continúa ...
A Ricardo lo hicieron sentar al lado de Carlos en el hall y de rato en rato, algunos policías se iban acercando a ellos de manera amistosa para conversar y hacerles preguntas al respecto de en qué creían, en qué se basaba su Religión, qué es lo que ellos eran, etc., intentaban mostrarse amables aunque era evidente que su intención era la de sacarles alguna información, pero a pesar de todo, Ricardo les hablaba de manera cordial, les contaba sobre sus creencias y algunos detalles anecdóticos de su vida, hasta el punto que, en varios momentos, los investigadores no podían evitar las risas y los comentarios favorables.
Carlos, no participaba de la conversación. Escuchaba lo que hablaban pero se sentía terriblemente cansado, con hambre y con un dolor intenso en todo el cuerpo.
Las señoras Badani y Fanny fueron conducidas por la misma ruta que antes había seguido el médico. Justo antes de subir, pasaron al lado de una habitación cuyas puertas se cerraron bruscamente, como para no dejarles oportunidad de mirar hacia adentro.
Subieron por las escaleras hasta un tercer piso y cuando llegaron al final del ascenso, los dos que las conducían se miraron el uno al otro sin saber hacia donde continuar. No habían salido aún de su desconcierto cuando vino un tercero corriendo escaleras arriba para explicarles que debían llevarlas al segundo piso y haciendo una mueca les indicó que le siguieran.
Dieron media vuelta en la escalera y ordenadamente, como en la formación de un colegio, bajaron un piso y cruzaron un umbral a la izquierda.
Las hicieron sentarse en las pocas sillas que habían a como pudieran.
Mientras las tenían esperando, entró una llamada que contestó la misma sub-comisario Cecilia Correa que estaba en la habitación contigua junto con el médico. Al parecer se trataba de la familia de Fanny, ya que la sub-comisario pronunció varias veces su nombre. En esos momentos, Fanny tuvo la certeza de que la cosa no iría nada bien para ella.
La primera a la que hicieron pasar a la revisión médica fue a Mara. Cerraron la puerta y a los diez minutos salía nuevamente arreglándose la ropa. Secamente le ordenaron volver a sentarse a un costado.
Poco después de que le indicaron a Elsa pasar al examen médico, llegó un investigador preguntando por la sub-comisario. Uno de los guardianes le contestó que estaba presenciando el examen de una de las mujeres y éste, sin preguntar más, entró en la habitación que habían habilitado a manera de consultorio, para salir casi inmediatamente acompañado de la sub-comisario Correa y conversar en tono bajo junto a la puerta.
La primera impresión de ellas fue que habían salido al darse cuenta el investigador que estaban examinando a una mujer, pero al notar la forma en que hablaban y los esfuerzos que hacían para no ser oídos, era evidente que no era ese el motivo.
La tercera en entrar en el consultorio fue Gaby, e ignorando por completo la orden de desnudarse que le dio una de las investigadoras, se dirigió al médico para indicarle:
— Quiero que deje constancia, por escrito, que soy mayor de edad, en pleno uso de mis facultades y mis derechos, los cuales considero que están siendo atropellados y que este examen se está haciendo en contra de mi voluntad —no sabía si esto serviría de algo, pero quería dejar alguna constancia de todo a lo que estaban siendo obligados.
El médico, que al parecer era independiente y tan sólo prestaba sus servicios a la institución, le respondió en tono amable que todo eso no tenía nada que ver con él y que se encontraba allí por solicitud de la Policía de Investigaciones para verificar si ella presentaba algún tipo de lesión al momento de ingresar a sus cuarteles.
¡Qué ridículo! Durante el show que hicieron al hacerlos salir de la casa para que los periodistas pudieran filmarlos y luego cuando los condujeron hasta los autos, los habían tratado con violencia. Si querían verificar su verdadera situación física, debieron haber llevado el médico hasta Los Maquis, antes que empezaran los únicos malos tratos de que fueron objeto: los maltratos por parte de la Policía de Investigaciones.
Gaby insistió con el médico para que dejara constancia de que ese procedimiento era en contra de su voluntad y el médico, condescendiente, hizo el ademán de escribir algo en el papel en que había puesto su nombre, pero no le permitieron a ella leer lo que decía o verificar si realmente había escrito algo.
