartada.
Con otro empujón, hicieron entrar a Jaime a la tercera habitación de aquel hall —la que quedaba al lado derecho del baño— justo a la espalda de Alberto. Allí lo rodearon varios investigadores que le quitaron las esposas, le quitaron la billetera, lo obligaron a sentarse en una silla que se hallaba en el centro de la pieza, mirando hacia la pared del fondo y lo volvieron a esposar sujetándole los brazos hacia atrás cruzados por entre el respaldo, tal como habían hecho antes con los otros dos hombres.
La silla se hallaba bien alejada de las paredes y del escritorio y él pensó que, evidentemente, esto era para que no intentara hacerse algún daño por sí mismo y protegerse así de una posible demanda por lesiones, ya que los investigadores —al menos en lo que a golpes se refería— eran profesionales y cuando golpeaban, no dejaban huella.
Uno de los detectives le preguntó sus datos personales y todos los presentes se sorprendieron visiblemente de que estuviera estudiando derecho y se hallara en esos momentos trabajando en un estudio jurídico. De hecho, les llamó hasta tal punto la atención, que se lo comunicaron a otros investigadores que vinieron para verificar la información.
Jaime pensó que en realidad no había habido ningún trabajo de investigación acabado o, que si alguien tenía la información sobre ellos, no lo había comunicado al resto por algún motivo. Era extraño... ¡se esperaría que, al menos, supieran a quienes habían arrestado!
Dejaron su billetera sobre una mesa ubicada a un par de metros de su silla y se fueron dejándolo solo con la puerta junta.
Jaime aún no terminaba de comprender dónde estaba y sólo después de mucho rato, por comentarios laterales, supo que era la oficina de la Brigada de Delitos Sexuales y Menores de Policía de Investigaciones, pero aún así, no entendía qué era lo que estaba sucediendo…
continuará ...
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