Aclaración: A pesar de lo que pueda haber dicho la Prensa sensacionalista, nuestro reclamo no es “contra Chile” sino, específicamente contra los malos funcionarios de una mala administración, quienes quebraron no sólo múltiples puntos de la Declaración De Derechos Humanos, sino hasta las mismas Leyes y Constitución del Estado Chileno.

lunes, 23 de diciembre de 2013

032 • Defendiendo su privacidad

continúa ...
 
 
     Mientras continuaba el revuelo en el primer piso, Jaime, que había quedado sólo en la oficina, pensó en escapar. Aflojó los brazos, forcejeó con las esposas y pudo zafar una de sus manos. Ahora tenía muchas alternativas.
 
     Pensaba que si huía podría ayudar desde afuera, conseguiría un abogado, se contactaría también con sus padres y les advertiría lo que estaba pasando para que no fueran a creer lo que aparecía en las noticias.
 
     Primero pensó en descolgarse por una de las ventanas y correr… pero inmediatamente desechó esa idea, ya que si esto era una trampa, posiblemente habrían hecho todo intencionalmente, le habrían aflojado las esposas, lo habrían dejado solo cerca de un teléfono y de una ventana para incitarlo a huir y si lo hacía, podrían dispararle por la espalda. Pensaba que no tendrían ningún reparo en matarlo y tener así una buena excusa para acusarlos de que eran peligrosos.

     Pensó que podía llamar a sus padres utilizando el teléfono que estaba adosado a una de las paredes de la habitación para pedirles que le consiguieran un abogado… pero también desechó esta idea, ya que no estaba seguro de si era un intercomunicador o un teléfono.

     Para no arriesgarse, optó por revisar su billetera y eliminar todo lo que pudiera de ella. Lo primero que se le ocurrió fue comerse los papeles, así que empezó por los textos en sánscrito, pero esta labor le costó muchísimo trabajo y al final ya estaba tan atorado que no pudo terminar con todo. Los teléfonos y direcciones de gente conocida terminó por romperlos en pedazos y tirarlos al basurero, mezclándolos con otra basura que tenían allí, con la esperanza de que no los encontraran.

     Sin decidirse a hacer nada más, intentó ponerse nuevamente las esposas, pero su mano se negó a volver a entrar y estaba aún en esos forcejeos cuando regresó el detective que lo había estado vigilando. Hizo un último intento desesperado, pero fue inútil y, sin saber que más hacer, escondió ambas manos en el respaldo de la silla.

     El detective, que venía de oír las noticias, se veía muy contento por lo que había aparecido en televisión y se sentó en una silla cerca de Jaime a continuar su cháchara. Obviamente, lo único que aquello podía significar, era que el resultado sería muy malo para ellos, pensó Jaime.

     Poco rato después, vino otro investigador que conversó un poco con Jaime, tomó los papeles que quedaban sobre la mesa, los miró, los revisó, los revolvió, le hizo varias preguntas sobre las tarjetas de visita y después los volvió a dejar todos juntos en un solo lote.

     Jaime esperó a que los revolviera bien y luego le dijo que su jefa, la inspectora rubia, ya había revisado todos esos papeles, de los cuales había hecho una clasificación previa.

     El investigador se puso pálido y con el temor asomando en su cara, recriminó muy duramente a Jaime por no habérselo advertido a tiempo, antes de que él alterara el orden. Tan preocupado estaba por lo ocurrido que hasta afuera podía escuchar Alberto los gritos que daba. Luego se retiró, visiblemente más asustado de lo indignado que se quería mostrar.

     El detective joven, en cambio, siguió muy contento sentado en su silla hablando despreocupadamente.

     Jaime esperó a que pasaran unos diez o quince minutos más y le dijo que una de sus manos se había soltado y le pidió si por favor, podía colocarle bien las esposas.

     El investigador puso cara de extrañeza, lo revisó manteniéndose alerta y le volvió a colocar las esposas sin decir palabra, pero dejándoselas esta vez muy apretadas, lo cual, al poco rato, se volvió algo sumamente molesto y doloroso.


continuará ...
 
 

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