Luego el galeno insistió en que debía desnudarse. ¡Toda esta situación era terriblemente humillante!
Como era de esperarse, aparte de la cicatriz que tenía de una operación antigua del apéndice, NO presentaba ningún moretón, corte, lesión, cicatriz o marca, sea de inyecciones o de ningún otro tipo.
El único comentario que hizo el médico fue al respecto de la tan aludida depilación, pero Gaby lo cortó aclarándole:
— Nosotros recomendamos por higiene que la mujer se depile, si bien no se lo exigimos a nadie. Incluso un ginecólogo, que hace algún tiempo nos dio una charla sobre higiene femenina, nos explicó que es mucho más saludable hacerlo, hasta el punto que a la mujer, al momento de dar a luz o de sufrir cualquier operación en el vientre, se le afeita totalmente.
Cuando salió del examen, fue sorprendida por uno de los investigadores que estaba de guardia cuando llegaron, quien la sujetó fuertemente del brazo derecho y la condujo escaleras abajo.
Cuando le tocó el turno del examen médico a Beatriz, la sub-comisario Correa recibió otra terrible desilusión, ya que ella no estaba depilada.
Entró luego Mercedes al improvisado consultorio y la obligaron a desnudarse totalmente como habían hecho con el resto. Ella estaba sumamente incómoda y se cubría los senos y la vulva con las manos a como podía.
— Ella sí está depilada —afirmó muy segura de sí, ahora, la sub-comisario, que se había tomado la atribución de revisarla ella misma con detenimiento y se puso muy contenta otra vez afirmando que la depilación tenía que ser la clave.
El médico también le revisó muy detalladamente el cuerpo entero, sobre todo los genitales y los senos, buscando las marcas que deberían haberle dejado las argollas, que según las fotografías, la perforaban —fotos trucadas, tal como Ricardo les había explicado, ya que eran para las ilustraciones que estaba preparando para su libro— y volteándose a mirar a la sub-comisario le informó que no había encontrado nada. La sub-comisario Correa pareció sumamente decepcionada con la respuesta, pero no hizo mayores comentarios.
Cuando estaban a punto de hacerla salir, Mercedes intervino para informarle al médico que estaba enferma y que en ese minuto se hallaba con fiebre, lo cual el mismo médico constató al tomarle la temperatura, pero aún así se negó a dejar constancia de ello por escrito.
Sería alrededor de la una y media de la mañana cuando terminaron de hacerle la revisión médica, y a la salida, también a ella la esperaba un investigador que la llevó directamente a otra habitación para ser interrogada.
Las señoras Badani y Fanny fueron conducidas por la misma ruta que antes había seguido el médico. Justo antes de subir, pasaron al lado de una habitación cuyas puertas se cerraron bruscamente, como para no dejarles oportunidad de mirar hacia adentro.
Subieron por las escaleras hasta un tercer piso y cuando llegaron al final del ascenso, los dos que las conducían se miraron el uno al otro sin saber hacia donde continuar. No habían salido aún de su desconcierto cuando vino un tercero corriendo escaleras arriba para explicarles que debían llevarlas al segundo piso y haciendo una mueca les indicó que le siguieran.
Dieron media vuelta en la escalera y ordenadamente, como en la formación de un colegio, bajaron un piso y cruzaron un umbral a la izquierda.
Las hicieron sentarse en las pocas sillas que habían a como pudieran.
Mientras las tenían esperando, entró una llamada que contestó la misma sub-comisario Cecilia Correa que estaba en la habitación contigua junto con el médico. Al parecer se trataba de la familia de Fanny, ya que la sub-comisario pronunció varias veces su nombre. En esos momentos, Fanny tuvo la certeza de que la cosa no iría nada bien para ella.
La primera a la que hicieron pasar a la revisión médica fue a Mara. Cerraron la puerta y a los diez minutos salía nuevamente arreglándose la ropa. Secamente le ordenaron volver a sentarse a un costado.
Poco después de que le indicaron a Elsa pasar al examen médico, llegó un investigador preguntando por la sub-comisario. Uno de los guardianes le contestó que estaba presenciando el examen de una de las mujeres y éste, sin preguntar más, entró en la habitación que habían habilitado a manera de consultorio, para salir casi inmediatamente acompañado de la sub-comisario Correa y conversar en tono bajo junto a la puerta.
La primera impresión de ellas fue que habían salido al darse cuenta el investigador que estaban examinando a una mujer, pero al notar la forma en que hablaban y los esfuerzos que hacían para no ser oídos, era evidente que no era ese el motivo.
La tercera en entrar en el consultorio fue Gaby, e ignorando por completo la orden de desnudarse que le dio una de las investigadoras, se dirigió al médico para indicarle:
— Quiero que deje constancia, por escrito, que soy mayor de edad, en pleno uso de mis facultades y mis derechos, los cuales considero que están siendo atropellados y que este examen se está haciendo en contra de mi voluntad —no sabía si esto serviría de algo, pero quería dejar alguna constancia de todo a lo que estaban siendo obligados.
El médico, que al parecer era independiente y tan sólo prestaba sus servicios a la institución, le respondió en tono amable que todo eso no tenía nada que ver con él y que se encontraba allí por solicitud de la Policía de Investigaciones para verificar si ella presentaba algún tipo de lesión al momento de ingresar a sus cuarteles.
¡Qué ridículo! Durante el show que hicieron al hacerlos salir de la casa para que los periodistas pudieran filmarlos y luego cuando los condujeron hasta los autos, los habían tratado con violencia. Si querían verificar su verdadera situación física, debieron haber llevado el médico hasta Los Maquis, antes que empezaran los únicos malos tratos de que fueron objeto: los maltratos por parte de la Policía de Investigaciones.
Gaby insistió con el médico para que dejara constancia de que ese procedimiento era en contra de su voluntad y el médico, condescendiente, hizo el ademán de escribir algo en el papel en que había puesto su nombre, pero no le permitieron a ella leer lo que decía o verificar si realmente había escrito algo.
Luego el galeno insistió en que debía desnudarse. ¡Toda esta situación era terriblemente humillante!
Como era de esperarse, aparte de la cicatriz que tenía de una operación antigua del apéndice, NO presentaba ningún moretón, corte, lesión, cicatriz o marca, sea de inyecciones o de ningún otro tipo.
El único comentario que hizo el médico fue al respecto de la tan aludida depilación, pero Gaby lo cortó aclarándole:
— Nosotros recomendamos por higiene que la mujer se depile, si bien no se lo exigimos a nadie. Incluso un ginecólogo, que hace algún tiempo nos dio una charla sobre higiene femenina, nos explicó que es mucho más saludable hacerlo, hasta el punto que a la mujer, al momento de dar a luz o de sufrir cualquier operación en el vientre, se le afeita totalmente.
Cuando salió del examen, fue sorprendida por uno de los investigadores que estaba de guardia cuando llegaron, quien la sujetó fuertemente del brazo derecho y la condujo escaleras abajo.
Cuando le tocó el turno del examen médico a Beatriz, la sub-comisario Correa recibió otra terrible desilusión, ya que ella no estaba depilada.
Entró luego Mercedes al improvisado consultorio y la obligaron a desnudarse totalmente como habían hecho con el resto. Ella estaba sumamente incómoda y se cubría los senos y la vulva con las manos a como podía.
— Ella sí está depilada —afirmó muy segura de sí, ahora, la sub-comisario, que se había tomado la atribución de revisarla ella misma con detenimiento y se puso muy contenta otra vez afirmando que la depilación tenía que ser la clave.
El médico también le revisó muy detalladamente el cuerpo entero, sobre todo los genitales y los senos, buscando las marcas que deberían haberle dejado las argollas, que según las fotografías, la perforaban —fotos trucadas, tal como Ricardo les había explicado, ya que eran para las ilustraciones que estaba preparando para su libro— y volteándose a mirar a la sub-comisario le informó que no había encontrado nada. La sub-comisario Correa pareció sumamente decepcionada con la respuesta, pero no hizo mayores comentarios.
Cuando estaban a punto de hacerla salir, Mercedes intervino para informarle al médico que estaba enferma y que en ese minuto se hallaba con fiebre, lo cual el mismo médico constató al tomarle la temperatura, pero aún así se negó a dejar constancia de ello por escrito.
Sería alrededor de la una y media de la mañana cuando terminaron de hacerle la revisión médica, y a la salida, también a ella la esperaba un investigador que la llevó directamente a otra habitación para ser interrogada.
continuará ...
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